Opinión

Pinchazo en Galicia, o no

Si este domingo sale otra «coalición de progreso» en Galicia, Abascal debería retirarse a reflexionar.

18F.- Besteiro pide apoyo para "liderar el cambio histórico" y avisa a PP: "El voto de los gallegos no está en venta"
18F.- Besteiro pide apoyo para "liderar el cambio histórico" y avisa a PP: "El voto de los gallegos no está en venta"Europa Press

En Galicia se juega este domingo la estabilidad de España. El sanchismo está apostando por la victoria del BNG. Al PSOE no le importaría, incluso, que fuera por mayoría absoluta porque los nacionalistas gallegos son sus aliados en la conformación de un bloque hegemónico contra la derecha y la Constitución. De hecho, el BNG es el partido hermano de dos de sus socios: Bildu y ERC.

Si Pontón gobierna en Galicia, y Otegi en el País Vasco tras las elecciones de este año, estará el armazón completo para la transición del sistema del 78 al abismo de la autodeterminación. No olvidemos que Navarra ya es suya, y Cataluña, aunque gane el PSC, estará en disposición para dar el salto. Con esas cuatro autonomías alineadas Sánchez dirá que ha cambiado de opinión en cuanto al «derecho a decidir», como ya hizo con los indultos y la amnistía.

El crecimiento del BNG en los centros urbanos y en el segmento electoral de 18 a 24 años mimetiza a esta formación con Bildu y ERC, que se presentan como identitarias y revolucionarias, de protección de la tribu, y victimistas hasta el empalago. En Galicia, a diferencia del País Vasco y Cataluña, el nacionalismo está unido en un solo partido, lo que beneficia a Pontón. Además, el único partido que ha hablado contra Pontón ha sido el PP, porque el PSOE ha hecho campaña por el BNG, Sumar no pinta nada, y Vox se ha dedicado a atacar a Feijóo y Rueda.

La campaña sanchista, por lo demás, ha sido patética. Se aferró primero al vertido de pélets para reavivar la memoria del Prestige y del Nunca Mais, pero fue un error. Al PP le bastó con recordar que en aquel entonces los socialistas echaron la culpa al Gobierno central, de Rajoy, y que ahora el PSOE, en lugar de mirar a Moncloa, a Sánchez, responsabiliza al ejecutivo autonómico. No solo eso. Aquellas mareas y su impulso mediático consiguieron la victoria por la mínima en 2005, se formó un gobierno de coalición del PSdeG con el Bloque, y Galicia fue un desastre.

Visto que el candidato del PSdeG no da para más, el sanchismo vio su oportunidad en promocionar al BNG. Quizá sea la estrategia más inmoral de la historia de la España democrática. Es posible que en el País Vasco hagan lo mismo: apoyar a Bildu para que desaloje al PNV del poder. Quizá ya lo están haciendo con el blanqueamiento de ETA, su inclusión en la Ley de Memoria Democrática como luchadores por la libertad, y la permisividad con los homenajes a los asesinos de la banda. No nos asombremos si dentro de unos meses el PSE y sus terminales mediáticas hacen lo mismo con el candidato de Bildu.

El PP no ha sorprendido. Su llamamiento al voto útil es lógico y legítimo. Lo contrario, apelar a la inutilidad y a que se confíe en otros partidos, es de tontos o de retorcidos. Pero hay que reconocer que los populares están sudando tinta. Si no llegan a 38 diputados se acabó aunque Democracia Ourensana saque uno. Sánchez compra siempre mucho más caro, y habrá sondeado a ese partido para saber cuánto cuesta su voto. El problema para el PP será muy grave, y empezará con la pregunta: ¿Es Feijóo el elegido, el líder adecuado, el hombre que lleve al PP a la Moncloa?

Pero también habrá muchos problemas para Vox. Es legítimo ser el Pepito Grillo de la “verdadera derecha”, pero una vida dedicada a atacar al PP no tiene sentido. Sus campañas comienzan y terminan con críticas a los populares. No importa la temática, la localidad o la persona, siempre es lo mismo: PP, mal. Su fervor antipopular es tan grande que ya ni se acuerdan de que gobierna Sánchez, o de que sus aliados son los independentistas. Si este domingo sale otra «coalición de progreso» en Galicia, Abascal debería retirarse a reflexionar.