José Antonio Vera

Rectificar sin que se note

Sánchez quiere rectificar, pero sin pedir perdón y sin que se note

Pedro Sánchez, Nadia Calviño y Yolanda Díaz
Sesión de control al gobierno en el Congreso de los Diputados con Pedro Sánchez, Nadia Calviño y Yolanda DíazAlberto R. RoldánLa Razón

Se retuerce el «sólo sí es si». Podemos envía una séptima propuesta y el PSOE responde «no». Sánchez quiere pasar página porque la sangría en las encuestas tezanas es de las que hacen época. Ochenta escaños serían una humillación y el presidente no está dispuesto a humillarse tras haber sido considerado en Davos el «artífice del milagro español», el dios del ruedo ibérico que se codea con alemanes y franceses. Mucha parafernalia, en realidad, como vimos ayer con el IPC, que ahora hay que presentarlo en clave intermensual, cuando siempre fue anual. Y es que lo importante es decir que tenemos la inflación más baja de Europa, pese a que los precios están peor que nunca.

Comenta un amigo que este enero ha pagado 900 euros de gas frente a los 200 de 2022. Y de los alimentos mejor no hablar. Sólo que cambiando los criterios estadísticos cambiamos también los resultados, sin llamar mucho la atención. Igual que ocurre con el paro y con el PIB. El primero gracias a los «fijos discontinuos», invento según el cual no figuras en las listas del desempleo pese a no estar trabajando y cobrar el subsidio. Más de seiscientos mil parados que quitamos de un plumazo, aunque seguimos siendo el país con más desempleo de la Eurozona. Y el único en no recuperar los índices de crecimiento pre-pandémicos. Nos jactamos de haber crecido por encima del 5, ciertamente sin meter en la estadística el efecto reductor del 0,2 de diciembre, que chafa tanto el relato como el dato. Los especialistas del lifting monclovita presentan todo como si aquí fuésemos sobrehumanos: la más baja inflación de la UE, una inmejorable cifra interna de paro y un PIB que desafía a la recesión.

El problema es que, más allá de la estadística, está siempre la cruda realidad. Esa que nos va a recordar la próxima semana la señora Hohlmeier, enfadada con Sánchez y Calviño porque no explican en qué se están gastando el maná europeo. Ellos están acostumbrados a funcionar como si nunca hubiera control, pero en Europa sí lo hay. Von der Layen no pide nunca nada, todo le parece bien, sólo piensa en cómo salir agraciada en las fotos junto a Pedro.

Hohlmeir es otra cosa. Se ha puesto en jarras pidiendo facturas, justificantes, procedimientos. Se los ha pedido a Calviño, y la señora vicepresidenta no responde. Se los ha pedido a Montero, y María Jesús se enreda en su inescrutable mundo de sintaxis y esdrújulas. Ninguna de ellas tiene un documento, un papel, una factura que acredite a quién se le da el dinero y para qué. La costumbre de la casa.

Hicieron la ley del sólo-sí-es-sí como el que hace tejeringos, y les salió un churro: 900 violadores beneficiados en sus condenas, a falta de dos mil casos por revisar. Iban tan sobrados, sobradas, sobrades, que no pidieron consejo a nadie, como con la Ley del Bienestar Animal. Resultado, que matar una rata está penado hasta con 18 meses de cárcel. A las ratas hay que alimentarlas y otorgarles un trato preferente en casa, como si fueran uno más de la familia. Incluso te puedes acostar con la rata, pues ha dejado de estar perseguida la zoofilia, siempre que no se lastime al animal. Y ojo con la ley trans y los efectos no deseados de las hormonas y la amputación de miembros a niños adolescentes. Pasan los años y algunos piden que les devuelvan lo que tenían, cuando sabemos que no hay marcha atrás posible. En Suecia e Inglaterra ya empiezan a sufrirlo. Con tal de seguir en la Moncloa vale cualquier cosa, por lo que se ve. Sólo que después está la realidad de los violadores excarcelados, y entonces vienen las prisas por reformar lo que nunca se debió aprobar. Sánchez quiere rectificar, pero sin pedir perdón y sin que se note. Podemos le va a hacer sufrir un poco. Al presidente.