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La tragedia persigue a la familia Reyzábal, una de las más ricas y poderosas de España
Uno de los clanes más importantes, con negocios inmobiliarios y otros relacionados con el mundo del cine y de la cosmética, vuelve a ser noticia por un triste tema: el fallecimiento de Ana, de solo 14 años, en un campamento de verano en cantabria
Esta semana, la muerte de Ana Reyzábal por un trágico accidente mientras descendía por un río asturiano en kajak, ha sacado a la discreta y millonaria familia Reyzábal de su acostumbrado perfil bajo. Una estirpe que ha reinado en la sociedad empresarial española como unos Kennedy de las finanzas. Se han convertido en varias sagas, dado que el patriarca, Julián Reyzábal Delgado, tuvo siete hijos que fueron casándose con el consiguiente crecimiento exponencial. El apellido está o ha estado detrás de edificios tan emblemáticos en Madrid como Castellana 15, el de la Mutua Madrileña o el 20% de Torre Picasso, ahora propiedad de Amancio Ortega, los cines Palacio de la Prensa, Callao, Princesa, Luchana, Carlos III o Bilbao, este último unido a un terrible suceso, la caída en noviembre de 1995 de su marquesina que acabó con la vida de seis personas e hirió a doce que esperaban para ver «Una monja de cuidado».
Aunque la desgracia más impactante que persigue a una familia tan numerosa y activa, por no haber sido suficientemente aclarada, fue la del incendio y destrucción de la joya de la corona del imperio, la torre Windsor, que ardió como una tea y donde algunos vecinos aseguran que vieron extrañas sombras que se movían por los pisos. Esa noche del 13 de febrero de 2005 se quemaron importantes documentos de algunas empresas que tenían ubicadas su sede en el rascacielos.
La venta posterior del solar arrasado supuso otro momento de crisis en la familia. Era mucho dinero y muchos herederos. El caso que saltó a los medios de comunicación fue que, a la muerte de Javier, hijo de Florentino, el tercer hijo del iniciador de la saga, se descubrieron unos fidecomisos registrados en México que no se habían contabilizado en el reparto de la herencia. Su viuda, Ángela Roig, perteneciente a otra saga valenciana de ilustres emprendedores, propietarios de los supermercado Mercadona o las cerámicas Pamesa, tuvo que llegar a un acuerdo con su suegro en el que se tuvieran en cuenta estos flecos de millones en la herencia a percibir.
Dicen que el patriarca, Julián, trabó amistad con el pastor de ovejas propietario del solar que luego se convertiría en Azca y se lo compró a buen precio. También cuentan que de madrugada visitaba con su viejo Mercedes negro el local en el que estaba interesado para un nuevo cine y medía la distancia desde la boca del metro hasta la puerta del mismo.
La saga ha mantenido Madrid como centro base de operaciones. Sus casas en las urbanizaciones de Somosaguas, Paseo de la Habana, Montealina en Pozuelo de Alarcón o Puerta de Hierro son tan inmensas y bien dotadas por dentro como discretas en el exterior. Amén del chalé familiar que reunió durante muchos años a la familia en el entorno serrano de Miraflores de la Sierra, cerca del lugar donde dicen que se le apareció al patriarca la Virgen y de ahí que le construyese en 1952 la Gruta de Nuestra Señora de Begoña con la leyenda «Camino, Verdad y Amor».
Religiosos, austeros y discretos
En la generación en la que el patriarca Julián crió a sus siete hijos era una costumbre muy extendida entre la escasa clase acomodada madrileña tener una segunda residencia en la Sierra: Los Molinos, El Escorial, Camorritos o Miraflores. En cuanto pudieron, levantaron un chalé de granito como correspondía a su más que acomodada situación. Los Reyzábal, afirman los que les conocen, son una familia profundamente religiosa, austera, discreta y familiar. Una persona que trató al abuelo de la menor que acaba de fallecer afirma a LA RAZÓN que «son gente de la vieja escuela, de esas que no les gusta aparentar. Tú les ves y no puedes imaginar lo riquísimos que son. Una familia que ha hecho una gran fortuna, que aún mantienen, por el inmobiliario fundamentalmente y que son muy prudentes, no hacen inversiones de gran riesgo». Sociedades como Reyza2006, Inversiones Reca, Inmobiliaria Ason, Inversiones Cartucho, Reyza Inversiones, Espectáculos Callao, Nueva Najarra o Inmobiliaria Siega tienen a un Reyzábal como referencia. También diversificaron algunas de sus inversiones, como la creación de la Fábrica de Cosméticos Reyza con su propio edificio, el Reyza, que está catalogado como un ejemplo de estilo arquitectónico Brutalismo.
