Psiquiatría

¿Cómo le afecta a la mujer que fue maltratada y/o abusada en la infancia su embarazo?

Muchas mujeres abusadas o maltratadas reviven esas experiencias justo en su gestación

¿Cómo le afecta a la mujer que fue maltratada y/o abusada en la infancia su embarazo?
¿Cómo le afecta a la mujer que fue maltratada y/o abusada en la infancia su embarazo?larazon

La maternidad representa una crisis poco reconocida socialmente y sumerge a la mujer en un camino de profundos interrogantes. Se trata de un cambio vital de una profundidad y belleza sin igual pero que de a cuerdo a como sea atravesado podrá desembocar en una mayor o menor crisis existencial.

Este interrogante nos sitúa ante dos temas que son muy amplios y cada uno ha sido y es actualmente motivo de estudio y de investigación. Cada tema posee amplios campos de especialización por lo que no es sencillo resumir la esencia de cada temática en un artículo limitado de palabras. Intentaré sin embargo transmitir de la mejor forma posible mi experiencia recogida trabajando tanto con el abuso sexual y/o maltrato en la infancia, como en el acompañamiento de mujeres en este importante momento vital que las convierte en madres.

La maternidad representa una crisis poco reconocida socialmente y sumerge a la mujer en un camino de profundos interrogantes. Se trata de un cambio vital de una profundidad y belleza sin igual pero que de a cuerdo a como sea atravesado podrá desembocar en una mayor o menor crisis existencial.

Intentaré plasmar en pocas palabras la realidad emocional por la que atraviesa toda mujer al convertirse en madre. Es indudable que toda experiencia emocional forjada durante nuestra infancia posea una gran influencia en el psiquismo durante diferentes momentos de nuestra vida adulta con lo cual este bagaje emocional necesariamente se reactivará durante el maternaje. Al ser la maternidad una crisis vital y evolutiva, es tanto reactivadora de conflictos del pasado como potenciadora de problemas en el presente, y además, se extiende inevitablemente sobre las relaciones vinculares con los otros.

¿Qué ocurre entonces durante el embarazo en el psiquismo de la mujer?

El embarazo, como proceso biológico, se divide en tres períodos de tres meses cada uno: el primer trimestre semanas 1 a 12), el segundo trimestre (semanas 13 a 24) y el tercer trimestre (semana 25 hasta el parto). Este proceso permite a los padres la oportunidad de prepararse física y psicológicamente para el nacimiento de este hijo y la consiguiente nueva estructura familiar. Esta preparación, no solo ocurre a nivel consciente ya que el convertirse en madre o padre, conlleva una serie de transformaciones y vivencias que se activan, como he dicho, automáticamente.

Haré hincapié sobre los fenómenos experimentados durante el tercer trimestre ya que son los que más influyen sobre la temática que se está abordando en este escrito, sin embargo no debemos olvidar que en el embarazo es cuando se inicia el vínculo y no después del nacimiento puesto que la mamá construye relaciones previas con un su hijo.

La importancia durante el tercer trimestre recae en que ahora el bebé es percibido como individuo separado y diferente de la madre. Ocurre que este hecho en todo embarazo ( no sólo en donde la madre no ha sufrido abusos y/o maltratos durante su infancia ) es un momento de puesta en marcha de una profunda desestructuración física y emocional en donde se pierden los lugares de identificación: La madre se ausenta del trabajo, del estudio, dejando de frecuentar los lugares de diversión, estando sumergida en una rutina a veces agobiante, a disposición de las demandas del bebé. Se suele dar la sensación de “perder el tren”, de haber quedado fuera del mundo. Es decir que la mujer experimenta un fenómeno de pérdida de identidad unido a otro fenómeno psicológico no menos importante que es el estado de fusión emocional con el bebé.

Ante este escenario en una crisis de maternaje evolutiva en la que no se han sufrido maltratos normalmente con el paso del tiempo y tras un período de adaptación a la nueva identidad de madre, y de esta nueva estructura familiar, se irá recobrando poco a poco la autonomía, hallando el bienestar en las nuevas funciones como madre y recuperando la “normalidad” perdida.

¿Pero qué ocurre cuando una mujer ha vivido situaciones de abuso o maltrato en su propia infancia?

A este respecto es importante destacar la postura de Erikson sobre el maternaje, quien sostiene que este momento vital representaría una nueva crisis de identidad y de personalidad. Postula y compara adolescencia y maternidad. Proponiendo que ambos momentos vitales comparten puntos en común cómo transformación del cuerpo y cambios hormonales, reposicionamiento del estatus social, disolución y reconstrucción de identificaciones precoces coma transformación de la autoimagen, imagen corporal y reactivación de conflictos infantiles.

