Gente
La marquesa de Griñón, confinada en el palacio, sola y en tratamiento
Ella también dio positivo pero no fue traslada al hospital al no ser paciente de riesgo
Los marqueses de Griñón estaban aislados en el palacio de El Rincón, en Aldea del Fresno, allí se trataban porque los dos se habían contagiado de coronavirus. Cuando Carlos Falcó empeoró y llamaron a la ambulancia, los sanitarios solo lo trasladaron a él a la Jiménez Díaz, con 83 años era un caso de alto riesgo. Su esposa, Esther Doña, recibía la noticia del fallecimiento de su marido en plena cuarentena, sola y confinada en el palacio. Casi desde que se conocieron en Málaga durante una cata en el bar de un pariente de Esther Doña, saltaron chispas. 5.000 whatsapps más tarde, se casaban.
Desde entonces, Carlos Falcó y Esther, ya convertida en marquesa de Griñón, le daban vueltas a crear algo juntos, por asegurar el futuro de ella o porque el carácter emprendedor de Falcó le pedía estímulos nuevos coincidiendo con esa explosión de endorfinas que supone un amor en la vejez y además con una mujer a la que le doblaba la edad. Lamentablemente, ese negocio de cosmética basada en el aceite que envasaba el marqués en la almazara de su finca en el suroeste de la Comunidad de Madrid, ya no lo verán juntos.
Carlos Falcó nos dejaba el viernes porque nadie vio venir que, tratándose de una persona de riesgo, no podía seguir haciendo vida normal, y más sabiendo que el maldito virus que se ceba con la gente mayor estaba campando a sus anchas por toda la comunidad madrileña.
Carlos Falcó no dudó en acercarse al funeral del empresario mexicano, fundador del imperio Vip’s, Plácido Arango, y estrechar manos y dar besos como si no hubiera un mañana, pero no solo él, desde los Reyes Felipe y Letizia, hasta el padre Ángel que oficiaba el funeral, nadie reparó en la propagación del virus. Y eso que sabíamos que uno de los focos de contagio más importantes había sido otro funeral en Vitoria.
Tampoco dudó en aceptar la invitación para viajar, el pasado 7 de marzo, a la localidad de Illescas en Toledo para ver la famosa Corrida del Milagro, con Morante, Manzanares y Aguado. Allí en la barrera veía cómo le brindaban un toro, junto a Cari Lapique, que iba con su hermana y Julio Ayesa. En todas estas apariciones multitudinarias también le acompañaba su mujer. Aunque los dos se expusieron y se contagiaron ha sido el marqués el que no ha podido superarlo. Esther es joven y fuerte, aunque le detectaron hace un año un tumor benigno en una pierna, lo que motivó que los nervios entre la pareja estuvieran tan a flor de piel que desembocase en una pelea que llevó a Carlos Falcó a pasar la noche en comisaría. Lo cierto es que la salud de Esther es buena y también su juventud ha jugado a su favor. La marquesa viuda cumple su aislamiento vigilado, como es preceptivo dado que también dio positivo, en el palacio de El Rincón, una finca rodeada de las viñas que su marido tanto amaba. Allí establecieron su residencia y allí estaban tratando de salir adelante, pero él empeoró.
En el hospital de la plaza de Cristo Rey de Madrid fallecía. Sabían que estaba mal, pero no imaginaban ese desenlace tan rápido. Todo ha sucedido a contrarreloj en el cuarto y último matrimonio del aristócrata, ingeniero agrícola, emprendedor y avanzado en técnicas de explotación agraria. Amén de un hombre culto y grandísimo conversador. Este año no habrá celebración de tercer aniversario de boda. Su esposa, a la que él llamaba Nefertiti (que significa “la bella ha llegado”), tendrá que lidiar con un futuro complejo y con la pena de no poder haberse despedido, ni ahora velarle. Igual que la reina egipcia, Esther mostrará su tez sola en un mar de viñas.
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