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Los sábados de Lomana: La nueva inquisición animalista

Estoy hasta la coronilla del fundamentalismo de algunos movimientos que pretenden imponer sus ideas fanáticas en nuestra vida y forma de pensar, vivir, vestirnos, comer

En el restaurante Numa
En el restaurante Numalarazon

Estoy hasta la coronilla del fundamentalismo de algunos movimientos que pretenden imponer sus ideas fanáticas en nuestra vida y forma de pensar, vivir, vestirnos, comer. No pienso doblegarme a estas dictaduras que no soportan la libertad individual si no está unida a su pensamiento, llamando fascista a todo aquel que no acata sus directrices. Estamos viviendo un peligroso momento de falta de libertad que lentamente se introduce en nuestras vidas, dándonos incluso en los medios de comunicación un listado de palabras que no podemos nombrar como se ha dicho toda la vida, por ejemplo «aborto». Tenemos que utilizar el eufemismo de «interrupción de embarazo». Digo esto porque esta misma semana he sido víctima de la intransigencia y falta de respeto hacia la libertad individual por una foto que publiqué de la manera más inocente en mi Instagram para dar las gracias a la Asociación de Peleteros Españoles que me habían regalado un bonito abrigo de Kalgan (cordero) y mangas de zorro español criado en granjas controladas por la normativa europea. Comenté que me gusta la piel natural porque es más sostenible, cálida y ecológica que un abrigo sintético, que contamina una barbaridad en su elaboración y no es biodegradable. No se imaginan ustedes la jauría de «animalistas» que más bien parecían gente enloquecida insultándome y diciéndome barbaridades en las redes sociales. Yo ni me había dado cuenta hasta que mi teléfono empezó a sonar sin parar desde televisiones y medios de comunicación que llamaban para que explicase por qué había dicho que era ecológica al llevar piel natural.

En un momento en el que estamos inmersos en la formación de un nuevo Gobierno que esta tensionando al máximo nuestra sociedad, esta intrascendente anécdota es noticia. No salgo de mi asombro. En una cadena de televisión me pusieron frente a una animalista a la que yo respetaba en sus ideas sin conocerla. Pero después de su intervención me impresionó su fanatismo e ignorancia. Me llamó asesina, que llevaba la muerte en mí con ese abrigo. Le pregunté si toda su ropa y zapatos eran de plástico y me dijo que sí. Eso es lo que me parece denunciable. Llevaba todo lo que más puede contaminar. Ella estaba encantada convertida en una burbuja de plástico. La piel natural, por el contrario, es lo más sostenible. Un abrigo de piel puedes heredarlo, reciclarlo y por último, lo tiras en mitad del campo y en menos de un año ha desaparecido. Ese mismo abrigo si fuese de piel sintética al cabo de 50 o 100 años seguiría sin desaparecer. Vivimos en una doble moral que asusta. Si matas y despellejas a un ternero, cerdo o conejo para comértelo, está bien y puedes ponerte su piel. Muchos de estos animalistas llevan «chupas» de cuero y comen carne. Ahora bien, no se te ocurra ponerte un abrigo de piel con pelo que te montan la del quince. Mi compañera de debate me contestó que cada uno haga con su cuerpo lo que quiera, pero siempre y cuando hagas lo que su dictadura indica. La vida humana les importa un comino, y si matan a una persona por llevar tirantes con la bandera de España tampoco hay que darle importancia porque era un fascista. Pues en estas estamos, y no seré yo la que borre mi foto ni deje de ponerme lo que me dé la gana. Respeto y vivo en armonía con la naturaleza, que empieza por pequeños gestos. No soporto a todas esas personas que tiran colillas al suelo. Reducir los residuos, evaluarlos y reciclarlos es un buen punto de partida. Ah, se me olvidaba: decirles a estos animalistas que desde los 18 años no como carne de animales mamíferos.