Cada mujer va a atravesar estas crisis mediante su historia de vida, estructura de personalidad, situación actual (conyugal, parental, social y familiar) identificación con su madre, comportamiento del bebé y el acoplamiento de este en el momento histórico de su llegada a la familia. Con lo cual el hecho de haber sido víctima de abusos claramente agravará esta situación que ya es compleja en sí misma.

Es importante esta comparación que menciona Erikson entre maternidad y adolescencia ya que en este período se dan una serie de fenómenos (que describiré aquí brevemente) que de no haber sido vividos con una posibilidad de integración podrían influir considerablemente en la ocasión de atravesar por el embarazo (y posterior maternaje) sin que esto le lleve a una crisis tal que reactive de lleno aquellos conflictos vividos y no resueltos. Si esto último ocurre desembocará probablemente en diversos conflictos psíquicos y en la necesaria disociación emocional (como mecanismo de defensa ante la reactivación de los conflictos no resueltos) a fin de poder funcionar y desenvolverse en los cuidados que el bebé requiera.

En la niñez y en la adolescencia e incluso en la vida adulta la disociación como mecanismo de defensa resulta adaptativa y se trata de un mecanismo común que conviene normalizar (fantasear, intelectualización, etc). La más severa forma de disociación son los estados del self (sí mismo). Se trata de estados bastante comunes en todas las personas, ya que todos tenemos facetas (nuestro yo guerrero, gracioso, nuestro estado de enfado, introversión, etc). La diferencia es que los tenemos integrados, somos conscientes de los mismos y adquirimos un sentido coherente de nosotros mismos y dichos estados a lo largo del tiempo. Sin embargo cuando se han vivido situaciones de abuso y/o maltrato en la infancia estos estados tienden a hacerse crónicos y a polarizarse y enquistándose en una forma de comportamiento estereotipada y poco flexible, ya que en la adolescencia (cuando podría darse la oportunidad de resolver los conflictos de la infancia) es muy común que las personas que han sido maltratadas carezcan también de la posibilidad de integración de estos estados.

La adolescencia es un momento vital clave en donde tenemos la oportunidad de resolver la crisis del Yo básica. Es el momento en que formamos nuestra autoimagen, nuestra idea de lo que somos y de lo que buscamos ser. Las personas que emergen de esta etapa con un fuerte sentido de la identidad personal enfrentan la adultez con certidumbre y confianza. Quiénes no, enfrentan una crisis de identidad, no saben quiénes son o adónde van.

¿A qué se debe el hecho de emerger de esta etapa con este sentido de la identidad?

La respuesta se encuentra en el hecho de que durante la adolescencia se reabren, como se ha dicho, los conflictos básicos de la infancia (Confianza Vs. Desconfianza;Autonomía Vs. Vergüenza y Duda; Iniciativa Vs. Culpa; Industria vs. Inferioridad) . Es decir que en este momento se plantean varios problemas para el adolescente, ya que por un lado tiene que enfrentarse a la tarea de articular los roles y habilidades aprendidos tempranamente con los prototipos ideales en el tiempo presente y por otro lado tiene que enfrentarse también a esta reactivación de las crisis y de los conflictos de la infancia, en pos de la integración de los elementos de identidad a los cuales se adscribían los diferentes estadios (organizaciones de la libido) de la infancia, en una identidad adolescente. Es el concepto de moratoria psicoocial lo que permitirá, según Erikson, la resolución de las crisis y el establecimiento de ídolos e ideales que resguardaran la identidad “final”. Esta moratoria permitirá que la unidad ambiental de la infancia se vea reemplazada por un circulo más amplio de exigencias sociales, adquiriendo una responsabilidad del individuo con la sociedad transformándose en un adulto que respete las normas y cumpla un rol de manera eficiente.

Una vez comprendido lo anterior es fácil predecir el destino que pueden poseer los mencionados conflictos en aquellas mujeres que han sufrido abusos o maltratos en la infancia. No será para ellas una tarea psíquica sencilla el hecho de reconectar con sus propias identificaciones, sombras, conflictos y procesos no resueltos. Considero que el acompañamiento terapéutico y no terapéutico (me refiero a una red de mujeres que apoye el proceso de maternidad) es fundamental para cualquier mujer en este período vital pero mucho más aun para víctimas de maltratos. El abuso sexual constituye un acontecimiento traumático aunque no se viva de forma violenta. El abuso no forma parte de las necesidades del niño y la estimulación o excitación producidas por el mismo abuso dejan una huella en el cerebro. El impacto del abuso en los menores es mayor porque no tienen las funciones cognitivas desarrolladas.

