Gente
Una A, de Ana, en el albero y una P, de Paloma, en la plaza
Las provocaciones de Enrique Ponce exhibiendo su amor, obtienen respuesta.
Nadie podía imaginar que la vuelta a los ruedos de Enrique Ponce iba a ser tan polémica. Tras meses sin torear como resultado de las medidas sanitarias impuestas por el Covid-19, el torero valenciano se enfrentaba a dos compromisos muy especiales este primer fin de semana de agosto. El primero, el sábado en la plaza de toros de Osuna y el domingo, en Navas de San Juan, a escasos kilómetros de su finca “La Cetrina”, dónde continúan confinadas su mujer, Paloma Cuevas y sus dos hijas, avergonzadas de la actitud del diestro tras romper su matrimonio y confesarse enamorado de una joven 27 años menor que él.
Por ser el primero de los dos festejos, el de Osuna, se convertía en cita ineludible con los paparazzis, deseosos de captar, por primera vez, a Ana Soria en los tendidos. Pero la joven, que no ha dudado en hacer alarde de la relación que mantiene con el torero, ha optado por ceder todo el protagonismo mediático a su novio, que ha tenido que lidiar en la plaza, no sólo con los toros, sino también con el público. Una corrida mixta, con el rejoneador Diego Ventura y su amigo Javier Conde, marido de la cantante Estrella Morente.
La expectación era máxima. Vestido de color vino y oro, el torero tenía reservado un guiño de su amor a su chica y no ha dudado en pintar en el albero con su manoletina, una A con la que, dejaba claro, que a pesar de su ausencia en los tendidos, Ana Soria está más presente que nunca en su corazón enamorado.
Un gesto que iba a generar reacciones encontradas en los tendidos. El público que llenaba la plaza hasta el aforo permitido legalmente, el 75 por ciento, reaccionaba a la última provocación del diestro en la que era su primera corrida de toros separado, al menos públicamente, de Paloma Cuevas. Y desde el tendido llovían vivas y críticas, entre los que aplauden al amor y los que defienden que se respete la figura de su esposa, que vive sus días más tristes encerrada en la finca La Cetrina.
La A, de Ana Soria, en el albero de Osuna iba a encontrar una respuesta aún más airada en la plaza de Navas de San Juan (Jaén): una P, de Paloma, en los tendidos del pueblo dónde residió la pareja durante décadas y dónde el apoyo a la hija de Victoriano Valencia, su apoderado y ex suegro, es incondicional. Allí, Ponce iba a vivir sin duda, sentimientos muy encontrados, la felicidad que siente junto a Ana y la tristeza de no tener a su lado en una cita especialmente emotiva para el de Chiva, a los que conformaban hasta entonces su universo vital.
Sus dos hijas, Palomita y Bianca, se quedaron en casa junto a su madre y la, hasta entonces corte de amigos de Ponce, habituales de la prensa del corazón, hicieron mutis por el foro, dejando a Ponce solo frente al toro. Tan sólo, el presentador Ramón García, íntimo de Ponce, se dejó caer por el que hasta entonces era el feudo del torero: el pueblo de Navas de San Juan. Ni rastro de Genoveva Casanova, Paloma Segrelles, Estrella Morente, Fiona Ferrer, Carolina Herrera, las íntimas de Paloma Cuevas, que antaño llenaban de glamour las corridas del diestro de Chiva. El plantón a Ponce de los famosos ha sido antológico.
Con su vida personal en boca de todos por su sorprendente relación con Ana Soria y el fin de su matrimonio con Paloma Cuevas, Enrique Ponce afrontaba uno de los retos más especiales de su dilatada e impecable carrera: una corrida para festejar sus 30 años de alternativa en Navas de San Juan (Jaén) con 6 toros de su propia ganadería. El evento, celebrado a pocos kilómetros de su finca y en el pueblo en el que ha residido junto a Paloma y sus hijas, desde que contrajeran matrimonio.
En los días previos a esta cita tan especial para el torero, la pareja ha conseguido esquivar a los fotógrafos, refugiándose en fincas y casas de amigos de la familia Soria, que se han convertido en el principal apoyo para Enrique Ponce y su nueva pareja. Además de los Soria, la cuadrilla del diestro, se encarga de proteger a la pareja para evitar que sean fotografiados y son los mejores aliados de Ana, una aficionada que, esta vez, no ha podido ver los toros desde la barrera y ha preferido esperar en la habitación del hotel, informada por su mozo de espadas, de cómo transcurría la faena de Ponce.
✕
Accede a tu cuenta para comentar