EEUU
El precio de las memorias de Melania Trump
La primera dama es la única que puede desvelar la factura que ha pagado por ser una Trump. ¿Se conformará con un divorcio dorado o lo contará todo?
Cuando hace cuatro años Melania se comprometió a seguir junto a Donald Trump y dar una primera dama al país, tal vez pensó que merecía la pena continuar soportando la obligada compañía de un fatuo megalómano para formar parte de la historia. En este tiempo se ha dedicado a dar lustre a su imagen como silencioso icono de moda, ocultando tras los desplantes hacia su marido la banalidad de su papel y también su incapacidad para dotarlo de más contenido.
Cuatro años de una sumisión dorada hasta lograr la libertad del divorcio. Esa era la tarea y la meta, según ha trascendido desde su entorno. Después, llegaría el verdadero premio, un retiro exquisito compartido con las personas que realmente le importan: su hijo, Barron, y sus padres, Viktor y Amalija, procedentes como ella de Eslovenia. Ese ha sido el único entorno íntimo de la primera dama. La familia dentro de la familia con la que ha convivido la mayor parte del tiempo. El verdadero hogar también para Barron, que incluso habla un fluido esloveno con sus abuelos.
Sin embargo, el final acordado y respetuoso que esperaba se va a transformar en un cenagal de infamia y complicidad. El asalto al Congreso de Estados Unidos por los más fanáticos partidarios de su esposo es el vergonzoso epitafio de una presidencia que será recordada como la mayor amenaza sufrida por la democracia de Estados Unidos. El impacto de la ocurrido el 6 de enero es de tal profundidad que sus consecuencias apenas han empezado a percibirse, aunque Melania ya pudo intuirlas cuando al día siguiente Stephanie Grisham, su jefa de gabinete, fiel protectora ante los medios y principal consejera, dimitía escandalizada. Con ella, otras dos de sus asistentes dejaban su puesto, Sarah Matthew, viceportavoz de la Casa Blanca, y Anna Cristina Niceta, jefa de eventos. Incluso para la distante y hermética primera dama, es un trago muy amargo ver cómo aliados y colaboradores comienzan una desbandada que llevará a muchos de ellos a las filas de sus más encarnizados detractores.
Legisladores, tanto demócratas como republicanos, están promoviendo despojar al presidente de su cargo. Si lo consiguen, será el primer jefe del Estado norteamericano que sufra la ignominia de la destitución por atentar contra la Constitución y las libertades. El apellido Trump tiene todos los visos de convertirse en una carga muy pesada y en un motivo de escarnio. Tal vez por eso Melania tenga más urgencia que nunca por desprenderse de él y ocultarse del mundo y de su todavía familia política en alguna de las mansiones que le correspondan en la separación de bienes. Y quizá, dentro de un tiempo, se haga realidad el rumor que ya circula hoy y decida escribir unas memorias en las que explique con detalle lo que le ha costado ser una Trump.
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