Religión
Este monasterio gallego es el más antiguo de occidente
Su historia está íntimamente ligada al Camino de Santiago y a la propia génesis de la villa que lo acoge
Ubicado en un frondoso valle a orillas del río Sarria, en el norte de la localidad que lleva su nombre, el Monasterio de Samos es una de las joyas monumentales e históricas más destacadas de Galicia. Fundado en el siglo VI bajo el impulso de San Martín de Dumio, es considerado el monasterio habitado más antiguo de España y una de las grandes cunas del monacato occidental. La presencia continua de los monjes benedictinos a lo largo de los siglos ha permitido que Samos conserve una tradición religiosa, asistencial y cultural de enorme calado.
La arquitectura del conjunto monástico refleja las sucesivas ampliaciones y transformaciones vividas desde su fundación. El monasterio presenta una imponente mezcla de estilos que van del románico al barroco, pasando por el gótico y el renacimiento. Su iglesia abacial, de factura barroca y construida en el siglo XVIII, destaca por su retablo mayor, obra del escultor José Ferreiro, y por su monumental fachada con escalinata señorial que recuerda a la del Obradoiro en Compostela.
El monasterio se articula en torno a dos claustros de gran valor histórico y artístico. El claustro grande, conocido como del Padre Feijoo (en honor al célebre ilustrado que fue monje en Samos), es una estructura herreriana de casi 3.000 metros cuadrados, considerado uno de los más amplios del país. En su centro se erige una estatua del monje firmada por Francisco Asorey. El claustro pequeño, o de las Nereidas, construido entre 1562 y 1582 en un estilo gótico tardío, presenta una fuente barroca en su núcleo y aún conserva una portada románica. En torno a él se distribuyen estancias esenciales como la cocina, el refectorio y la biblioteca.
La historia de Samos es inseparable de su hospitalidad hacia los peregrinos del Camino de Santiago. Ya desde el siglo IX, cuando se descubrieron los restos del Apóstol, el monasterio acogía a los caminantes con el espíritu benedictino de hospitalidad. Documentos medievales registran numerosas donaciones destinadas a sostener esta labor asistencial. Además de la hospedería, el cenobio contaba con botica y servicio de enfermería. En palabras del historiador y monje Arias Cuenllas, una escritura del año 1064 refleja cómo el monasterio servía de alivio espiritual y ayuda temporal a peregrinos, pobres y forasteros.
El complejo alberga también un museo que recorre la evolución del monasterio a través de siete salas con obras de arte, esculturas, orfebrería, manuscritos y libros desde el siglo III hasta hoy. La biblioteca, aunque parcialmente destruida por un incendio en 1951, conserva aún valiosas publicaciones. En las inmediaciones, sobresale la capilla del ciprés, una construcción mozárabe del siglo IX con puerta de herradura y un ciprés milenario que se alza más de 25 metros.
Durante siglos, Samos fue un referente espiritual y cultural en Europa. En el siglo XVI, la comunidad se integró en la Congregación de la Observancia de Valladolid, y alcanzó gran prestigio. De entre sus muros surgieron ilustres figuras como ocho obispos y el propio Padre Feijoo. Incluso el segundo obispo de Buenos Aires, predecesor del Papa Francisco, fue monje en este monasterio.
La invasión napoleónica y la desamortización del siglo XIX supusieron una dura etapa. El monasterio sirvió como hospital de guerra, acogiendo a cientos de heridos, y fue abandonado tras la desamortización de Mendizábal. Sin embargo, los monjes regresaron en 1880.
Hoy, el Real Monasterio de San Julián de Samos sigue habitado por monjes benedictinos. El cenobio está abierto a los visitantes y ofrece visitas guiadas a sus estancias, frescos y claustros.