Amilibia

Ya se puede jubilar Rappel: Pablo Iglesias es el nuevo adivino del reino

Mucho antes de que Felipe VI pronunciara su discurso de Navidad, él ya lo conocía y tenía preparada su respuesta

El vicepresidente segundo, Pablo Iglesias
El vicepresidente segundo, Pablo IglesiasKko HuescaEFE

La ministra Arancha González Laya, cara de monjita progre, aparece en la pista central del circo para cantarnos un villancico: no cree que el vice segundo haga «oposición interna al Gobierno», o sea, que «en el portal de Belén/ hay estrellas, sol y luna/ la Virgen y San José/ y el Niño Pablo en la cuna». Y aclara Arancha sobre las cosas del podemita: «Es una manera de expresar su postura; lo que cuenta en un Gobierno es qué se hace más allá de las posturas».

Será por posturas. Tienen más que el Kamasutra: diecisiete planes distintos para vacunar y diecisiete planes diferentes de Navidad. Oigan, no va más, le grito al televisor. No existe Gobierno en el mundo con más posturas. Ni con más planes. Las posturas no sirven de nada si no se tienen buenos planes en el viejo sentido de la palabra plan y según la sexta acepción de la RAE: relación amorosa frívola y fugaz. Ya decíamos hace muchos años en el café Gijón con insensata chulería juvenil: «No es que en España se folle poco, es que siempre follamos los mismos». Ahora el gran fornicador es este Gobierno lleno de planes, abundante en posturas, frenesí y eyaculaciones precoces.

El vicepresidente segundo y líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, en su escaño en el Congreso de los Diputados
El vicepresidente segundo y líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, en su escaño en el Congreso de los DiputadosEUROPA PRESS/R.Rubio.POOLEuropa Press

A todo esto el vice segundo suma su condición de vidente: mucho antes de que Felipe VI pronunciara su discurso, él ya lo conocía y tenía preparada su respuesta. Pero hay que alabar la prudencia de Pablo Iglesias: aconsejó a sus huestes no acusar todavía al Rey de crear el virus maldito en un laboratorio secreto, de llevar alzas para humillar a los bajitos, de la guerra de los Pantoja y, cómo no, del fusilamiento de José Antonio. Como nuevo Merlín del Camelot de la Moncloa, Pablo sabe que todo eso no bastará y prepara nuevas pócimas y aquelarres para, sin recurrir a Freud, lograr que Felipe VI mate al padre y luego se exilie. No tiene bola de cristal ni necesita que su Irene Montero le rocíe cada noche con los polvos de la madre Celestina: su enorme poder está en su moño mediano, y de ahí que diga lo que le sale del ídem. Y no se lleva el Gordo del Niño por no abusar. Ha jubilado a Rappel y a la Bruja Lola.