
Sagas
Kike Sarasola, sobre Sandra Ortega: "Lo que pasó, pasó; hay que pasar página"
Abordamos al clan Sarasola, fundado por el empresario vasco Enrique Sarosola y hablamos con Kike y Gigi de sus planes futuros y de cómo les marcaron sus padres para triunfar y, también, para levantarse

Hablar de Enrique Sarasola Larchundi (San Sebastián, 1937- Madrid, 2002) es remontarse a los años 80 y 90, cuando el empresario vasco formaba parte de la élite del poder, con negocios centrados en la hípica y el sector de las telecomunicaciones. Nombres de políticos en ejercicio como Miguel Boyer, Felipe González, Alfonso Guerra, José María Aznar o Julio Anguita se entremezclaban con empresarios de la llamada «beautiful people» o personajes de las revistas del corazón en las informaciones periodísticas. Escritores como Paco Umbral utilizaban sus famosas «negritas» con sus nombres en las columnas, mezclando en un batiburrillo divertido a unos y otros.
Era la época de las famosas lentejas de Mona Jiménez, donde la izquierda, la derecha y el centro se sentaban juntos sin la polarización actual. En esas reuniones, donde coincidía lo que ahora se denomina diversidad, no existía la frase: «estás conmigo o contra mí». Podían compartir el mismo espacio en el Congreso de los Diputados que en una fiesta nocturna organizada en las discotecas de moda, como eran Pachá y Joy Eslava. No había complejos de identidad y Enrique Sarasola podía arrancarse a cantar boleros, que era su fuerte, en El Cielo, el local de Pedro Trapote. En una ocasión, uno de esos grandes banqueros llegó a decir: «Si estas paredes hablaran». Los periodistas podían compartir ese espacio, y se pasaba de la información directa al «off the record».
Con el paso del tiempo, y cuando los hijos Sarasola, Gigi y Kike, tuvieron edad, llegaron a coincidir con su padre en tales saraos. Vivieron esa época de divertimento, donde los que se denominaban «cachorros de la jet» tomaban copas y bailaban con los hijos de la izquierda o de la aristocracia. Por ejemplo, más de una vez Miguel Bosé y la Infanta Cristina se echaban un baile.
Los dos hijos de Sarasola heredaron del padre el espíritu emprendedor, el del trabajo bien hecho y la tolerancia, como explica su hijo Fernando (Gigi) a este medio: «Nuestro padre fue un hombre fuera de serie, con unas cualidades enormes como su inteligencia, su simpatía y su fidelidad a sus ideas y valores. A nosotros no nos daban libertad sin responsabilidad. Nos exigía mucho en los estudios y, en general, en la vida».

Kike coincide con las palabras de su hermano: «Mis padres siempre fueron muy respetuosos con nosotros. Establecían unas condiciones: estudiar, tener buenas notas, ser educados y saber comportarnos. En esos años complicados, yo ya estaba compitiendo (Kike Sarasola ha sido campeón de España cuatro veces, medalla de bronce en el Campeonato de Europa de Concurso Completo y tiene tres diplomas olímpicos en Barcelona, Atlanta y Sídney). Se me pasó la adolescencia de esa manera, compitiendo, donde era fundamental mantener una férrea disciplina de vida».
La saga que empezó en Colombia
La historia empresarial y económica del patriarca Sarasola tiene su origen en Colombia. Nacido en 1937 en San Sebastián, como muchos jóvenes nacidos durante la Guerra Civil, decidió buscar futuro en otro continente. En Colombia conoció a la familia Marulanda y se enamoró de María Cecilia. Se casaron en 1966 y se instalaron definitivamente en España.
Cecilita para la familia nunca quiso tener protagonismo alguno más allá que el de madre y esposa fiel. Nació en una de las familias más acaudaladas de Colombia, donde había diplomáticos y empresarios agrícolas. Vivió una infancia de lujo entre las fincas familiares e internados franceses. Dejó Colombia al casarse y repartía su vida entre Madrid y Segovia. En la actualidad, pasa el mayor tiempo posible en Colombia, donde forma parte de una extensa familia de tíos, primos y, sobre todo, amigas. María Cecilia se encuentra allí en su ambiente y son sus hijos los que viajan a verla para que disfrute de sus nietos. La abuela se desplazó recientemente para estar presente en la Primera Comunión de Enrique, el hijo de Carlos Marrero y su hijo Kike.

