
Opinión
Quo Vadis, Pedro?
Mientras las campanas del Vaticano emocionan al mundo, Sánchez huye hacia adelante

El huidizo. Así define un veterano dirigente socialista de la «vieja guardia» a Pedro Sánchez por su conducta en esta legislatura. El presidente del Gobierno huye de la calle porque le abuchean los ciudadanos. Huye de los afectados por la tragedia de la DANA en Valencia, tras aquel desdichado acto en Paiporta, donde no se ha dignado a acudir ni un solo día, ni tan siquiera al funeral por sus víctimas. Huye del Congreso y en especial del Senado, que no pisa desde hace siete meses. Huye de los periodistas en ruedas de prensa manipuladas sin permitir preguntas. Huye de los actos solemnes con el Rey de España, como es la entrega del Premio Cervantes, estandarte de la cultura en habla hispana. Y huye de las exequias en El Vaticano por el Papa fallecido, en una ceremonia que trasciende lo religioso y congrega a 150 jefes de Estado de todo el mundo.
Sánchez se pasa por el aro el protocolo, la diplomacia y las normas establecidas en cualquier país democrático para recluirse en La Moncloa y sucumbir al berrido hipócrita de unos socios radicales que, falsarios en su conducta, amenazan, pero no dan. Ninguno de los ministros comunistas que se sientan en la poltrona gubernamental piensa ni por un momento renunciar a ella y sus suculentas prebendas. El espectáculo de las balas de Israel es de un bochorno lamentable que traerá irremediables consecuencias.
Como en la magnífica y laureada película «Quo Vadis?», basada en la novela del polaco Henryk Sienkiewicz, cabe preguntarse: «¿A dónde vas, Pedro?». Aquella cinta narra magistralmente el conflicto del Imperio Romano con el cristianismo en los últimos años de la dinastía Julio-Claudia. A diferencia de su antecesor, el ilustre y poderoso emperador Claudio, Nerón demostró ser un gobernante corrupto, destructivo y autócrata, para quebrar finalmente el orden social y pacífico de Roma, ciudad a la que condujo a las llamas. No parece que Pedro Sánchez, al igual que hizo Nerón, medite por el momento incendiar físicamente este país, pero su invasión de las Instituciones, su control de los poderes del Estado, su manejo de los jueces y de los medios informativos, su desprecio a la Corona y la diplomacia, y sobre todo su escapismo del contacto con los ciudadanos, le convierten en un dirigente caudillista sin precedentes con sus antecesores. La emoción que produce la imagen histórica de la Plaza de San Pedro con medio mundo, creyentes o no, honrando al Papa fallecido en su último viaje a la Eternidad, contrasta con la ausencia de un presidente de España, cuna de la Cristiandad. La diplomacia vaticana, las más sutil, sibilina y preparada de la política exterior, tomará nota de este dislate.
«Quo Vadis?», pregunta el apóstol San Pedro a Jesús en sus Hechos apócrifos cuando el Maestro le recrimina su cobardía al huir de la cólera de Nerón en Roma, a donde luego retorna y será crucificado cabeza abajo, para no morir igual que su Señor, al pie de la colina Vaticana donde hoy se yergue la imponente Basílica que lleva su nombre. ¿A dónde va este Pedro Sánchez?, cada día más acorralado por sus socios comunistas y separatistas, en una huida hacia adelante que causa ya estupor en las cancillerías europeas. Como bien dice Alberto Núñez Feijóo, su comportamiento es propio de dictaduras bananeras, no de países democráticos. Cercado por la corrupción que afecta a su familia y la cúpula del partido, admiten en su entorno que está «muy tocado» por el caso de su esposa, Begoña Gómez.
Ello explica sus reacciones a la defensiva, en el lado incorrecto de la historia en esa huida sin freno para aguantar en el poder a toda costa. «A Sánchez no le importa gobernar, solo mandar», afirma un dirigente del PSOE, antaño colaborador suyo, y ahora distanciado tras haber sido defenestrado por sus críticas.
Cuentan algunas fuentes que Pedro Sánchez no soportaba la idea de aparecer en la Plaza Vaticana junto al Rey Felipe VI y, en especial, con Alberto Núñez Feijóo. Puede ser. Es lamentable mezclar lo personal con la política y las relaciones institucionales. Para eso ya están sus tres mosqueteros: María Jesús Montero, Yolanda Díaz y Félix Bolaños. La ministra de Hacienda, mujer siempre echada «palante», se siente muy satisfecha de obedecer a su amo y se define como «cristiana socialista». Chica para todo del presidente, Montero pone cara de lo que haga falta y va camino de meterse una castaña de campeonato en Andalucía. «Marisú» militó en las Juventudes Comunistas y movimientos cristianos de base bajo la égida del sacerdote Manuel Mafrollet, párroco de una hermandad social-cristiana antifranquista.
Curioso fue su matrimonio con Rafael Ibáñez, militante de Comisiones Obreras, dado el ateísmo de él y las creencias religiosas de ella. Les casó un párroco, pero no en una iglesia, sino en un colegio concertado. La pareja está ahora separada y tienen dos hijas que estudian en la Universidad de Sevilla.
La otra embajadora en el solemne funeral de San Pedro, Yolanda Díaz, es la efigie de la hipocresía, el descaro y la doble vara de una izquierda falsaria. Habla de su relación con el Papa Francisco con increíble desfachatez, como si fuera un compañero de estudios, un amigo de toda la vida. Y el triministro Félix Bolaños, agudo y listo, aguanta donde le pongan.
Fue él quien llamó personalmente al gabinete de Feijóo para invitarle a integrar la delegación española en el funeral del Papa, al menos correcto. En tanto, el gran jefe se mantiene recluido en su palacio monclovita, sabe quién lo que anida en su cabeza. El «sanchismo», maquinaria única de poder es impredecible. Mientras las campanas del Vaticano emocionan al mundo entero, Pedro Sánchez huye hacia adelante. ¿Hasta cuándo y hasta dónde?, se preguntan muchos.
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