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Estado de Alarma: Adriana Lastra necesita un estilista
¿Las manos en los bolsillos de la chaqueta? No. Deformas la chaqueta y, lo que es aún peor, te deformas a ti misma
Llevo cabreado desde la intervención de Sofía Castañón, de Unidas Podemos, en la requetefallida moción de censura de Vox. Supongo que porque no lo escribí en su momento. O sea, la semana pasada. No sé quién lo decía, pero la frase era la siguiente: «El español piensa bien, pero tarde». Pues yo, en eso, pese a este apellido que mi padre italiano me dio, debo de serlo mucho. Español, digo. Por lo de pensar a destiempo. A ver, que lo de la diputada morada no es que fuera un discurso intrincado, rollo «Así habló Zarastrustra», que me llevara, tras una sesuda reflexión, a la introspección y a la rebelión contra el superhombre o el sistema. No. Para nada, pero consiguió que, por esos juegos del lenguaje, dudara del valor y ecuanimidad de mi ojo crítico. Porque, con una blusa blanca de hilo con canesú de cristianar, increpó a la bancada verde por poner siempre en tela de juicio su forma de vestir cuando ellos, chica, van vestidos con toda la honestidad y la dignidad del mundo.
¿Hola? ¿Cómo? ¿Honestidad? ¿Dignidad? Pues me dio un susto que te cag* porque por un momento, limitadito, dije: «Uhhh, Luis Álvaro, a ver si estarás haciendo con estas crónicas lo mismito que hacen los de Vox en el Congreso, petados eso sí, aunque tú vayas más suelto. ¿Acaso, Luis Álvaro, pones en duda la honestidad y la dignidad de alguien porque lleve una sudadera verde menta de felpa con pelotillas al Congreso? Ya les digo que, al instante, me autorrespondí: «Cariño, no. No temas. ¿Qué tienen que ver la honestidad y la dignidad con la prenda que te pones?».
El hábito no hace al monje. Sabio refrán. O lo que es lo mismo, que servidor pontifica la idoneidad. Unos Laboutin con plataformón no hacen más honesta a Olona que una chaqueta azul con 117 puestas a Pablo Iglesias (Macarena, bájate ya de esos andamios. Pablo, por favor, lleva esa chaqueta al tinte). Pero, cariños, tampoco al revés. Yo puedo ir vestido de lagarterana a un funeral, con toda mi dignidad y honestidad, incluso respeto, integridad, paz, amor y amistad, y no, no proceder. Dicho esto, el de la sudadera de felpa era Alberto Rodríguez. Oye, ¿de verdad? ¿Vamos a hablar de 1) Estado de Alarma 2) PGE, y nos ponemos una sudadera verde menta con los elásticos dados de sí y una mochila de karhu a un solo hombro? Pero esto ¿qué es? ¿Tercero de carrera de Sociología en clase de recuperación? Mira no. Honesto será –que lo dudo porque una camisita blanca tenemos todos–, pero ¿idóneo, apropiado, incluso te diré que respetuoso, Alberto? No. Y luego que uno piensa: ¿este señor decide qué parte de los PGE van dirigidos a Museos, Cultura…? Ahorrador entiendo que es, pero ¿no es capaz de administrar su sueldo para comprarse algo un poquito más aparente? ¿O bajo qué criterio su apariencia o cuidado personal no es relevante? Ya, es un tema peliagudo porque seguro que hay quien me está leyendo y ya está apelando a una conciencia de clase. No es cierto. Carmen Calvo y Cuca Gamarra, mal que les pese, tienen un armario intercambiable.
De hecho, si no supiera que son dos señoras distintas y, en un principio, ideológicamente adversarias, pensaría que son la misma o gemelas y separadas al nacer o esposas o compañeras de piso con un único armario. Son como esas muñequitas de recortable a las que les sirven las mismas prendas. Levitas, cuadros, grises, pantalón de vestir, cazadoras de cuero estructuradas, salones de medio tacón, siempre medidas y perfectas, y ambas con el mismo problema con la nutrición del pelo. Chicas, necesitáis una hidratante. Por lo demás, no os tengo que decir nada.
Bailando batuka
Ahora, Adriana Lastra... Necesitamos una estilista ¡ya! Porque aquí la idoneidad también la cumplimos, pero no hay mesura. Porque Adriana es como sus intervenciones, de rompe y rasga, pero una explosión tan gorda ¿a dónde nos lleva? A la implosión. Como el «big bang». Torera roja con falda de verano blanca estampada excesivamente corta con media negra, top lencero, «little red dress» excesivamente corto, ¡manos en los bolsillos de la chaqueta! Adriana, para. Ni faldas cortas –siendo bajita te hacen más bajita aún– y jamás, «never», las manos en los bolsillos de la chaqueta porque 1) te deformas la chaqueta 2) te deformas a ti misma. Si tienes culete, de repente, parece que bailas batuka en un gimnasio de República Dominicana y no que seas portavoz del PSOE en el Congreso. Adriana, hay que tomarse un café.
Y dirán ustedes: ¿y esto es lo que usted, Sr. Nemolato, tiene que decir de dos jornadas tan importantes? Ya, es fuerte. Pues anoten, Gabriel Rufián no solo consiguió que el presidente dé cuentas al Congreso cada 15 días del Estado de Alarma, sino que llevó dos modelos de deportivas que quitaban el hipo. Sobre todo las naranjas. Esto es totalmente random, pero seguro que le encontraré una explicación en algún momento.
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