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Isabel Pantoja, en concierto: “Me siento una perra en esta noche mágica"

Dos años y medio sin subirse a un escenario y la artista consiguió llenar en sus tres cuartas partes el Wizink Center. Casi doce mil personas

Concierto de Isabel Pantoja en Madrid
La tonadillera Isabel Pantoja durante el conciertoJUANJO MARTINEFE

A Isabel Pantoja no se le ha olvidado cantar, sigue teniendo un chorro de voz prodigioso, lo malo es cuando el sonido no acompaña y el artista se desespera. Y eso le ocurrió a la tonadillera anoche en su concierto en el madrileño Wizink Center. Tal fue su enfado que tuvo que pedir ella misma que arreglaran el problema. Porque desde lo más alto del lugar los gritos del “no se oye” resonaban con fuerza. Al finalizar, en el camerino, el enfado era ya monumental. Además, estaba descontenta consigo misma porque en algunos momentos de su actuación llegó a olvidarse de la letra.

Dos años y medio sin subirse a un escenario y la artista consiguió llenar en sus tres cuartas partes el antiguo Palacio de los Deportes. Casi doce mil personas.

Las primeras filas, ocupadas por las incondicionales de sus clubes de fans, todo el tiempo saltando y acompañando a modo de coro a su “ídola”, como Isabel se denomina pateando el diccionario. Todas con boas de colores, las mismas que llevaron las transexuales que aparecen en el videoclip de “Enamórate”, lo último de Isabel, tema compuesto por el desaparecido Juan Gabriel para su amiga del alma.

La gente se anima, pero prefiere las canciones de siempre. Y llegan, desde “Marinero de luces” a “Era mi vida él”, “Me gusta a morir”, “Se me enamora el alma”, “Así fue”, “Hasta que se apague el sol” (dedicada “a mis cuatro nietos”)… rematadas con coplillas y rumbas. Y un poupurri con retazos de otras canciones.

Antes de pisar el escenario ha estado rezando durante casi media hora. A su Virgen del Rocío le pide salud para su madre enferma. Y que se le pasen los nervios, que todavía le entra la tensión del principiante. Pero es verse delante de sus fans y se transforma. Aquí resurge la “estrella” de multitudes, la mujer a la que tantos admiran. Es incombustible, los reveses de la vida no pudieron atarla al abismo. Y quiere resucitar con todas las de la ley profesionalmente.

Hace un año me confesaba que no quería estar en activo después de los sesenta y cinco, y los cumple el próximo año, el dos de agosto, pero parece haber cambiado de idea para bien de los que disfrutan de su voz. Ahora tiene claro que la jubilación queda lejos. Y la fortaleza intacta.

Físicamente, en forma y guapísima, la voz potente y la ilusión no decae. Lo grita su club de fans: “como la Pantoja no hay ninguna”.

Solamente un cambio de ropa en las tres horas que duró la actuación. Isabel es inagotable, apenas unos minutos de descanso. Primero, eligió un vestido largo en tonos dorados, con bordados geométricos en hilo de plata. Muy ceñido, marcando su espléndida figura. Mangas largas abullonadas hasta los puños y escote con transparencias.

Después, un esmoquin de lentejuelas azul noche. Chaqueta y pantalón a juego para entonar “El señorito”.

Entre el público pocos rostros conocidos: Belén Esteban, Omar Montes y su familia, el Maestro Joao, Raúl Sender, Rafa Mora, Amor Romeíra, Raquel Bollo, Oscar Lozano, Luis Rollán, Juanito El Golosina… La fiel Anabel Pantoja, la sobrinísima, una chica para todo con su mediática tía, se esconde entre bambalinas. Igual que Kiko Rivera y su esposa, Irene Rosales. Hijo y nuera de la artista.

Otro de los incondicionales fue un Mocito Feliz que vino desde Málaga y no consiguió que alguien le regalara una entrada. Pero cuando salgo del Wizink, más allá de la media noche, sigue esperando, impertérrito, helado de frío, con el fin de saludar a Pantoja cuando se vaya a la cama.

Pero Isabel no sabe nada, nadie le cuenta que este fan malagueño sigue fuera, sin una habitación, Durmió en la estación del AVE de Atocha hasta las seis de la mañana, hora en la que se montó en el primer tren hacia su tierra.

A la tonadillera se la ve feliz, deseaba reencontrarse con su público, y se permite el lujo de soltar al aire con fuerza: “me siento como una perra en esta noche mágica”

Pero la procesión va por dentro, porque es la primera vez que su madre, doña Ana, no asiste a uno de sus conciertos. Por eso, el día siguiente se fue a “Cantora” para estar con su progenitora y celebrar, el domingo, el cumpleaños de su nieto Albertito. Ni el niño ni su madre, Chabelita, han venido esta noche. Se quedaron en el sur con los compañeros de colegio del crío, en una fiesta cumpleañera.

A Isabel se le da mejor cantar temas de desamor que de amor. No está para conquistas, ya lo dice: “no quiero enamorarme, ya he tenido bastante…”

Pero se emociona, y llora, al recordar con “Marinero de luces” o “Era mi vida él” a su marido Paquirri, que esta semana hubiera cumplido setenta y dos años. El hombre de su vida, el que nunca le falló, no como otros de infausto recuerdo.

Ha sido una noche mágica, sí, y el lunes comenzará su singladura en el concurso “Idol kids”, una de las apuestas de Tele 5. Acaba su enclaustramiento en la finca, se vuelca en su madre pero necesita hacer caja.