Enrique Sarasola, con sus luces y sus sombras, falleció el 2 de noviembre de 2002, a los 65 años. No solo tuvo amigos poderosos, sino también ciudadanos que no formaban parte de la élite y a quienes había ayudado, según contaban en el funeral de «Pichirri», su apodo. Decían que se debía a su afición por cantar boleros, aunque hay otra versión más lógica relacionada con el fútbol: jugó en la Real Sociedad y de ahí le vino el nombre.
Rosalía Mera y Kike
Los hijos son deportistas y emprendedores. Kike levantó Room Mate, una cadena de hoteles muy diferente a lo que ya existía. Ahora ya no es el dueño, sino el presidente de la empresa: «Han respetado mi equipo, que para mí era fundamental, mi forma de trabajar, los objetivos marcados. Room Mate sigue con su esencia. Se demostró que, cuando tuvimos problemas, no fue por mala gestión, sino por acontecimientos externos (Room Mate se declaró en quiebra en 2022. La empresa se enfrentó a fuertes pérdidas por la pandemia del Covid-19 y la falta de apoyo financiero interno). Ahora estamos en pleno proceso de expansión en Italia, donde tenemos unos proyectos fantásticos. El último que hemos abierto fue Room Mate Mia en Roma, al lado del Coliseo», declara el empresario que fue exento de responsabilidades respecto a la quiebra de su cadena y el Juzgado de los Mercantil número 14 de Madrid acordó archivar la pieza de calificación del concurso de acreedores tras eximir a su fundador. En esta expansión, ya ha inaugurado hoteles en Venecia, Florencia, Londres y pronto en Ginebra.
En sus inicios, su relación con Rosalía Mera, primera esposa de Amancio Ortega, fue muy importante: «Apostó por mí, creyó en los Room Mate, en mi proyecto hotelero, y me ayudó. Fue una mujer muy importante en mi vida y la tengo siempre en mi recuerdo. Con Sandra, su hija, el tiempo en que estuvimos juntos estuvo bien. Después, cada uno eligió su camino. Hubo cuestiones empresariales que se solventaron», explica Kike, quien asegura que «lo que pasó, pasó. Hay que pasar página», zanja con una sonrisa.
Al preguntarle qué opinaría su padre de su actividad empresarial, responde: «Me enseñó que el ‘‘no’’ no existe, que había que dar soluciones, alternativas, y es lo que he intentado inculcar a mi equipo. Hay una cosa muy bonita de mi padre que dijo Felipe González: ‘‘Enrique fue mi amigo más leal’’’. Y para mí eso es lo más importante: hay que promocionar la lealtad. Es lo que enseño a mis hijos», detalla Kike Sarasola, que se casó con Carlos Marrero, se divorció, vivieron dos años separados y, en marzo de este año, se han dado una segunda oportunidad.

Los hermanos Sarasola compartían aficiones como el boxeo y la hípica con su padre. Ambos fueron olímpicos». Dejé la competición hace más de diez años. Tuve el mejor resultado de un español en la olimpiada de Atlanta, en la prueba individual y en la de equipos», explica Gigi, orgulloso. Ambos hermanos pasaron del deporte a emprender en distintos negocios. Gigi se enfocó al mundo del Arte, gracias a que su esposa Sara Zaldívar es una reconocida asesora en el sector y gestora cultural con una de las más importantes carteras del país. Ambos se conocieron en una maratón de Londres en 2015 y allí surgió el amor. Gigi estuvo casado con Tita Astolfi. Los cumpleaños de Sara son legendarios, le gusta mucho celebrar y lo suele hacer en Ibiza. Atrás quedaron las apariciones en las que Gigi salía de la mano de mujeres como Marta Sánchez o Penélope Cruz. Ambos hermanos están volcados plenamente con sus parejas y sus hijos forman un clan feliz.
Gigi, del arte a las inversiones inmobiliarias
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