A muy grandes rasgos algunas de las consecuencias del abuso sexual en la infancia pueden ser la necesidad de repetir el “enganche” emocional de la víctima con el agresor o la excitación sexual. La intensidad de las secuelas variará en función de la etapa evolutiva del niño y su edad, la frecuencia e intensidad del abuso, la relación del menor con el ofensor o la respuesta de la familia. Además del evidente mayor riesgo que tendrán estas personas de padecer un trastorno psicológico en la edad adulta.

Ante este escenario es necesario intervenir en Psicoterapia con estas mujeres ayudándolas a integrar los conflictos no resueltos, que como hemos visto, son de larga data e influyen durante el desarrollo de su vida cotidiana. Ante la noticia del embarazo es normal experimentar dudas, temores y una mezcla ambivalente de emociones. En una persona que ha sufrido abusos esta situación se ve calaramente amplificada. Será a través de ir recogiendo e integrando estas polaridades y conflictos con técnicas Gestálticas, por ejemplo, como se puede ir logrando una integración emocional que lleve a la mujer a estar más centrada en el aquí y ahora y con un contacto corporal que le permita desde su centro emocional gestionar esta crisis vital de una forma más amable sobre todo consigo misma y que luego esto se pueda traducir al vínculo que está desarrollando con su bebé.

¿Qué ocurre cuando suceden experiencias de alto impacto emocional?

Por su intensidad o por la repetición de las mismas, se producen como respuesta una serie de cambios fisiológicos (aumento del ritmo cardíaco, activación de las hormonas del estrés y del sistema simpático), emocionales (miedo, ira, culpa), pensamientos distorsionados y conductas impulsivas, que hacen que el procesamiento de la información se vea perturbado. Los componentes de esa experiencia llegan a ser traumáticos cuando las imágenes, emociones, sensaciones y pensamientos, quedan guardados y mantenidos en las redes de memoria de forma fragmentada y poco integrados (disociados), en un estado específico, incapaces de conectar con redes de memoria que contienen información más adaptativa. Debido a ello otro enfoque psicoterapéutico que resulta fundamental ante este tipo de problemática es el EMDR (eye movement desensitization and reprocessing), el cual, a través de un conjunto de procedimientos específicos centrados en el procesamiento asociativo espontáneo de los recuerdos traumáticos, con un componente de estimulación bilateral (movimientos oculares, auditivos o táctiles) logra la desensibilización emocional de los recuerdos. Plantea la existencia de un sistema fisiológico innato de aprendizaje, que permite al cerebro procesar la información de las experiencias e integrarlas de una forma adaptativa en las redes de memoria desembocando como consecuencia una respuesta emocional más adaptativa que lleva a poder desarrollar una vida más estable y equilibrada.

En síntesis, en este artículo se buscó el propósito de describir a grandes rasgos los interrogantes y conflictos que pueden darse en el psiquismo de una mujer superviviente de abusos sexuales y /o maltratos en la infancia intentando realizar un paralelismo entre la crisis adolescencial propuesta por Erikson y la crisis vital que se vive ante la maternidad. Este paralelismo se ha planteado solamente a fin de realizar una mayor comprensión de la crisis que puede atravesarse ante un embarazo y no significa que este planteo pueda ser generalizado. Creo que debemos acercarnos a cada mujer (como a cada paciente) bajo una mirada individual y de amplia escucha, ya que finalmente es en el vínculo humano en donde encontraremos las verdaderas respuestas a este otro que llega a nuestra consulta.

Se ha planteado en este escrito una muy breve descripción de dos técnicas psicoterapéuticas, ambas muy potentes, la Gestalt y el EMDR como una posibilidad de abordaje de esta problemática. Sin embargo, enfatizo nuevamente en lo dicho en el párrafo anterior, creo que debemos siempre realizar un acompañamiento flexible, sensible y respetuoso de las reacciones emocionales de nuestras pacientes estando atentos como terapeutas a la persona individual. Intentando así realizar un acercamiento global y sin prejuicios, centrado en las fortalezas y recursos de la mujer que creo puede ser la mejor fórmula de cuidado para las supervivientes de abuso sexual y/o maltrato en la infancia.

Mª Florencia Rodríguez es Psicóloga en el Centro Ciprea