Tribuna

Lo que Sánchez sabe y los demás no

Aguantar en la Moncloa se ha convertido en una obsesión. Su única idea de Estado reside en seguir siendo presidente del Gobierno

MADRID, 01/09/2025.- El presidente del Gobierno Pedro Sánchez durante la entrevista que concede a RTVE, este lunes en Madrid. EFE/RTVE SOLO USO EDITORIAL / SOLO USO DISPONIBLE PARA ILUSTRAR LA NOTICIA QUE ACOMPAÑA/ (CRÉDITO OBLIGATORIO)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su última entrevista a RTVERTVEAgencia EFE

Después de muchas semanas evitando comparecencias y preguntas incómodas, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha concedido una entrevista a RTVE, en terreno amigo y preparado para colocar los mensajes que le interesaban.

Sus respuestas han sido analizadas por todos los medios de comunicación que han resaltado dos elementos: el ataque que lanzó a los jueces que instruyen los procesos que afectan a su entorno familiar y político y el desprecio al Poder Legislativo, cuando afirmó que gobernará con o sin Presupuestos, es decir, con o sin apoyo parlamentario a su gestión.

Aguantar en la Moncloa se ha convertido en una obsesión y a lo largo y ancho de la entrevista se percibe que su única idea del Estado reside en seguir siendo presidente.

Pero hay otro elemento en el que convendría detenerse para entender mejor la verdadera situación en la que se encuentra el presidente. Desde que, hace más de un año, se tomó cinco días de reflexión, con el objetivo de establecer una estrategia en la que apareciese como víctima del acoso mediático y judicial, su situación anímica ha sido objeto de atención.

Esta semana, han sido varias las referencias a su deterioro físico y al gesto contraído de su rostro. En la mayoría de los casos se ha atribuido al delicado momento que atraviesa, desde el ingreso en prisión de Santos Cerdán y las investigaciones en el caso Koldo y Ábalos.

Las cosas no son tan simples. El esfuerzo por contener un adelanto electoral y en quebrar cualquier atisbo de moción de censura o una eventual cuestión de confianza han supuesto, sin duda, un desgaste importante de la dirección socialista y del propio Sánchez.

No es despreciable, en este sentido, la idea de que la atribución de varios delitos penales a Begoña Gómez por parte del juez Peinado, la situación forzada y anómala del fiscal general del Estado e, incluso, el procesamiento de su hermano David Sánchez supongan un golpe en la línea de flotación personal adicional.

Sin embargo, todos esos análisis se realizan desde la información conocida y desde el punto de vista de quién observa desde fuera, sin tener en cuenta que la óptica de Sánchez es sustancialmente diferente.

Los que le conocen de cerca saben de su frialdad a la hora de acometer dificultades y de su disciplina para seguir un plan trazado. Ayudado por la ausencia de emociones, el líder del PSOE calcula daños, construye el relato que más le conviene en cada momento y se zafa de responsabilidades lanzándolas contra otros.

Sirva como ejemplo cuando se conocieron las grabaciones sobre presuntas investigaciones a jueces, policías y miembros del PSOE, que rápidamente se dirigieron los focos hacia el PP y la policía patriótica. O en el caso del desastre en la gestión ferroviaria de la que es responsable Óscar Puente, el ministro de insultos y malos modos, cuando al presidente le ha faltado tiempo para culpabilizar a las eléctricas y a las inversiones en trenes nuevos.

Sánchez, una vez controlado el mapa de riesgos y establecida una táctica para cada crisis, da por cerrado el capítulo. Fue lo que hizo en el mes de julio: aniquiló las tentativas del PP de promover una moción de censura y ató a los socios de investidura.

Para la tarea de allanar el camino para lograr el apoyo de Puigdemont ha utilizado a su mejor peón, Salvador Illa, y el cálculo del coste que puede tener lo ha realizado y lo da por amortizado.

De ahí que correlacionar su evidente deterioro físico con la información conocida y publicada es quedarse en la punta del iceberg, sin mirar lo que se esconde debajo.

Es muy posible que lo que a Sánchez le preocupa realmente es lo que él sabe, pero los demás no, es probable que lo que le quita el sueño es no tener certeza sobre las nuevas informaciones que vayan goteando, no tanto porque pueda sorprenderle su contenido, sino porque teniendo pleno conocimiento de ello, sea incapaz de prever cuándo y cuánto de todo eso puede ser de dominio público.

Al presidente lo único que le preocupa realmente es dejar de serlo y ahí está la causa de su mala cara. Todo el mito de la resiliencia que él mismo ha potenciado es, en realidad, un ansia desmedida de poder que, por otra parte, es de las pocas cosas que le producen emoción.

Hasta la fecha, ha conseguido aguantar comprando las voluntades independentistas con cesiones y sorteando las investigaciones policiales y judiciales con el disfraz de víctima del acoso de la derecha social y judicial.

Pero sabe perfectamente que todo tiene un límite y que hay cosas que pueden hacer que se levante en la Moncloa y se acueste haciendo la mudanza al piso de Pozuelo. Eso que no sabemos, pero quizá él sí, es la auténtica razón por las que ataca a jueces, periodistas, Guardia Civil y por lo que luce ojeras y gesto demacrado.