El desafío independentista

Puigdemont y Mas se disputarán liderar el «refundado» JxCAT

Guerra abierta: Los críticos al ex president fugado ganan peso dentro del partido para enterrar las siglas de PDeCAT y concurrir a unas elecciones solo bajo Junts per Catalunya

El ex presidente de la Generalitat Carles Puigdemont frente al Atomium en los actos de la Diada en Bruselas
El ex presidente de la Generalitat Carles Puigdemont frente al Atomium en los actos de la Diada en Bruselaslarazon

Guerra abierta: Los críticos al ex president fugado ganan peso dentro del partido para enterrar las siglas de PDeCAT y concurrir a unas elecciones solo bajo Junts per Catalunya

Los movimientos en el tablero de ajedrez del mundo independentista son constantes y asumen, aunque no lo digan, que tras la sentencia del juicio del 1-O todo será diferente. A las estrategias enfrentadas y divergentes de Junts per Catalunya y ERC, en abierta lucha por el liderazgo, habrá que sumar que ninguno de los líderes del «procés» podrá seguir asumiendo la dirección política en primera persona porque serán inhabilitados. Los exiliados se situarán ante un terreno sin explorar en el que su papel quedará mermado, cuando no anulado.

Si los republicanos se están afanando para renovar su cúpula directiva este próximo domingo con Pere Aragonés como nuevo hombre fuerte y, con toda probabilidad, su nuevo cabeza de cartel, con un reparto de papeles coral en la nueva ejecutiva y con la incógnita si se consolidará una bicefalia con Marta Vilalta como máxima responsable en el partido, en el submundo de Junts per Catalunya todo son incógnitas. Carles Puigdemont, rodeado de un nutrido grupo de fieles, sigue pergeñando una estrategia de tensión con el Estado, asiéndose a ella como el tablón de salvación en medio de la tormenta. Sabe, positivamente, que la normalización es un revés a su propio liderazgo.

El hiperliderazgo de Puigdemont está consolidado pero no faltan voces críticas que lo ponen en cuestión. Hasta ahora solo habido amagos de ruptura, pero en todos ellos los críticos se han visto barridos o «no han tenido las agallas suficientes para hacerle frente». Ahora parece que las cosas están cambiando. Según ha podido saber LA RAZÓN de fuentes de toda solvencia, el núcleo dirigente del PDeCAT ha sometido a las bases el futuro papel del partido en la órbita de Puigdemont. La postura defendida por la dirección, y por los sectores críticos, es que el PDeCAT asuma de una vez por todas el nombre de Junts per Catalunya y se consolide en este referente. De momento, en las diferentes asambleas realizadas en el territorio que culminarán el próximo día 20 en un Consell Nacional, los críticos con Puigdemont se están consolidando asumiendo que el PDeCAT se llamará Junts per Catalunya, negando toda posibilidad de disolución del partido en la nueva formación.

Para garantizar este proyecto, la dirección del PDeCAT se ha quedado con todos los derechos políticos y electorales –una vez finalizado todo el proceso electoral pasado– de la marca Junts per Catalunya. «Si a Puigdemont esto no le gusta, siempre puede romper», afirma un dirigente de los postconvergentes. No le falta razón. Con este escenario, Puigdemont solo puede romper con su antiguo partido y configurar una nueva formación política, resucitando si así lo considera la Crida per Catalunya, que hasta ahora no ha cumplido ninguna de sus expectativas. La dirección actual del PDeCAT, y los sectores críticos que se reunirán el 21 de septiembre en Poblet, esperan que o Puigdemont acepte el nuevo orden de cosas o abandone la formación con los suyos.

Sus fuerzas están mermando en las últimas semanas. Miquel Buch, actual conseller de Interior, o Damià Calvet, conseller de Territori, se han desmarcado de Puigdemont y aspiran a liderar el nuevo partido que «debe parecerse más al PNV, y no solo trabajar en favor de los intereses del líder. Nuestro espacio es algo más», aseguran fuentes del PDeCAT. Si Puigdemont no asume estas tesis la ruptura puede ser un hecho, pero «esta ruptura la protagonizará Puigdemont, no el PDeCAT», que hasta ahora se ha mostrado incapaz de hacer frente al ex president porque, básicamente, no se ven con fuerzas suficientes y no tiene un claro liderazgo. Esta vez, por el contrario, será Puigdemont el que deba buscar un acomodo político.

Disgregación

La ruptura puede comportar una disgregación en el espacio convergente. En el mundo municipal, la gran mayoría de cuadros arropa a la dirección de David Bonvehí frente a Puigdemont. La que no se ha pronunciado es Elsa Artadi, la líder del grupo municipal de Barcelona que ha sido purgada de la nueva dirección del grupo parlamentario del Parlament, que espera a ver cómo evolucionan los acontecimientos. En el congreso, Junts per Catalunya puede partirse en dos. Tras la sentencia, Sánchez, Rull y Turull dejarán de ser parlamentarios. De sus sustitutos, al menos dos, junto con Sergi Miquel, secretario de la Juventut Nacionalista de Catalunya y diputado por Girona, no se sumarán a Puigdemont, que tiene en Laura Borràs y Miriam Nogueras a sus más fieles seguidoras. También en el Parlament, al menos diez diputados pueden abandonar la disciplina de Albert Batet, el hombre de Carles Puigdemont que dirige el grupo parlamentario.

Los sectores críticos, sin embargo, siguen sin tener un líder claro. Artur Mas se autopropone y lo intentará ser. Si las elecciones anticipadas se realizan tras el 23 de febrero, podría presentarse. Si son antes su recorrido tiene más incógnitas y hoy por hoy, en vísperas de la Diada, las espadas están en alto y los críticos con Puigdemont no habían llegado tan lejos. El pulso tiene incierto resultado, pero el ex president fugado se ha quedado sin la baza de controlar los derechos políticos y electorales de Junts per Catalunya. Algo básico a las puertas de una contienda electoral.