La columna de Carla de la Lá

Tener hijos ¿sí o no?

Carla de la Lá comienza hoy su sección la columna de Carla de la Lá donde hablará de la mujer, la familia, la maternidad y la vida

Carla de la Lá nos acompañará cada fin de semana con sus ingeniosas percepciones de la vida mundana (y seria)
Carla de la Lá nos acompañará cada fin de semana con sus ingeniosas percepciones de la vida mundana (y seria)larazon

Carla de la Lá inaugura hoy su columna semanal en el canal de familia de larazon.es donde desgranará sus pensamientos como madre, mujer y ciudadana. Una columna llena de ingenio, buen humor e ironía fina.

Llega el día de la madre y con él un debate de rabiosa actualidad: "Tener hijos ¿sí o no?". Pero amigos, la maternidad y la paternidad van mucho más allá del me gusta/me apetece. Es evidente que los niños son una inversión de tiempo, dinero y salud que bien podríamos ahorrarnos, ¡quién puede poner eso en duda!

Esta querida narradora de ustedes, antes de ser madre vivía en una especie de sueño lúdico constante, en el que poco me importaba mi trabajo y apenas, sinceramente mi vida, pero... ¡Oh cielos! Parirás y crearás un escenario lo más burgués posible para guarecer a tus crías del frío invierno -igual que la loba- y saldrás como ellas a la caza del sustento y ese será el único escenario realmente serio en la tragicomedia de tu vida.

Cuando nuestros niños eran muy pequeños mi cuñada y yo nos reíamos diciendo que recomendar la maternidad a una persona nos parecía una crueldad fruto de una mente frustrada y retorcida, como aconsejar a alguien la muerte en vida, como el beso del vampiro: "Nosotros somos vampiros, Carla....Antes de serlo, estabas vivo con mayúsculas, eras el dueño absoluto de tu presente...Sin condiciones, tener hijos te condena a la noche perpetua (pero no en tu discopub favorito) donde pasas a ser un no-muer-to, y vagas, sin dormir....Sin apenas poder comunicarte con los “otros”, agotado, ojeroso y al mismo tiempo dueño de una fuerza sobrenatural, en la mayoría de los casos deseando convertir a otros pobres de un mordisco".


Años después no me gustan disparatadamente las reuniones con niños, ni las fiestas con niños, ni los restaurantes con niños, ni los niños, bueno, algunos reconozco que sí. Sin embargo, la clave es esta: El genio de la especie, la biología, el instinto, la naturaleza y nuestra psique VS el individuo, el yo. El YO. ¿Hasta qué punto nos dirige o debería dirigirnos la naturaleza?


¿Somos más o menos felices viviendo en consonancia con nuestra naturaleza o bien dirigidos por un objetivo nuevo y personal donde reproducirnos no tenga espacio ni lógica?

Biológicamente hablando, la vida es una batalla entre todas las especies para no extinguirse, para perpetuarse, en un proceso donde todos los seres vivos adultos se inmolarían, se autodestruirían por su crías (así lo hacen , lo hacemos, la mayoría). Y esto por qué ¿por placer? ¡No!

Nos autodestruiremos por nuestras crías porque hay algo por encima de nosotros como individuos (no lo digo moralizando, describo objetivamente) y es la especie humana. Schopenhauer (era ateo recalcitrante) analiza el matrimonio y la descendencia y opina que hay algo muy por encima de nuestros deseos y decisiones, algo que nos gobierna lo queramos o no, lo sepamos o no y es "El genio de la especie, nuestra naturaleza, que persevera tras su único objetivo: la perpetuación".

La cuestión aquí es analizar pormenorizadamente si nos hace más felices proceder desde lo natural o por el contrario, vivir al margen de nuestra condición de mamíferos y comenzar una existencia nueva mucho más humanística, al margen de estas actividades o "cargas". Para mí ese es el debate.


El otro día, hablando con mi hermano, que es un psiquiatra muy bueno y muy liberal, me comentó que tenía la consulta llena de solteros (lo mismo me comenta mi ex marido también psiquiatra) que a partir de los cuarenta no saben cómo manejar tantísimo tiempo libre y tanto "sí-mismos"o tanta yomismidad_el narcisismo se pasa, en el mejor de los casos.


También me dijo que el sentimiento de utilidad y de pertenencia que te proporciona la familia, te mantiene estresado, sí, pero casi nunca deprimido o desesperanzado, el sentimiento de utilidad, al final, es lo que garantiza la salud mental (dicen).

La maternidad es un antidepresivo natural, estoy convencida y le hace a uno mejor persona; yo llevo 10 años observando mi alrededor con una condolencia dolorosa, a veces ridícula, como si Pepe (mi primogénito) me hubiera convertido en madre de la Tierra sobre la que camino, de su mano. Y de la de Inés y Blanca y Carlota.
Y ¡es simpático! el asunto porque siento como un amor profundo y denso... indisimulable...¡santo! y no por mí, concretamente, ni por mi marido, mis hijos o mi familia...sino por todas y cada una de las criaturas del mundo, es como una droga, maravillosa....

Y como me caen tan bien, les voy a contar una cosa muy simpática y psicodélica, que es una metáfora espontánea y sin pretensiones de mi vida cotidiana: Inés (8), Pepe (10), Blanca (9) y Butler (Butler es nuestro perrito) son como un caleidoscopio. Como una especie de amoroso citoplasma en el que estoy encallada, sin más.


Tachadme de vivir una maternidad lisérgica, no importa, pero ellos se abren y se cierran a mis ojos, a mi espalda, me rodean, se juntan se separan por aquí, por debajo de la mesa, en frente, en transversal, de la mano o unidos por una fuerza alcaloide, por una concentración de iones de hidrógeno. Y yo los miro, con los ojos abiertos o cerrados... y los veo ahí bailando color metal, formando sales por reacción, por todas partes...


Y me froto los ojos, la maternidad, la hiperatención, la preocupación constante (tengo ojos en la nuca, les digo) me precipita en una conciencia fuertemente alucinógena dotada de notables propiedades analgésicas, antitérmicas y antirreumáticas.


Cuando quiero silencio, inactividad, se ríen sólidos, gaseosos, en forma de escamas nacaradas o polimerizando fácilmente en todas las gamas de azul, hipnóticos, sedantes, transparentes....¿qué es esto?¿os ha pasado?
Si deseo que vengan se disuelven, se evaporan, se transforman en cristales gruesos y yo no debo dejar de mirarles, aunque cierre los ojos, aunque se vuelvan espesos, inestables, grasos, glicerina.
Son como un beso en el aire, incoloro y un poco más pesado que el agua.

Carla de la Lá

Sobre la autora

Soy periodista, escritora, diseñadora, profesora y empresaria. Tengo 4 hijos, un marido, un exmarido, un perro y un gato y pienso que la vida es como un bizcocho que se te quemó. La receta nunca sale como uno espera, como la foto del libro ¡Se te ha quemado el bizcocho!_Oirás_Claro, ya lo sé, yo misma lo puse a la temperatura equivocada...¿pero sabéis qué?

No hay que dejarse llevar por la cubierta requemada, coges un cuchillo, la quitas y por dentro está buenísimo, y ya si le pones una buena mermelada...mmmm ¡delicioso!