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Los sábados de Carmen Lomana: “Parece que hemos olvidado el dolor que hemos pasado”

Carmen Lomana
Carmen LomanaCarmen LomanaCarmen Lomana

Si algo ha conseguido este maldito virus y el confinamiento ha sido enseñarnos a vivir con nosotros mismos especialmente en el caso de las muchísimas personas que viven de forma independiente sin convivir con familia o pareja.

El miedo al contagio, a no saber con quién nos estamos relacionando, si esa persona será portadora asintomática, hace que nos aislemos cada vez más.

En mi caso puedo asegurarles que es un problema. Mucha gente joven y no tan joven se acercan a pedirme fotos, da lo mismo que esté en la playa o en un restaurante. Por supuesto, para nada cumplen la distancia debida y se quitan la mascarilla. Cuando les digo que debido al Covid-19 no quiero fotos ponen una carita de desilusión que allá voy con la foto.

Como les decía no estoy dispuesta a jugarme este verano los tres meses de confinamiento en soledad y cada día que pasa tengo más fobia a compartir cualquier tipo de fiesta, comida, barco con personas que tengo la certeza que están o han estado con otras que han dado positivo y, sin embargo, siguen como si nada hubiese pasado, como si el Covid también estuviese de vacaciones, así es casi imposible que no lleguemos a septiembre con miles de contagios producidos en su mayoría por personas irresponsables y tremendamente egoístas que no quieren renunciar a sus vacaciones ni encerrarse en su casa, aunque estén con fiebre alta varios días. Esto que les cuento no lo estoy inventando. Es real y me rodea en Marbella.

La experiencia vital de estar solo puede experimentarse como una catástrofe o como una forma de conectarse con uno mismo. Para mi en este momento me tranquiliza y da seguridad. Me gusta estar en la playa pero sola en mi tumbona, bañándome sin parar. Para mí el mar es sanador y su aire con yodo, también. Los chiringuitos llenos de gente me inquietan y hacen huir de ellos.

Tengo la sensación de que las personas a la hora de comer y sentarse en un bar deben pensar que ahí tienen «patente de corso», pudiendo quitarse la mascarilla y charlotear en grandes grupos sin que nada malo pueda ocurrirles.

No es lo mismo estar solo , optar por el máximo aislamiento posible en estas circunstancias que sentirse solo.

Necesitamos a los otros para vivir, pero en este momento más que nunca lo que más deberíamos necesitar es cierto aislamiento y aceptar como un crecimiento personal y una forma de cuidarnos y construir una existencia propia que luego cuando llegue el momento nos apetezca compartir con los demás.

No estoy animando a no compartir nuestros días de vacaciones, pero sí a que sea con el menor número de amigos posibles, sabiendo en lo posible de su vida y sus andanzas, ya sé que es muy difícil el seguimiento y como les comentaba estamos rodeados de asintomáticos.

Pero mucha precaución que esto no es una broma y parece que hayamos olvidado con nuestra memoria selectiva el dolor que hemos pasado y estamos pasando con cantidad de muertos.

Estamos cruzando el paso de Ecuador de agosto y cada día doy gracias a Dios y a la vida por estar sana, por disfrutar del paisaje y la montaña que veo desde mi casa, pasear, leer, sentirme en paz y saberme querida. Quizá esta crónica no es muy alegre pero es la realidad.

Tenemos que cuidarnos por nosotros y por los demás. Mi sangre es 0-negativa, por alguna extraña razón las personas con esta sangre somos menos propensas al contagio, solo les pido que no tentemos a la suerte.