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Restaurantes con historia

Restaurante Casa Consuelo, 90 años de sabor y arte en el corazón de Asturias Occidental

Ubicada en Otur, muy cerca de la encantadora población de Luarca

Imágenes de Casa Consuelo
Imágenes de Casa ConsueloCedida por Casa Consuelo

Hay lugares que no se visitan: se viven. Lugares que respiran historia, memoria y emoción. En este mes de agosto, he tenido la fortuna de viajar a uno de esos rincones con alma: Casa Consuelo, ubicada en Otur, muy cerca de la encantadora población de Luarca en Asturias. No era una visita cualquiera. Este año celebra nada menos que su 90º aniversario, una cifra que por sí sola ya invita al respeto, pero que, tras cruzar sus puertas, se convierte en una celebración constante del buen gusto, la cocina de raíces, el vino excelente y el amor por el arte pictórico.

Fundado en 1935, este restaurante nació como una modesta casa de comidas junto a la carretera, y con el paso de las décadas se ha convertido en uno de los templos gastronómicos del norte de España. Lo que comenzó siendo una parada para caminantes y camioneros, hoy es un destino gastronómico que atrae a gourmets de todo el país, y no pocos de fuera de nuestras fronteras.

La cocina de la memoria

Si algo define a Casa Consuelo es su fidelidad a la tradición sin renunciar a la evolución. Su carta es un canto a la despensa asturiana y a la cocina de producto, esa que no necesita maquillajes porque la materia prima habla por sí sola.

Durante mi visita, tuve el privilegio de estar acompañado por la artista plástica Inma Amo, cuya sensibilidad estética fue un complemento perfecto para disfrutar de esta experiencia multisensorial. Comenzamos con un salpicón de marisco, de textura estupenda. Continuamos con la ensaladilla rusa, uno de los emblemas de la casa. Y para los amantes de la cuchara, como yo, no pude resistirme a las verdinas con marisco, muy suaves y enteras, con un caldo untuoso que solo se consigue con tiempo, mimo y experiencia.

Los pescados, como no podía ser de otro modo, ocupan un lugar privilegiado en Casa Consuelo. Por ello, finalizamos con una merluza a la sidra, rebosante de sabor a mar y que deja claro el dominio absoluto que aquí se tiene de la cocina asturiana tradicional.

De postre, optamos por una tarta de queso y una tarta de manzana, sin duda entre las mejores que he probado. Ambas fueron el broche perfecto para un festín como los de antes, de los que se quedan en la memoria.

Y no quiero dejar de mencionar que otra de las especialidades de la casa son las carnes, entre las que destacan el Kobe, el Angus americano y el Angus nacional. Todas ellas de magnífica calidad y tratadas con respeto absoluto por el producto. Su carta es tan extensa como apetecible y queda mucho por descubrir en mi próxima visita.

Una bodega con historia (y con historias)

Pero no solo de cocina vive el espíritu de Casa Consuelo. Por ello, durante la comida, disfrutamos de un vino blanco Louro do Bolo, de la variedad godello, que tan bien elabora Rafa Palacios en Galicia en la D.O.P. Valdeorras. Gracias a su densidad y excelente acidez en boca, resultó un aliado perfecto para armonizar con todos los platos que probamos.

Debo decir que su bodega es un auténtico museo líquido. Junto al restaurante se esconde una cava silenciosa y fascinante donde descansan cientos de referencias, muchas de ellas verdaderas joyas enológicas. Encontramos desde los clásicos de Rioja y Ribera del Duero, hasta referencias de diferentes lugares de España y algunas zonas de Europa. Y sin olvidar etiquetas centenarias, muchas de ellas adquiridas por diferentes generaciones de la familia.

Lo que impresiona no es solo la cantidad, sino la sensibilidad y coherencia con que se ha conformado esta colección. La carta de vinos es extensa y con un equilibrio notable entre precio y calidad. Aquí el vino se cuida, se mima y se sirve como merece.

El arte de convivir: pintura y paisaje

Lo que hace aún más especial a Casa Consuelo es su firme apuesta por la cultura. Desde hace más de veinte años, el restaurante impulsa, con carácter bienal, un Certamen Nacional de Pintura que reúne a artistas consagrados y noveles que encuentran aquí un espacio para mostrar su obra.

Cada rincón del restaurante y de su hotel está decorado con cuadros que han sido premiados o seleccionados en este certamen, lo que convierte cada visita en una experiencia artística además de gastronómica.

En este contexto, tuvo un papel muy especial Álvaro García López, uno de los propietarios históricos de Casa Consuelo, ya fallecido. Su profunda sensibilidad por el arte lo llevó a convertirse en un coleccionista apasionado, y entre sus adquisiciones figuran varias obras de Inma Amo, artista que me acompañó en esta visita. Álvaro se sintió profundamente atraído por su estilo expresionismo abstracto que transmite el gran colorido y la luz del paisaje y naturaleza en sus piezas por lo que no dudó en incorporarlas a la colección que hoy forma parte del alma visual de Casa Consuelo. Su legado artístico sigue vivo entre las paredes de este lugar, y su huella, como la de tantos artistas que han pasado por aquí, es profunda e imborrable.

La familia al frente de la casa ha sabido mantener este espíritu cultural y convertir Casa Consuelo no solo en un restaurante, sino en un lugar de encuentro, de celebración de la vida, de fusión entre arte, vino y buena mesa.

Un referente con alma

En tiempos en los que todo parece efímero, lugares como Casa Consuelo nos recuerdan la importancia de lo duradero. De lo auténtico. De lo que se transmite de generación en generación con esfuerzo, pasión y cariño. Cumplir 90 años no es solo una cuestión de longevidad: es una muestra de coherencia, excelencia y amor por un oficio que se practica con las manos y con el corazón.

Casa Consuelo no es solo una parada gastronómica: es un pedazo de la historia de Asturias. Y estoy seguro de que seguirá siéndolo durante muchos años más.

No quiero dejar de rendir un homenaje muy sentido, con este artículo, a uno de sus propietarios, quien fue un personaje único: Álvaro García López. Se marchó para reunirse con sus hermanos Mon, Roberto y su esposa Mari López, la guisandera, que dejó el legado de sus fogones en lo más alto de las estrellas. Allí, en ese firmamento donde el sabor también brilla, estoy seguro de que ambos continúan siendo inspiración para su hijo Álvaro, quien con profesionalidad y cariño sigue al frente de Casa Consuelo, manteniendo intacta la esencia y el alma de esta gran casa.