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Festival de Málaga

«Gente en sitios»: Manual de uso de la vida

Dirección y guión: Juan Cavestany. Intérpretes: Eduard Fernández, Maribel Verdú, Diego Martín, Santiago Segura, Coque Malla, Ernesto Alterio, Antonio de la Torre. España, 2013, Duración: 83 minutos. Comedia.

«Gente en sitios»: Manual de uso de la vida
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No es difícil percibir algo de ejercicio oulipiano en una película como «Gente en sitios», como si el Perec de «Las cosas» o «El gabinete de un aficionado» pudiera haber resucitado sus inquietudes sobre la síntesis del mundo como entropía de palabras, objetos y sujetos siguiendo un patrón secreto, clandestino, que nadie sabe a ciencia cierta descifrar. Cuando Perec escribe el prólogo de «Especie de espacios», da la sensación de que está hablando de la insólita, imprescindible película de Juan Cavestany: «El objeto de este libro no es exactamente el vacío, sino más bien lo que hay alrededor, o dentro (...) Vivir es pasar de un espacio a otro haciendo lo posible para no golpearse». Los personajes de las microhistorias de «Gente en sitios» se golpean a fuerza de no entenderse, y golpean al tiempo al espectador dejándole en Babia, frustrando sus expectativas de conexión y clausura, abandonándole en una suerte de agujero negro donde lo cómico y lo terrorífico riman, dan vértigo y perturban.

Cuando aparece en un taxi el politólogo Juan Carlos Monedero para hablarnos del hombre contemporáneo como «puro fragmento», la película ha hecho de la teoría práctica, y es entonces cuando sobran las explicaciones. Colección de aforismos antinarrativos, el filme de Juan Cavestany transforma el anecdotario hispánico en unos cuantos puntos suspensivos y pervierte la cotidianeidad de los personajes, siempre dispuestos a quejarse, mentir, humillar o ser humillados, para satisfacer la estupefacción de quien los mira, identificándose con su sorpresa.

La España de la crisis parece reflejarse en lo grotesco de las situaciones que se plantean, pero lo esperpéntico ni siquiera tiene tiempo de asentarse, de echar raíces, porque todo acaba casi antes de empezar, y la suciedad del digital doméstico –es esta una película «hecha a mano»– da una apariencia al conjunto de corto improvisado, autofoto o videoblog. Como si este sofisticado constructo, estimulante experimento de «otro» cine español que es posible y que ha venido para quedarse, fuera una realidad cazada al vuelo.