
José Antonio Vera
Sobresaliente en corrupción
Tiembla el grupo parlamentario y tiembla Patxi

Hay que reconocer que siempre hubo choriceo en los partidos, pero en el PSOE rayan la exquisitez. No se trata solo de afanar cuanto más mejor a cuenta de lo público, sino de hacerlo con arte, por todo lo alto, sin miramientos de tarjetas o cualquier otro instrumental. Por eso Berni y su legión de diputeros iba nada menos que a ese templo de millonetis rusos y acaudaladas meretrices donde el gin-tonic es el doble de caro que en los garitos de alrededor. Por algo lo frecuentan los futbolistas más sonados y hasta los árbitros mejor pagados. También los mediadores, conseguidores y la más alta fauna mediático-policial, sabiendo que es allí, y no en ningún otro lugar, donde van los que tienen y tienen los que van. Como era el caso de «mediador» Navarro, Tito y su famoso general. Si quieres que una historia tenga algo de enjundia hay que meter en ella siempre a un general. O a Villarejo en su defecto. Los diputados los ponía Berni. «Mediador» echaba lo demás: las comilonas, la fiesta-mega-white y el entretenimiento vaginal.
Cierto que el socialismo español siente fascinación por los festejos. Los de los ERE, amén de los 680 millones malversados porque sí, llegaron a pagar con una black hasta 13 bacanales en los alternes sevillanos, cordobeses y gaditanos, sacando 31.000 euros del Fondo de los Parados para invertirlos en viagra. Tampoco se iba a enterar nadie. Por eso mismo, Villén, jefe del tinglado blanquiverde, soltó 14.000 de vellón en una sola velada del mítico Don-Angelo, santuario del furcieo patrio en 2018 clausurado. Nada nuevo, teniendo en cuenta que fue en Barbate donde «mihenmano» hizo carrera y comenzó la pasión por usar lo público como privado, decenas de veces regado con ron, cohibas y mariscadas. Las juergas de Roldán en calzoncillos con damas embragadas y montañitas blancas no han tenido parangón desde entonces, aunque las imágenes de este Tito repanchingado junto a «mediador» y su amigo el general también van a hacer historia. Dice Navarro que tiene fotos y videos de todas las juergas todas las noches. De aquellas a las que iba solo Berni y de las comilonas «all-inclusive» con sus ilustres señorías, pagadas por empresarios renovables deseosos de conseguir ventajas en el negocio fotovoltaico. O en el eólico, que viene siendo lo mismo. Tiembla el grupo parlamentario y tiembla Patxi, su jefe y portavoz. Dice «mediador» que tiene fotos de «cada uno de los que fueron», de los que cenaron, de los que alternaron y del «servicio completo». Si Villarejo grababa, Navarro no iba a ser menos. Copió hasta las marcas de las cervezas.
Claro que, según hablaron ayer asustados los asociados del Frankenstein, lo peor está en que, amén del choteo noctambular, la tripleta actuaba en plena pandemia, aprovechando las ventajas de confinamiento decretadas en Madrid por Díaz Ayuso, frente al cerrojazo impuesto en Canarias por el socialista Angel Víctor Torres. Total, si lo hizo Boris Johnson, no iba a ser menos Tito Berni. Solo que aquí con más descaro. Votaron por la mañana en favor de ilegalizar la prostitución y por la noche se fueron a celebrarlo con unas cuantas de ellas, antes de que entrara en vigor la nueva ley seca. Todo muy normal y ejemplarizante. Muy en sintonía con otros episodios del pasado, que Pedro Sánchez había dado por superados. Llegó el hombre diciendo que iba a acabar con la corrupción y le sale este nuevo sarpullido tras la sentencia de los ERE, el hermanísimo de Ximo Puig, las mascarillas de Salvador Illa, las ministras de Isofotón, Calviño y su marido, y las acciones vendidas a Abengoa por el impoluto Josep Borrell. Para ser apenas cuatro años no está mal el balance. El suspenso es inevitable en economía e inflación. Pero el sobresaliente se lo han ganado en corrupción. Hasta se lo van a poner fácil al venerable Ramón Tamames. La censura parlamentaria al alcance de una mano.
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