23-F
"Pero, ¿Quién ha escrito esto? ¿Cómo se ha permitido?" Testimonio de un testigo directo del asalto al Congreso al mando de Tejero
Nos hizo pasar unas horas que, gracias a Su Majestad el Rey, se han podido escribir en el haber de esa Transición, que hoy algunos quieren destruir.
El teniente coronel Antonio Tejero se paseaba nervioso por el Congreso y, de vez en cuando, se acercaba a un pasillo lateral, a la derecha de la entrada por la que acceden habitualmente los diputados, donde estaba el teletipo de Europa Press, que aquella tarde “escupía” constantes noticias, algunos con los campanillazos que advertían de la urgencia de lo transmitido.
Quería saber lo que ocurría en el exterior del palacio, en el resto de España, tras su abrupta entrada en el Parlamento, ya que se le había prometido que todas las capitanías generales se sumarían al golpe. No deja de llamar la atención, y parece una prueba de que la intentona no estaba muy organizada desde el punto de vista de las transmisiones, ya que tenía que ser una agencia y algunas llamadas, con informaciones equívocas, las que le daban cuenta de lo que acaecía.
Europa Press, lo acreditó durante el franquismo y lo saben los que aún viven de la oposición democrática al régimen, se caracterizó siempre por su servicio a la verdad, hasta el punto de que estuvo a punto de ser cerrada por el régimen anterior mediante expedientes y la asfixia económica.
Por la acreditada profesionalidad o por lo que fuera, Tejero se acercaba de vez en cuando al teletipo en búsqueda de novedades. Cuando a los periodistas que estábamos en la tribuna de prensa se nos permitió incorporarnos y, en un relajo de la vigilancia, salir a los pasillos (primera planta), lo primero que hice fue bajar a donde estaba el citado teletipo, por el que ya había sido transmitido el bando de Milans del Bosch.
Una de las anécdotas de aquella tarde se produjo cuando uno de los capitanes de la Guardia Civil ordenó a uno agentes que diera lectura a la proclama. Justo antes de esa noticia, se había transmitido otra, que iba contra los intereses de los asaltantes: Normalidad en el Cuartel General del Ejército. Madrid.-23 (Europa Press). El guardia no dudó en comenzar la lectura por allí, lo que fue inmediatamente cortado por el oficial, que informó a los diputados del contenido literal del bando.
Subía y bajaba, por las escaleras, desde la tribuna al teletipo y me crucé dos veces con Tejero. En la primera, logré evitarlo porque llevaba cara de pocos amigos y, en la segunda, me lo encontré de frente, sin solución, con un teletipo en la mano y un cabreo monumental.
Era la noticia que había escrito mi compañero Mariano González, que había salido en la primera tanda de expulsión de periodistas; yo preferí quedarme porque, después de haber informado desde aquella casa sobre toda la Transición, no era cuestión de faltar a la obligación de acumular datos para poder aportarlos a la agencia. Narraaba todo lo que había pasado.
--Pero, ¿quién ha escrito esto? ¿Cómo se ha permitido?, espetó Tejero.
Yo estaba, a cuatro metros, frente a él, con la escarapela que me acreditaba como redactor de Europa Press. La situación es de esas para contarlas después; otra cosa, es vivirla. Opté por cruzarme con él con un “buenas tardes, mi teniente coronel” y desaparecer del lugar por el salón donde estaban los teléfonos, volver por la puerta de la sala del Consejo de Ministros y, de nuevo, a la tribuna. A esa hora, algunos pensábamos, dada la experiencia chilena, si a los periodistas nos llevarían al estadio Santiago Bernabéu o al Vicente Calderón.
Se sucedían los acontecimientos, dentro de un gran silencio e incertidumbre general. En un determinado momento, irrumpió Tejero en el hemiciclo –alguien le debía haber dicho que se iba a cortar la luz del edificio del Congreso. La tensión volvió a subir porque ordenó que se rajara la tapicería de las sillas donde se sentaban los taquígrafos y con el relleno iniciaran una hoguera alimentada con la madera. Algo inaudito.
Me contaron que Leopoldo Calvo Sotelo, cuya investidura se votaba en el momento del asalto, le comentó a un guardia, con su habitual flema que parecía británica, ante la mirada atónita de Adolfo Suárez, algo sobre el valor histórico de los muebles que iban a destruir. Estaba la cosa para asuntos relativos a nuestro patrimonio.
Tras el citado teletipo de Europa Press, en el que se informaba puntualmente de lo que había ocurrido desde el minuto cero, Tejero optó por expulsarnos a los periodistas. Tuve la oportunidad de quedarme (me lo ofrecieron unas personas cuyo nombre no voy a citar a estas alturas, que me dijeron que a mí no me iba a pasar nada); lo pensé un minuto. La ocasión era excepcional, pero era jugar con ventaja con respecto al resto de los informadores parlamentarios, que habíamos logrado formar aquellos años una gran piña, como quedó demostrado en acontecimientos posteriores también relacionados con el 23-F. ¿Exclusiva o compañerismo en unos momentos cruciales para la historia de España?
El director de Europa Press, Antonio Herrero, me dijo que debería haberme quedado, que mi obligación como periodista era informar a los medios que recibían nuestras noticias y yo le expliqué las razones. Siempre me ha quedado la duda de si hice bien o mal, pero lo hecho, hecho está.
Ya en la calle y al hacer una primera reflexión de lo que había pasado, tuve una primera impresión de que Tejero era una pieza de algo que, afortunadamente, no estaba bien organizado. Él cumplió a lo que se comprometió, en contra de una tradición secular en la Guardia Civil de respeto al poder constituido. Al final, buscó la exculpación de sus guardias por aquello del cumplimiento de las órdenes recibidas. Les saludó personalmente, a la salida del Congreso, cuando acabó la intentona. Pagó por lo que hizo, junto con sus oficiales y los organizadores. Nos hizo pasar unas horas que, gracias a Su Majestad el Rey, se han podido escribir en el haber de esa Transición, que hoy algunos quieren destruir.