Historia

De Soutomaior a Sobroso: dos de los castillos con más historia de Galicia inician su rehabilitación

Revueltas Irmandiñas, fantasmas o túneles secretos configuran el relato de dos de las fortalezas más bonitas de la comunidad

Castillo de Soutomaior.
Castillo de Soutomaior. Deputación de Pontevedra

Entre la niebla perezosa del amanecer, que surge como una especie de bostezo de gigante que al exhalar devora los paisajes a su paso, el castillo de Soutomaior se alza sobre los valles del Verdugo. Muralla a muralla, piedra a piedra, ha aprendido a convivir con el tiempo y con los siglos. A fin de cuentas, sus torres guardan historias de guerras, reinas, marquesas y fantasmas; ecos de una Galicia medieval que aún parece respirar entre sus muros.

A unos kilómetros tierra adentro, en Mondariz, el castillo de Sobroso despierta sobre una colina cubierta de alcornoques. Dos fortalezas hermanas en leyendas y destino que, tras resistir batallas y abandonos, inician ahora una nueva vida gracias a un plan de rehabilitación de la Diputación de Pontevedra.

El organismo provincial invertirá 1,9 millones de euros en la mejora de ambos recintos, que permanecerán cerrados al público hasta la primavera de 2026.

En Soutomaior, los trabajos se centrarán en una ambiciosa actuación de iluminación monumental y paisajística valorada en 1,7 millones de euros, con nuevas canalizaciones eléctricas, cuadros de mando, luminarias y un sistema de control que permitirá realzar su silueta nocturna.

En Sobroso, las obras, con un presupuesto de 210.000 euros, consistirán en impermeabilizar cubiertas y muros, sustituir carpinterías y aplicar tratamientos contra la humedad, una tarea clave para preservar su estructura milenaria.

De Pedro Madruga a la marquesa roja

El castillo de Soutomaior, originario del siglo XII, fue escenario de las revueltas irmandiñas y del poder feudal de Pedro Álvarez de Soutomaior, el temido Pedro Madruga. Reconstruido tras la guerra campesina de 1467, se convirtió en símbolo de resistencia y orgullo gallego. Ya en el siglo XIX, sus nuevos dueños, los marqueses de la Vega de Armijo, lo transformaron en palacio romántico y diseñaron los jardines de camelias que hoy lo rodean.

La historia dio un nuevo giro con María Vinyals, heredera ilustrada conocida como la “marquesa roja”, que promovió en el castillo actos culturales y un pequeño sanatorio. Tras décadas de abandono, la Diputación lo recuperó en los años ochenta, devolviéndole su esplendor y abriéndolo al público como museo y jardín histórico.

Entre sus muros también habita la leyenda: la del misterioso “Alemánote”, un huésped que, según se cuenta, aún vaga por las torres recordando experimentos prohibidos. Pronto, su silueta brillará de nuevo bajo la luz de la nueva instalación artística que lo convertirá, literalmente, en un faro de historia.

Castillo de Sobroso.
Castillo de Sobroso. Deputación de Pontevedra

Túneles secretos y almas en pena

El castillo de Sobroso, en Vilasobroso (Mondariz), hunde sus raíces en el siglo XI. Aquí la reina Doña Urraca I de León habría estado sitiada por su hermana Teresa de Portugal, y de aquí habría escapado por un pasadizo secreto hacia el río Tea. También fue bastión de los Sarmiento, rivales de los Soutomaior, y escenario de las luchas que asolaron el sur de Galicia en la Edad Media.

Tras siglos de decadencia, Alejo Carrera, vecino de la zona, lo rescató del olvido en 1923. Gracias a su empeño, la fortaleza recuperó parte de su estructura original, y hoy forma parte de la red de museos de la Diputación.

La tradición cuenta que aún ronda por sus almenas el espíritu de Floralba, esposa de un conde que la condenó a vagar eternamente tras su traición amorosa. Su historia, mezcla de tragedia y leyenda, forma parte del alma del castillo.

En los próximos meses, los operarios devolverán a Sobroso su firmeza frente al tiempo y la lluvia. Y cuando la primavera de 2026 comienza a despuntar en Galicia, Soutomaior y Sobroso reabrirán renovados, con sus piedras listas para seguir contando, bajo la luz o entre la niebla, las leyendas que los siglos no lograron olvidar.