
Conversión
Álvaro Ferraro: de empresario «high class» a seminarista
El emprendedor sevillano, deja algo más que una prometedora carrera para ser sacerdote: «No soy Amancio Ortega, pero soy feliz». No es el único

Jesús se quedó mirándolo y, con cariño le dijo: «Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme». Él frunció el ceño y se marchó. No le siguió, porque no quiso dejar a un lado sus riquezas. Lo cuenta el Evangelio de Marcos, uno de los pasajes bíblicos que, sin embargo, han provocado más vocaciones de jóvenes que, a lo largo de la historia, dejando a un lado tantos apellidos ilustres, contratos más que asentados y herencias con las que tendrían solucionadas sus vidas, han decidido dar el paso para ser ordenados sacerdotes. Para ser otro Cristo.
En estos días, trascendía que Álvaro Ferraro de la Puerta, un joven sevillano, dejaba atrás su algo más que prometedora carrera como empresario para iniciar el propedéutico en Alcalá de Henares, la etapa inicial de formación para ser cura que comparten al alimón la Archidiócesis de Madrid y la Diócesis de Cervantes. «Sí, es cierto. En unos días comienzo en el seminario», anunciaba en su cuenta de Instagram el pasado septiembre su decisión en el que era su último post en redes sociales. «¡A vivir y a ser santos!», animaba a sus más de diez mil seguidores, entre los que se encontraba una emocionada Claudia Osborne: «Te deseo todo lo mejor y que tu camino sea uno lleno de luz». Esta reflexión compartida por la coach, influencer y escritora, además de hija de Bertín Osborne, muestra además cómo Ferraro de la Puerta rompe además con el ritmo de vida de la «high class».
Con la mirada puesta en el santuario del Rocío, que para él es fuente de espiritualidad, la distancia que ahora marca con su tierra le lleva a hacer una promesa: «Soñaré con volver. Con alzacuello o sin él, como Dios quiera». Atrás deja cuatro empresas, alguna que otra pareja, y mucho planeta recorrido, de Australia a Singapur. «He tenido novias increíbles con las he crecido, madurado y también sufrido», desvela sobre su pasado afectivo.
De hecho, se presenta en Linkedin como «un apasionado del mundo de la empresa; emprender por vocación y aprender por consecuencia». Él mismo reconoce que «no soy Amancio Ortega, pero soy feliz».
Ahora sus negocios se echan a un lado y Álvaro da un paso al frente con 30 años, que también es reflejo de la tendencia que se está dando en todas las diócesis y congregaciones de nuestro país en cuanto al aumento de la edad media de entrada, al igual que sucede con el retraso en la emancipación del resto de jóvenes. «Sí, estoy seguro de que Dios me ha llamado», sostiene, a la vez que él mismo se pregunta: «¿Para ser sacerdote?». «No lo sé aún, pero sé que este es el camino. Confío en que es lo que Él quiere para mí: la felicidad de mi vida. Por eso doy este paso, sin duda ni titubeo», remarca.
Formado en Relaciones Internacionales y Política, inicia este proceso de formación después de una conversión, a un acercamiento a la fe después de años alejados a través de Hakuna, la realidad eclesial fundada por el sacerdote José Pedro Manglano, que tiene la adoración eucarística y la música como uno de sus ejes evangelizadores y que hoy está presente en más de 20 países. En su caso, el antes y el después lo marcó un viaje a Lourdes, durante una peregrinación para acompañar a enfermos de la mano de la Hospitalidad de Madrid. Ser monaguillo en una de las misas le revolvió por dentro, sobre todo, cuando escuchó ese Evangelio del Joven Rico. Sin embargo, lejos de que aquello fuera una «caída» del caballo, se convertía en un hito dentro de un proceso de discernmiento vocacional de manos de un sacerdote que ha ejercido de director espiritual.
Y aunque sentencia que está «totalmente feliz y en paz», no oculta tampoco lo que implica frenar en seco con su dinámica vital hasta hace un mes: «Me da pereza, no te voy a mentir: rutina, delicadez, obediencia, renuncia, discipilina». Pero sabe que hay algo más grande: «Él me cuida».
De influencer al Cerro de los Ángeles
►Ferraro de la Puerta no es el único rostro reconocido y reconocible que se adentra en el camino para ser sacerdote gracias a Hakuna. Ahí está PabloGarcía, modelo que también este curso se estrena en el Seminario Diocesano de Getafe, ubicado en el Cerro de los Ángeles. Tiene 35 años, es de Granada y uno de los «influencer» católicos más conocidos, con cerca de 642.000 seguidores solo en Instagram. «No ha sido una decisión sencilla, pero estoy tranquilo, porque descansa en una certeza: el que apuesta por el Señor no se equivoca», comparte sobre su proceso de discernimiento para iniciar «una vida radicalmente distinta». Y lo comparte sabedor de que su entrada «es una decisión que seguramente ‘‘el mundo’’ no entiende: una vida cómoda, una estabilidad, ciertos lujos y ‘‘pocas preocupaciones’’». No duda en lanzar una interrogante a cuántos cuestionan su decisión: «¿De qué me sirve todo eso si mi corazón anhela y me grita otra vida? Yo me niego a conformarme».
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