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Sin patrimonio, sin empresas y con un trabajo limitado en la Fundación Casa de Alba

Genoveva Casanova no tiene una ocupación conocida en su día a día

Genoveva Casanova
Genoveva CasanovaGtres

El pasado 1 de noviembre el Gotha de la realeza europea se despertó sobresaltado. La portada de la revista «Lecturas» destapaba la amistad entre Genoveva Casanova y el príncipe Federico, el heredero del trono danés. Sus imágenes compartiendo paseos al atardecer en el madrileño parque de El Retiro y su cena para dos en el Corral de la Morería, no serían tan sospechosos si no fuera porque en las instantáneas se veía cómo el príncipe pernoctaba en casa de Genoveva y abandonaba el domicilio en la madrugada del día siguiente, vestido con otra ropa y maleta en mano. La sorpresa era mayúscula no solo porque el royal esté casado con Mary de Dinamarca, sino también por desconocerse que existiera una amistad entre ellos. Eso y saber cuál era el nexo de unión para que esa supuesta amistad –entrañable o no– se hubiera forjado sin que nadie la conociera, era otra de las incógnitas.

Absortos por la noticia, surgía el otro gran misterio: como se habían captado las imágenes. Lejos de conspiraciones, la realidad como suele ocurrir en estos casos, es mucho más sencilla que las conspiraciones que algunos medios han trazado como hipótesis del reportaje. Un fotógrafo que pasaba por las inmediaciones de la casa de Genoveva se encontró con el «tema», el nombre en el argot que usan los paparazzis para sus exclusivas.

La última relación conocida de Genoveva data de hace justo un año, cuando la ex de Cayetano Martínez de Irujo había sido fotografiada el día de su cumpleaños junto a José Manuel Galán Pacheco. Las imágenes captadas en una fecha tan señalada no dejaban lugar a dudas. El rico empresario ganadero sevillano, dueño junto a sus hermanos de Inversiones y Explotaciones Santo Patriarca SL, había cogido un AVE para viajar desde Sevilla a Madrid y celebrar el cumpleaños de Genoveva junto a sus hijos, Luis y Amina. La pareja visitaba un local de microrelatos en un pequeño local junto a la Gran Vía para cenar después en el restaurante La Única, en plena milla madrileña. Allí entre abrazos, selfies y besos la pareja se mostraba distendida y feliz. Fue la última vez que se les vio juntos y también la última ocasión que se tuvo noticia de una pareja de Genoveva.

Genoveva Casanova
Genoveva CasanovaLa RazónAtresmedia

Hasta las fotos con Federico de Dinamarca la vida de la mexicana, que el pasado ocho de noviembre cumplió 47 años, transcurría sin demasiado sobresaltos. No era objeto de «guardia» por las agencias de corazón y, al margen de asistir a alguna fiesta, su vida permanecía fuera del foco mediático. Fan del yoga y de los animales, la mexicana es habitual de El Retiro donde pasea a diario a su perro. Hace un par de años se compró una Harley Davidson que usaba para ir a la escuela de yoga que visitaba semanalmente en la calle Barquillo. Genoveva Casanova no tiene realmente ocupación conocida. Vive en una vivienda de alquiler en un edificio cercano al Jardín Botánico, cuyo alquiler costea su ex marido, Cayetano Martínez de Irujo. El alquiler del piso, que tiene 230 metros cuadrados, tres habitaciones, dos baños, cocina y salón, ronda los 3.000 euros al mes y cuenta con todas las comodidades además de trastero y garaje.

Herencia de la duquesa

Genoveva Casanova no posee patrimonio conocido. La socialité mexicana declaraba 300.000 euros después de muerte de su suegra, Cayetana de Alba, una cantidad que se relacionaba con la herencia que la matriarca de los Alba le habría dejado a sus nietos. Su currículum profesional se reduce en los últimos tiempos a su participación en «realities» televisivos como «MasterChef Celebrity» donde no corrió demasiada buena fortuna o «Mask Singer», en el que se escondió tras la máscara de «Caniche».

En el plano laboral Genoveva figura como directora de la Fundación Casa de Alba. Su cometido en la empresa, donde trabaja desde hace casi 12 años según su perfil de Linkedin, es promocionar el patrimonio cultural de la Casa.

Entre sus labores al frente de la Fundación, según destaca la web de la propia Fundación, está la organización de visitas permanentes en los Palacios de Liria, en Madrid, y de Monterrey, en Salamanca, además de la organización de exposiciones permanentes en colaboración con organismos oficiales y la gestión de los préstamos a museos de algunas de las joyas pictóricas de la familia. Pese a la importancia del cargo, la actividad de ésta ha sido más bien escasa en los últimos años. Su última exposición data de hace 8 años, concretamente en 2015, cuando hizo las veces de comisaria en la muestra «Tesoros de la Casa de Alba: 500 Años de Arte y Coleccionismo», expuesta en el Museo Meadows de Dallas, en Estados Unidos.

La mexicana figura además como administradora única en Flor y Canto SL, una sociedad dedicada a las actividades comerciales fundada en 2006 y en la que la mexicana figura como accionista mayoritario. La empresa, sin indicios de actividad, está apercibida de un posible cierre de la hoja registral. La empresa cayó en picado desde 2011, cuando declaró ventas de 189.000 euros, hasta 2013, el último año que presentó sus cuentas ante el Registro Mercantil, cuando declaró una facturación de 56.000 euros, con unas pérdidas tras impuestos de 20.812,85 euros.