
Dinastía
Muere la Reina Madre Sirikit: el fin de la era dorada de la monarquía tailandesa
el Rey Vajiralongkorn ha decretado un año de luto y funerales de Estado en el Gran Palacio de Bangkok, donde miles de fieles depositan flores de jazmín, su favorita
Tailandia llora a su última diosa coronada. Su Majestad la Reina Madre Sirikit Kitiyakara, símbolo absoluto de poder y resiliencia, falleció este viernes en Bangkok a los 93 años, cerrando el capítulo más majestuoso de la monarquía asiática contemporánea. Su figura - tan serena como imponente - sobrevivió a guerras, dictaduras o golpes de Estado sin perder autoridad ni fascinación popular.
Nacida el 12 de agosto de 1932 en el seno de una de las familias más distinguidas de Bangkok, Sirikit fue hija del príncipe Nakkhatra Mangkala y de Bua Kitiyakara. Creció en un entorno cosmopolita y culto que combinaba la educación europea con las convenciones palaciegas orientales. Estudió en internados de Londres y Suiza, donde aprendió inglés y francés y desarrolló su gusto por la música, especialmente por el jazz y el piano. Su nombre, “Sirikit”, significa literalmente “la gloria de Kitiyakara”, una promesa de destino cumplida.
El encuentro que definiría su vida ocurrió en París, a finales de los años cuarenta. Su padre, entonces embajador de Tailandia, presentó a la joven a Bhumibol Adulyadej, príncipe heredero que cursaba ingeniería en Suiza. Compartían una educación occidental y una sensibilidad artística que pronto se transformó en afecto. En 1948, tras un accidente automovilístico del príncipe en Ginebra, Sirikit acudió cada día a su cabecera. Ese hospital suizo fue escenario del comienzo de una de las parejas más duraderas de la historia contemporánea. Contrajeron matrimonio el 28 de abril de 1950, solo una semana antes de la coronación del rey Rama IX.

Durante más de seis décadas, Sirikit fue consorte, consejera y rostro internacional del trono tailandés. No solo acompañó al monarca en su intensa labor diplomática, sino que, en 1956, asumió el título de Regente de Tailandiamientras su esposo se retiraba temporalmente a la vida monástica según la tradición budista. Su papel fue histórico: la joven reina gobernó con serenidad y autoridad, ganándose la veneración de un pueblo que la consideró la encarnación viviente de Mae Phra Thorani, la diosa de la fertilidad y la compasión.
La reina que hizo de la elegancia un lenguaje político
Con aguda conciencia simbólica, Sirikit transformó la vestimenta nacional en un instrumento de diplomacia cultural. Rediseñó el traje tradicional, el chut thai, y lo presentó ante el mundo con un refinamiento capaz de rivalizar con la alta costura europea. En su gira de 1960 por Europa y Estados Unidos, deslumbró a jefes de Estado y editores de moda. En Londres fue recibida por Isabel II; en París, por De Gaulle y en Washington por los Kennedy. La revista Time la proclamó “la reina más bella del mundo” y Harper’s Bazaar la comparó con Grace Kelly “por su magnetismo cinematográfico”.
Su alianza con Pierre Balmain y Hardy Amies convirtió cada aparición pública en una lección de estilo y soberanía. Sus joyas —encargadas a Van Cleef & Arpels y Cartier— simbolizaban la continuidad de una monarquía refinada pero consciente de su tiempo. La tiara Thai Diamond Fringe, con más de un centenar de diamantes engarzados en oro blanco, fue su emblema más reconocible.
Más allá del esplendor
Bajo los tejidos de seda y la etiqueta ceremonial se ocultaba una reformista pragmática. En 1976 fundó la Fundación de Apoyo a la Reina Sirikit, dedicada a preservar técnicas artesanales y mejorar la vida de las mujeres rurales. Promovió los bordados tribales y la joyería local con una visión que combinaba desarrollo económico y orgullo cultural. También impulsó campañas sanitarias, clínicas móviles y proyectos de educación para comunidades aisladas.
Su conexión con el pueblo fue profunda y transversal. Aun cuando sectores urbanos cuestionaron a la institución monárquica durante las protestas democráticas de 2020, Sirikit y el difunto esposo permanecieron intocados por la crítica, símbolos de legitimidad que trascendía los convulsos tiempos políticos.
Un derrame cerebral en 2012 la apartó de la vida pública, pero su figura siguió presente en billetes, escuelas y en los retratos que honran a la “Madre de la Nación”. Cada 12 de agosto, en su cumpleaños, Tailandia celebra el Día de la Madre Nacional. Ahora, el Rey Vajiralongkorn ha decretado un año de luto y funerales de Estado en el Gran Palacio de Bangkok, donde miles de fieles depositan flores de jazmín, su favorita.
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