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Quiero ser azafata y volar con Helbig

En el penúltimo día de la Madrid Fashion Week reinó el caos con Úlises Mérida, los contrastes con Brain&Beast y Teresa Helgid, que vestirá a Iberia en los próximos diez años

El personal de Iberia desfilando con su nueva vestimenta
El personal de Iberia desfilando con su nueva vestimentaSergio R Moreno©GTRESONLINE

El absurdo de intentar justificar el absurdo. Según Ulises Mérida vivimos en un mundo tan obsesionado con la perfección que hasta para el caos o para el abismo de los cambios necesitamos una explicación. “No quiero ser conservador, he dejado mi orden y mi habitual planificación para ser abducido por el caos”. Y eso consiste en encontrarte un poco de todo. Sin ser sinónimo del “todo vale”, porque está trabajado desde la alquimia, desde dentro, y eso, por ejemplo, se puede apreciar en un abrigo negro acolchado que fue modelado. No hay orden, hay prendas sobre prendas, plumas, cordero merino y tejido tecnológico que acaricia el cuerpo como si volase. El pasado de Mérida nace en Jesús del Pozo. Hay un par de chaquetas que beben en ese patrón tipo kimono que Jesús bordaba y teñía en verde agua, como ahora Ulises. Monos de terciopelo para todo y con todo, sobre los que coloca vestidos o capas, sin olvidar la marca de la casa, los pespuntes y la camisa Betina, aunque en este caos se hayan convertido en Betinonas, tipo camisolas. En el caos buscado por él surgen prendas sencillas en los cortes, que no están acabadas hasta que el cuerpo de la mujer las define sobre ella, sin un orden riguroso, que se sobreponen y se acompañan de una sobredosis de accesorios como una pulsera brazalete con forma de enormes tazas pegadas de la Cartuja de Sevilla.

Precisamente el día después del Brexit, Marcos Luengo se acuerda de los escoceses. Pero no por acompañarles en el sentimiento, sino porque la inspiración le vino por un viaje a Edimburgo. Según aterrizaba en Oviedo conocía al pintor Kike Garcinuño y en su cabeza se fusionaron los cuadros del artista con la campiña verde y los tartanes. En ese momento visualizó una colección coherente con su público porque “yo todo lo vendo en mis propios puntos de venta. Son prendas reales pero esta vez he cambiado todo el patronaje y he trabajado unos patrones de sastrería impecables, con mangas potentes, con volumen en los hombros y cinturas ceñidas” donde los detalles son clave; corpiños y corsés con una trama perfecta de ballenas y pinzas para afinar la cintura, grandes hebillas forradas, blusas con lazadas al cuello o pantalones rectos que estilizan la figura.

Curiosamente toda la colección está plasmada en una inmensa capa de terciopelo con todos los motivos que utiliza y que ha sido un hito para la casa italiana encargada de estamparla. Jamás habían hecho algo así, tanta es la complicación que estaban sentados en la primera fila del desfile para ver el efecto. Marcos se sirve del mohair, el tartán, la falla de seda, la pata de gallo y el raso para diseñar una mujer empoderada, mezcla de lady inglesa y amazona. Los sombreros, como elegantes casquetes, han sido creados a la medida de la colección por la exquisita Nana Golmar. El resultado es una belleza elegante y además, dulce, porque Luengo es ovetense y de ahí se trae las moscovitas con las que endulza su show. Brain & Beast me da un dato: «El uno por ciento de la población está diagnosticada de narcisismo, gente cero empática con los demás».

Contrastes y mucha vida

Y de ahí que su colección comience con una sucesión de trajes grises para acabar con una muerta, sí, han leído bien, un traje negro simboliza el Apocalipsis. Gracias a Dios, entremedias hay mucho color en el ciclo de la vida que diseña Brain & Beast. “Nos estamos convirtiendo en grises y quiero que la moda sea un juego, donde haya un pantalón rosa chicle o una camiseta con un anuncio de una “pin-up” vendiendo un coche”. Desarrolla 130 prendas donde no repite tejidos, emplea 130 diferentes. Es como una supernova, que estalla y de pronto te hace el abrigo luz y su opuesto, el abrigo sombra. Se alimenta de la cultura de la calle y su ropa está tan viva que parece tener vida propia. Diez años le ha costado ser una empresa rentable. En China, a esta firma, que ya no desfila en 080BCN, la colocan junto a Balenciaga. De hecho en unas horas estarán volando para Oriente.

Nosotros casi volamos con Teresa Helbig. La catalana ganó hace dos años el concurso para diseñar los trajes del personal de Iberia. En ese tiempo han estado produciendo minuciosamente las 56 piezas. Serán diez años los que vestirá a la flota de la compañía. Y posiblemente, los nuestros serán los empleados más elegantes del espacio. El azul marino manda y los sutiles ribetes en amarillo y rojo, colores corporativos de la compañía, dejan claro que se trata de una línea española. Hay chalecos acolchados, bufandas envolventes, polos de punto fino y manga larga en rojo y azul. Pantalones y faldas con un pequeño fuelle en la cintura para que no oprima la prenda. Los trajes se ciñen y modernizan y llevan incorporado el spray invisible de la felicidad porque los empleados se verán tan atractivos con ellos que los viajeros saldremos ganando.