Ahora es común que los famosos anuncien o prescriban productos, pero ellos fueron unos avanzados también en la promoción de sus cremas y jabones. Durante años, Marujita Díaz fue imagen de la marca. El otro pilar de la fortuna familiar y que fue el origen de todo se sitúa en el cine y sus confluencias. El patriarca y su mujer se iniciaron, él como contable del cine Montera, propiedad de los jesuitas, y ella, como taquillera en otra sala, y ahí observaron todo el engranaje y tomaron nota. Poco a poco se hicieron con la distribuidora y productora de películas Ízaro Films. Era la época de Pajares y Esteso, Alfredo Landa, Raúl Sender y el destape. Para entonces, la familia contaba con una red de cines cuyos bajos, don Julián, hombre de pueblo, había tenido la genial idea de convertirlos en salas de baile para esos jóvenes que, como él, había emigrado a la ciudad y necesitaban un lugar donde socializar.
Así nacieron las «boites» Cleofás, Princesa, Xenon, Victoria o la Windsor y los espectáculos de «varietés» con Norma Duval y María José Cantudo y cómicos como Bigote Arrocet o Moncho Borrajo. Los siete hijos del matrimonio fueron creciendo y el patriarca les repartió las patas de su imperio.
A José María le encargó la productora de cine. A Julián, las salas de juventud. A Florentino, el abogado, la selección de películas. Florentino también perdió un hijo pronto, Íñigo, en un accidente de coche cuando una conductora, que circulaba en sentido contrario, se estrelló contra el BMW del joven, que tenía 18 años.
Eduardo murió a los 45 de un cáncer, pero le dio tiempo de poner en valor el negocio de cosmética y era el abuelo de Ana Reyzábal, que ha perdido la vida hace unos días mientras disfrutaba de un campamento de verano. A Milagros, por ser mujer, no le correspondió ningún negocio.
Fortunato también falleció joven a los 42 años de un infarto mientras estaba de cacería y es el padre de la cantante Barei. A Jesús, por ser el pequeño, le apodaron «El cachorro», y como arquitecto se encargaba de las obras y edificios familiares. Los hijos, además de esas patas que el patriarca distribuyó, han contado con un importante patrimonio inmobiliario.
De la segunda generación viven Milagros y Florentino. La tercera ha diversificado los negocios a la energía fotovoltáica, la explotación de espacios destinados a publicidad o a las inversiones a través de sus SICAV familiares, y aún siguen reuniéndose cada 31 de agosto para celebrar una misa en recuerdo del patriarca, Julián Reyzábal Delgado, un burgalés que salió de Caleruega, huyendo del campo y del ganado, hacia la ciudad, primero a Bilbao, donde conoció a Milagros Larrouy, y, luego, a Madrid, donde forjó su imperio y su saga.
en una roca
De nuevo la tragedia ha vuelto a la familia. Ana, de 14 años, estudiante de secundaria en el colegio San Patricio a la que le gustaba el deporte, fallecía el pasado fin de semana en Asturias. La niña estaba en un campamento de deportes y aventuras de Cantabria con su hermano. Llevaban tan solo cuatro días de surf, senderismo y convivencia cuando la jornada de actividades de riesgo comenzaba emocionante con unas prácticas de barranquismo para terminar a primera hora de la tarde con un descenso por el río Saja. Cuando la pequeña embarcación chocó, ella salió disparada, quedando atrapada en otra piedra, donde la corriente pasaba con gran intensidad. Ana quedó allí y hasta la noche los buzos no pudieron rescatar su cuerpo sin vida.
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