Pareja

Marcela Topor, el segundo asalto de la «primera dama» de Puigdemont

Está por ver si la mujer de Puigdemont repetirá el beso espontáneo que le plantó el día de su investidura. ¿Le recibirá Topor como un héroe en caso de regreso?

Catalonia's former regional president Carles Puigdemont, center right, and his wife Marcela Topor, center left, arrives at the European Parliament in Strasbourg, eastern France.
Catalonia's former regional president Carles Puigdemont, center right, and his wife Marcela Topor, center left, arrives at the European Parliament in Strasbourg, eastern France.Francisco SecoAgencia AP

La fuga de Puigdemont podría haber servido a su esposa, Marcela Topor, para instaurar la república independiente de su casa. Tendría el inglés como idioma oficial y presupuesto a cargo del Estado para mantener una decena de mossos vigilando ininterrumpidamente su residencia, según denuncia la exmosso Inmaculada Alcolea. Hablamos con esta excabo de los Mossos d’Esquadra y otras personas de su entorno para ver cómo sería recibida la vuelta al hogar del marido tras su nuevo chantaje a España.

Nacida en Vaslui (Rumanía), acaba de cumplir 47 años. «Sufrió, por tanto, la cruenta política comunista del dictador Ceaucescu y una agitación política que ahora utiliza para justificar los reclamos de su marido, aunque las realidades sean bien distintas», indica un periodista y amigo del matrimonio que prefiere hablar desde el anonimato. En su opinión, se siente traicionada, pero no despechada. «Aunque estuvo arropada por amigos como Jami Matamala o Miquel Casals, no dejaba de ser una mujer abandonada con dos niñas», añade.

¿Reviviría Puigdemont en su hipotética vuelta a casa el mito de Ulises, que, al despertar en Ítaca, no reconoció ni su patria? ¿Le recibiría Topor como un héroe? Aunque le conoció haciendo pinitos como actriz con la compañía Teatro Lúdico, a finales de los noventa, no parece que encaje en el papel de Penélope abnegada que sacrifica su vida esperando a un fantasma que no aparece, pero tampoco le infligiría un castigo que le hiciese perder un bien seguro.

Marcela Topor, la mujer de Carles Puigdemont a su llegada a la cárcel de Nuemünster
Marcela Topor, la mujer de Carles Puigdemont a su llegada a la cárcel de Nuemünsterlarazon

Periodista y madre de Magali y María, sus hijas ya adolescentes, maneja las leyes del poder y las aplica en su lujosa residencia de Villa Golf, en la localidad de Sant Julià de Ramis, a cinco kilómetros de Gerona. Tiene 250 metros cuadrados, jardín y piscina. La pareja la adquirió en 2003 y durante un tiempo estuvo expuesta en varias plataformas de alquiler turístico. Ahí teje ella su tapiz, pero con hilos que le tiende el esposo.

Proyectos periodísticos

Desde que aterrizó en España, ha podido hacer carrera gracias a los proyectos periodísticos de Puigdemont y los medios impulsados para favorecer el independentismo con subvenciones millonarias. Empezó en Catalonia Today, una empresa constituida en 2003 para editar un periódico en inglés en la que, hasta 2011, el político independentista figuró como consejero delegado. Continuó en El Punt/Avui, tras impulsar una televisión con varios canales y mínima audiencia. Desde 2018 presenta y dirige «The Weekly Mag», un programa en inglés de fin de semana por el que cobra 6.000 euros mensuales, a pesar de sus ridículas cifras de visualizaciones. Producido por la Xarxa Àudiovisual Local (XAL), dependiente de la Diputación de Barcelona, su futuro después de los últimos resultados electorales está en el aire, aunque el periodista amigo del matrimonio declara que «un pacto bajo la mesa permitirá reanudar su emisión».

El trabajo le aporta, según este testimonio, independencia económica, notoriedad y su propio espacio. «No es tímida, pero sí discreta y muy reservada. Al contrario que Puigdemont, ella no exterioriza sus emociones. Eso no significa que no tenga carácter e imponga a veces su criterio. He tenido mucho contacto con ellos y me consta que, sin necesidad de ser un títere, es un apoyo necesario para Puigdemont». Por razones diferentes, la familia es su principal pilar y sabrán cómo esconder lo feo uno del otro.

