Naturaleza
Estaca de Bares: el punto más septentrional de toda la Península Ibérica
A 400 kilómetros más al norte que Nueva York, se localiza un espacio de belleza singular donde se encuentran las aguas del mar Cantábrico y del océano Atlántico
El litoral gallego es una sucesión de suaves playas que se entrelazan formando rías y abruptos acantilados, ofreciendo un paisaje natural único. Son espacios que se elevan sobre el mar de modo casi intempestivo, como si alguien hubiese dejado caer una piedra de proporciones exageradas.
Este es el caso de Estaca de Bares: visto desde el aire, un saliente puntiagudo que se adentra en el agua en la provincia de A Coruña, configurándose, casi sin saberlo, como el punto más septentrional de toda la península ibérica.
Este lugar, que se encuentra 400 kilómetros más al norte que Nueva York, está en aguas menos frías, aunque cargadas de misterio y azotadas sin clemencia por el viento. Es un sitio emblemático de Galicia que fascina a quienes buscan sentir la fuerza de la naturaleza.
Porque ahí, en Estaca de Bares, las aguas del mar Cantábrico y del océano Atlántico se encuentran y se entrelazan, creando una experiencia visual difícil de olvidar.
Punto de encuentro
Situado en el municipio de Mañón, en la provincia de A Coruña, el cabo de Estaca de Bares representa el punto exacto donde el mar Cantábrico se despide del Atlántico, aunque su separación es solo simbólica, ya que ambos cuerpos de agua comparten en este punto una interacción especial.
La unión de estas aguas crea fenómenos únicos, como cambios en el color y el oleaje del mar, que pueden variar en cuestión de minutos. Además, convierte al lugar en un punto de referencia para pescadores y en una parada migratoria para aves marinas.
No en vano, Estaca de Bares es reconocido como uno de los mejores puntos de observación de aves en Europa y alberga una estación ornitológica permanente. Cada año, especialmente entre septiembre y diciembre, miles de aves cruzan por aquí, haciendo de este lugar un auténtico paraíso para expertos y entusiastas de todas partes del mundo.
El Faro de Estaca de Bares
En el extremo del cabo se erige el histórico Faro de Estaca de Bares, una estructura que, desde 1850, ilumina las noches y guía a los barcos que cruzan estas aguas.
De construcción robusta y aspecto imponente, el faro se encuentra a una altura de 101 metros sobre el nivel del mar, lo que le permite proyectar su haz de luz a una distancia de 25 millas náuticas, ofreciendo una señal clara a los navegantes de la región.
Su historia y estructura están rodeadas de una mística particular: ha sobrevivido a temporales devastadores y se mantiene como una figura central en el paisaje gallego, atrayendo cada año a cientos de visitantes que buscan conocer uno de los faros más importantes de la costa atlántica de Europa.
Además del faro, en la zona se encuentra un mirador en el antiguo semáforo de la Marina, hoy convertido en un hotel de naturaleza. Desde allí se pueden apreciar los restos de una base de control marítimo sobre los acantilados, junto a los cuales se alinean una serie de molinos de viento.
Cerca se localiza también el muelle prerromano de Bares (Mañón), un espacio protegido que incluye la costa de Loiba (Ortigueira), donde los acantilados resguardan algunas de las playas más recónditas de Galicia, conocidas por su difícil acceso.
Un espacio protegido
La singularidad geográfica y ambiental de Estaca de Bares ha llevado a que la región esté protegida bajo diversas normativas medioambientales.
La zona es parte de la Red Natura 2000 y cuenta con múltiples áreas protegidas que buscan conservar su valiosa flora y fauna. La biodiversidad del cabo incluye desde líquenes únicos hasta aves migratorias, cetáceos y una gran variedad de especies marinas.
Estaca de Bares es también un destino popular entre los senderistas, quienes pueden recorrer el cabo a través de rutas que bordean los acantilados y ofrecen vistas inigualables del horizonte marino.
Porque Estaca de Bares no es solo un punto geográfico en el mapa, sino una experiencia para quienes se aventuran en su costa. Al contemplar el encuentro de los mares, sentir la brisa intensa y observar el sol desaparecer en el horizonte, se comprende por qué este rincón de Galicia es un lugar donde el tiempo parece detenerse.
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