Entrevista

Ignasi Monreal: «David Delfín y yo diseñábamos mano a mano en el ordenador»

Tras arrasar entre el mundo del lujo, con Gucci como su cliente estrella, el joven español acaba de conquistar la Ópera de Roma con un proyecto que le abre nuevas fronteras

Ignasi Monreal en su estudio
Ignasi Monreal en su estudioInstagram

De Dior a Rosalía, de Davidelfín a Dua Lipa, Louboutin o Paquita Salas, la lista de clientes de Ignasi Monreal es prácticamente infinita, aunque fue con Gucci, durante el periodo en el que Alessandro Michele fue su director creativo, cuando este joven artista se coronó como uno de los nombres imprescindibles del arte digital. Las calles más exclusivas del mundo se llenaron de sus dibujos y, a partir de ahí, su vida cambió. Aquellos días de trabajo sin límite, además, dieron como fruto su trabajo más personal: los platos sucios, un proyecto sin fin donde pinta para dejar testimonio a modo de diario de su día a día y de las sobremesas con sus amigos.

Afincado entre Lisboa, Roma y Madrid, su último éxito le ha llevado a «vestir» el Teatro de la Ópera de Roma para «La bayadera», un proyecto con el que ha abandonado la pantalla de su tablet para volver a coger los pinceles.

Cuando se graduó, sus compañeros presentaron como trabajo final un proyecto de moda y usted un videojuego, ¿desde siempre tuvo claro por dónde quería ir?

Desde fuera puede parecerlo, pero no tenía ni idea. El videojuego era algo que se acercaba a mis inquietudes, pero a partir de ahí he ido probando. No considero que tenga claro un objetivo, voy sumando proyectos. Hacer la escenografía del Teatro de la Ópera de Roma era un sueño que estaba fuera de cualquier tipo de ambición que tuviera, pero sí que puedo decir que desde siempre he tenido la inquietud de crear universos y con este proyecto se conseguía. Había quecrear atmósferas, espacios... y en todo eso veo una conexión con ese primer videojuego.

¿«La bayadera» ha sido su mayor reto?

En realidad, esta es la segunda vez que trabajo para ellos, solo que en la primera no se me acreditó. Era un proyecto que provenía de una idea de un coreógrafo y tenía que ser todo digital. Esta vez sí que es la primera vez que lo hago todo a mano, que trabajo en algo de estas características. Además, no estoy acostumbrado al italiano, lo que era también un reto extra.

Su éxito internacional se debe, sobre todo, a la confianza que depositó en usted Alessandro Michele durante su etapa como director creativo de Gucci, ¿cómo llegó hasta usted?

Lo hizo a través de varias fuentes. En ese momento yo tenía una pareja que trabajaba ahí. Además, Coco Capitán, que era amiga mía y suya, le habló de mí, y también estuvo Instagram de por medio. En esos momentos, Gucci acababa de hacer el cambio de director creativo e imagino que Alessandro tenía más tiempo para curiosear y estar conectado, así que fue más fácil que me descubriera.

La firma italiana depositó toda su confianza en usted, ¿se le hizo en algún momento grande todo aquel proyecto?

La razón de mudarme de Londres, donde vivía entonces, a Roma, fue Gucci. Resultó uno de los retos más grandes de mi carrera, en el que acababa deshecho porque no hacía más que pintar. Pero estaba de buen rollo y Michele me lo aprobaba todo. El proyecto se me hizo grande en todos los momentos, pero nunca pensé en renunciar, porque siempre voy para adelante y, cuanto más difícil es, más me empeño. Me gustan los retos y las fechas de entrega imposibles.

En Roma nació su proyecto más personal: los platos sucios. ¿De dónde surge esa idea?

De vivir en Roma y comer fuera de casa. Aquello se convirtió en mi día a día y me pareció que podía resultar como un diario. Luego seguí con esa idea y creo que es un proyecto que continuaré siempre. Mi proceso de aprendizaje en la pintura y en el arte viene de aprender de la historia y, en esta ocasión, era tomar la historia de los bodegones y hacerla mía. Me gusta que estén sucios porque queda impreso el paso del tiempo, cuentan una historia.

¿Y de qué se habla en sus sobremesas?

Depende del casting de gente, pero siempre de muchas mamarrachadas. Me gusta el humor y contar chorradas, sobre todo cuando estoy en Madrid.

¿Se considera artista?

Siempre he pensado que el título de artista no te lo pones, sino que te lo da tu trabajo. Llámame como quieras. Yo sigo trabajando y pintando, y lo hago por curiosidad y porque me parece divertido. Me apunto a un bombardeo si me parece interesante. Me lo paso tan bien con mi trabajo que quiero hacer más.

También ha trabajado con David Delfín, ¿qué recuerdos tiene de aquella época?

Muy buenos. Solo fueron nueve meses, pero fue muy guay. Él era lo más y me enseñó mucho. Trabajábamos juntos y diseñábamos mano a mano en el ordenador. Fue una experiencia maravillosa y conocí a mucha gente que ha sido recurrente en mi vida, como Topacio Fresh. En su galería es donde expuse los platos sucios por primera vez.

¿Qué papel juega la moda en su trabajo?

Me entretiene por su faceta de diseño y, como mundo. me parece un circo de lo más curioso.

Vive entre Roma, Lisboa y Madrid, ¿qué le aporta cada ciudad?

Todas me dan algo distinto, pero al final me doy cuenta que lo que más me aportan es el cambio de escenario. No paso dos semanas seguidas en cada una y ese movimiento constante evita que caiga en la rutina y en una fórmula.

Se ha comprado una casa en Chamberí que pretende convertir en una obra de arte, ¿cómo va ese proyecto?

De momento está en el aire. Primero toca hacer reformas y, además, tengo que pasar más tiempo en ella para ver qué me pide.