Según publicó el político prófugo en su libro «Me explico», a su esposa «le encanta preparar platos rumanos», pero poco más dice de ella en sus páginas. Está por ver si Topor repetiría el beso espontáneo que le plantó el día de su investidura. La separación física les habrá permitido al menos escaquearse del trance de la costumbre, fatal en tantos matrimonios. «No creo que la distancia haya hecho mecha en una relación que ya estaba consolidada antes del cambio tan brusco», corrobora esta persona cercana. A diferencia de otras mujeres de presidentes, cree que «nunca se prodigó como primera dama ni tuvo una presencia pomposa», añade desmintiendo cualquier sospecha de ambición personal.

Carles Puigdemont (c), acompañado por su esposa, Marcela Topor, tras almorzar en un céntrico restaurante de Gerona. EFE/Marta Pérez
Carles Puigdemont (c), acompañado por su esposa, Marcela Topor, tras almorzar en un céntrico restaurante de Gerona. EFE/Marta Pérezlarazon

A pesar de esta opinión, está documentada su presencia durante este tiempo en la vida social catalana y su clara apuesta por la independencia, encabezando manifestaciones en favor de los presos y acudiendo a numerosos actos oficiales. No obstante, no acepta a cualquiera en su círculo personal y a menudo se muestra como una mujer muy desconfiada. «Este podría ser el motivo de que un grupo de mossos custodien su hogar en una garita en turnos de ocho horas. La casa se encuentra en una urbanización tranquila y solitaria. No hay ninguna amenaza ni acto de violencia contra ella ni contra su familia. Es un servicio que no está justificado. ¿Qué necesidad hay de sacar 23.000 euros mensuales de nuestras arcas públicas?», se pregunta la exmosso Alcolea, que presentó en 2021 una denuncia por malversación y prevaricación administrativa. Si llegasen mal dadas, Topor siempre podría buscar la protección de las poderosas «vrajitoare». Son las brujas locales a quienes tendría por costumbre consultar, según relató su madre, Vasluiians. Los rumanos se gastan al año millones de euros en hechizos de salud y pociones de amor. Ella misma podría practicar sus propios conjuros. También su marido comparte esta fascinación por el esoterismo y Transilvania. Nuestro confidente garantiza que en sus años de amistad nunca ha presenciado un asunto de brujería.

Carles Puigdemont y Yolanda Díaz
Carles Puigdemont y Yolanda DíazOLIVIER MATTHYSAgencia EFE

Yolanda Díaz, misma lazada para el Papa y Puigdemont

Por trillada, la lazada blanca de la blusa con la que Yolanda Díaz acostumbra a dulcificar su imagen ha terminado tomando un punto tan «kitsch» en Waterloo como su complicado trenzado, con el que parece difundir alguna danza folclórica soviética. Se ha presentado ante Carles Puigdemont con idéntico «outfit» que en su visita al Papa Francisco en el Vaticano en 2021. Si entonces dejó asomar la lazada burlando el protocolo y arrogándose el «privilège du blanc» reservado a las reinas católicas o consortes de los monarcas católicos, ahora, vestida de burguesa trabajadora, la ha usado para hacer una peineta a su país. Lo que los estadounidenses llaman «estirar el pajarito», pero sin necesidad de levantar el dedo grosero, el corazón. Acostumbrada a reverenciar con risitas y saludos con los que parece desear «bon appétit», aunque no haya plato a la vista, la vicepresidenta en funciones –a quien Guerra llamó Mélenchon vestido de Dior– no se permite modales obscenos, aunque la intención sí la lleve oculta. Por eso, en esta controvertida visita al prófugo ha preferido dejar la encomienda de la ofensa, una vez más, en manos de ese gran lazo Lavallière, llamado así en honor de la duquesa homónima amante del rey Luis XIV. Esta vez, si pretendía ser fina, su refinamiento ha hecho que resulte finolis.