Pasarela política
¿Alguien puede explicar el espanto del corte de pelo de las de Bildu?
Porque son axiomáticos, categóricos y cartesianos, pero se me escapan. ¿Quieren huir de la feminidad? ¿Arrobarse atributos masculinos como la agresividad y la violencia?
Líbreme Dios de analizar estas dos últimas sesiones parlamentarias con 1) el apoyo de Bildu a los PGE y 2) la Ley Celaa... Máxime, porque el argumentario político actual se formula bajo esta estructuración del lenguaje: «como sé que te gusta el arroz con leche, por debajo de la puerta te echo un ladrillo». Y así, señores, no hay debate posible porque, además, como Pili y Mili, si unos están en Boston, los otros, se las piran a California. Total que, yendo a lo mío, les voy a formular una pregunta aunque sigamos para Bildu. ¿Alguien me puede explicar qué significan esos cortes de pelo? Porque son axiomáticos, categóricos y cartesianos, pero se me escapan. ¿Quieren huir de la feminidad? ¿Arrobarse atributos masculinos como la agresividad y la violencia? ¿Endurecerse las facciones a golpe de amoniaco? ¿Rebelarse contra la belleza inútil y accesoria? ¿Intimidarnos con peinas y tijeras? ¿Señalar que el el espanto puede tener rostro y cardado sin flequillo? Si es así, chica, lo consiguen meridianamente.
Nunca una mecha perdiz (dícese de la mecha rubio platino sobre base violín «perpetrada» con gorro de goma), la de Isabel Pozueta para ser exactos, ha sido más terrorífica. No logro entender cómo una señora hipotéticamente en las Antípodas de eso, o sea, Carmen Calvo, no lo ve... No cabe duda de que las gafas «eyecat» de pasta verde en su pechera de chorreras eran un complemento y están sin graduar. Monísimas, pero inservibles.
Nadie le hace ojitos
Porque, me lo dices de Nadia Calviño, que no diferencie o advierta lo que Mertxe Aizpurua e Isabel nos cuentan con su «coiffeur mauvais garçon» y me lo creo. Porque Nadia debe de ser daltónica, ¿no? Si no, es imposible entender. Y a todo esto, a 20 metros, tenían a Inés Arrimadas, la pobre, que se había puesto como un pollo en rifa y, sin embargo, nadie le hacía ojitos. Bueno, Pedro Sánchez, miento. Y pollo, pollo, no iba. Pero en comparación a como suele ir al Congreso, en lanas frías y crepes de seda, en marinos y grises con blancos y cremas, que parece del Ejército de Salvación (¿será por eso? ¿Porque en ese sosiego entiende la salvación de los extremos verdes fluorescente y morado cardenal?) se plantificó una chaqueta de cuadros en rojo y naranja con botón dorado y «leggin» negro con manoletina. Lo típico que dice a gritos: ¡Oiga, que soy la alternativa! Pero al cuadro le pasan dos cosas. 1) O tira para «british» o 2) tira para circo. Y Sánchez se rió. Aún con la mascarilla puesta, se rió. Yo, que Inés, iría vestida de domadora y el sosiego para otra menda. Para Celaá mismamente, aunque ya es muy «lasai» la mujer. Perdón, sosegada. Es que como el castellano ya no es vehicular, me ha parecido poético utilizar el euskera. Sea en la lengua que fuere, que alguien le diga a Pablo Iglesias que se lave ese pelo, que se puede freír un huevo y hasta una bolsa de patatas McCain. Pero no lo digan muy alto, que a Iván Espinosa de los Monteros le puede entrar hambre. Y no, no le conviene.
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