Famosos

Azarosa vida

La bajada a los INFIERNOS de Mila Ximénez que relató en sus memorias

Escribió sus memorias a través de los personajes famosos que se cruzaron en su vida y dos novelas, una de ellas, inacabada y la otra, sobre Isabel Pantoja

La periodista Mila Ximenez posa para posado improvisado en 1979
La periodista Mila Ximenez posa para posado improvisado en 1979Europa PressEuropa Press

«No me di cuenta de la mierda que tenía dentro hasta que no escribí el libro», dijo Mila Ximénezen la rueda de prensa de presentación de su libro de memorias, «Perdón, si no escribo de mí». Le acompañábamos, Jorge Javier Vázquez, como maestro de ceremonias y yo, como representante de la editorial Espejo de Tinta perteneciente al grupo de empresas de la que era socia. Jorge Javier, que aún no era su íntimo amigo, acudió a su llamada para presentar el libro por simpatía y por agradecimiento a los gloriosos «Aquí hay tomate» que Mila había protagonizado retratando a Isabel Pantoja: «Es siniestra, oscura, sombría, depredadora». Era febrero de 2005 y dos años antes, había dejado de ser Mila Santana para convertirse en un personaje con identidad propia. Estaba nerviosa porque, a pesar de su aparente fortaleza y su arrolladora personalidad, era una mujer llena de inseguridades aunque no lo aparentara.

Debutar como escritora era asomarse al abismo. El libro fue una auténtica catarsis. Se despojó de sus miedos y decidió que solo ella podía hacer el peor retrato de sí misma y dejó escrito: «Tenía miedo a que cuenten si soy cocainómana, lesbiana, bebedora, fumadora. Eso me ha agarrotado durante mucho tiempo. Ahora sé lo que soy y me agarro a eso. Soy todo lo que se ha dicho y nada de lo que la gente cree».

La periodista Mila Ximénez posa para posado improvisado en 1979.
La periodista Mila Ximénez posa para posado improvisado en 1979.Europa PressEuropa Press

Tenía 53 años muy vividos. Había estado en la cima en su breve matrimonio con Manolo Santana y había bajado a los infiernos, codeándose con personajes de los que se avergonzaba. Y ahí residía su grandeza, que mostraba al mundo con excepcional crudeza y una pluma inconfundible, repleta de adjetivos y sinónimos. Se había conformado con las etiquetas que le habían puesto y hablaba, sin tapujos, de su deambular entre esos dos mundos y de los personajes con los que se había cruzado en el camino. «A mis amigos el culo, a mis enemigos por el culo y a los indiferentes que les apliquen la legislación vigente», dijo dejando estupefacta a la audiencia.

Durante todo el proceso de creación, estuvimos a su lado, Gema Lendoiro, su editora, y yo, como apoyo moral. Recuerdo noches en su casa de Jacometrezo, detrás del Congreso de los Diputados, en las que ella se vaciaba de recuerdos y ataduras, entre gin tonics. También de días en los que escribimos juntas, en Sierra Nevada y Granada, motivándonos la una a la otra. Yo escribía entonces «Ambición», un libro de no ficción sobre la Operación Malaya y ella, una novela sobre Isabel Pantoja. Compartíamos protagonista pero el enfoque de ambas obras, era muy distinto. No nos sentíamos rivales en absoluto y, nos leíamos la una a la otra, corrigiéndonos mutuamente.

La periodista Mila Ximénez
La periodista Mila XiménezEuropa PressEuropa Press

El pasado miércoles, mientras nos despedíamos de ella, frente a su ataúd, Gema y yo, recordamos aquellos momentos. «Mila era brillante, tenía mucho talento escribiendo, pero era vaga» –recuerda, entre risas, Lendoiro. De repente le entraba la inspiración y escribía 30 páginas de golpe, maravillosas. Tenía que cumplir los plazos marcados por la editorial y cuando quedaba un mes, me pidió que fuera a su casa para forzarse a terminarlo. Apuró el plazo al máximo y, después de amenazar con no entregarlo, lo acabó».

Acusaciones falsas

Mila entró en cólera porque los 5.000 libros de la primera edición salieron con una errata en el título. «Fue culpa de la jefa de producción al mandarlo a impresión. Tenía que haber sido «Perdón si no hablo de mí» y no con la coma. Aún recuerdo su cabreo», recuerda su editora. «A ella le dolió mucho que Karmele Marchante la acusara de plagio. Doy fe de que no contrató a un negro, como dijo Karmele. El problema vino porque Mila se ayudó de una «amiga» documentalista para bucear en el archivo de la agencia Korpa y en la hemeroteca, con la intención de rescatar sus días de gloria. Mila había borrado muchos de sus recuerdos, sus auténticos demonios, y la «rescatadora» se auto erigió en su negra, dando armas a su enemiga. Yo desmentí que eso fuera cierto. Mila no se merece que tiraran por tierra el don que tenía. Nunca fue periodista, pero sí una escritora con talento. La muerte sesgó la que iba a ser su tercera obra, una novela inspirada en su vida, y su sueño de alcanzar el reconocimiento como autora.