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Los sábados de Lomana: “El tiempo congelado”
Definitivamente, la noche del miércoles día 1 de julio marcó un hito en la historia del Teatro Real de Madrid, que abría sus puertas después de este oscuro periodo de confinamiento y pandemia y nos ofrecía una maravillosa Traviata desnuda de boato, con una puesta en escena simbólica y emocionante en estos tiempos.
La ópera es ante todo música, también voz, esa voz absolutamente maravillosa de la soprano Marina Rebeka que nos trasmitió una enorme emoción. La emoción que fue lo que todos sentimos al levantar el telón con «La Traviata» y escuchar el «Libiamo». La vida relativamente normal volvía de nuevo, la belleza nos reconfortaba. Agradecer el enorme esfuerzo del Real para ser el primer teatro del mundo en hacerlo con una función de ópera al completo y en el foso con la espléndida Orquesta Sinfónica de Madrid. Después de 90 días de silencio que comenzaron el 30 de marzo se recuperaba esa vida que la pandemia arrebató a muchos. La música también tiene silencios, la música es sanadora.
Esta Traviata estaba programada para cerrar la temporada 2019/20, pero muy diferente a lo previsto ni en el Real ni en nuestras vidas. Alfredo y Violeta se han amado intensamente hasta que la muerte los separa, como ha sucedido desde que Verdi la estrenara en La Fenice de Venecia en 1853, pero esta vez a dos metros de distancia sin poder besarse ni tocarse...ella muere de tuberculosis, la enfermedad que atacaba sin piedad en esa época siendo tremendamente contagiosa y creando una similitud con los actuales tiempos.
No fue una noche al uso. El teatro al cincuenta por ciento del aforo, distancia de seguridad de tres butacas vacías a cada lado de mi asiento, sin poder abrazar a los amigos que siempre vemos en los estrenos. La orquesta en un enorme foso separados por mamparas de cristal y los cantantes en espacios acotados con cuadrículas de las que no podían salir ni en el momento de la muerte. Similitud con el terrible momento de perder a seres queridos a los cuales no podías acompañar ni agarrar su mano cuando se fueron. Todos estos protocolos han sido elementos de lenguaje, que hicieron que miles de personas muriesen solas. El escenógrafo quiso trasmitir esa angustia en la muerte de Violeta.
Todo el escenario oscuro y una enorme cama blanca, solo importaban el desgarro de sus maravillosas voces que nos trasladaban al paraíso. El director artístico Joan Matabosch trasmitió un precioso mensaje: «En el mundo del teatro cancelar no es la única opción, hay que ser valiente y dar un paso adelante». El primer teatro en cerrarse fue La Scala de Milán a punto de estrenar «Trovatore». El primero en reabrir ha sido nuestro Teatro Real con un gran despliegue de medidas de seguridad y valentía. Nos quedan muchas noches por vivir y disfrutar olvidando ese momento en el que todo quedó congelado en el tiempo.
Deberíamos hacer un esfuerzo enorme por el teatro, los museos, los conciertos, los libros, la cultura en general y todo aquello que nos ayuda a ser mejores, más tolerantes y cultos. Solo eso podrá salvar a esta sociedad, de gobiernos instalados en la cultura de la mentira, menospreciando a los ciudadanos como si fuésemos perfectos imbéciles con los cuales pueden jugar y engañar porque están atenazados por el miedo y la incertidumbre.
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