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La vida de éxito y felicidad de Myriam de la Sierra, la última superviviente de los Urquijo

La reciente muerte de Juan de la Sierra Urquijo, el único hijo varón de los asesinados marqueses de Urquijo, deja a su hermana como última superviviente de esa familia nuclear

Myriam de la Sierra.
Myriam de la Sierra.facebook

Cuando sus padres murieron eran muy jóvenes –24 años ella, 22 él–, pero se vieron obligados a madurar de un pellizco porque aquel crimen, que este 2 de agosto cumple 42 años, cobró tal dimensión mediática que cambió sus vidas para siempre. Tras la condena de Rafael Escobedo, exmarido de Myriam y amigo íntimo de Juan, a 53 años de cárcel como autor material del doble asesinato, el heredero, abrumado por el exceso de protagonismo adquirido, decidió quitarse de en medio y se marchó a Panamá, país en el que su padre fundó varias empresas y donde él montó a su vez distintos negocios, y en los años en los que vivió allí se hizo con numerosas propiedades en el casco antiguo de la ciudad de Panamá. Deja tres hijos adolescentes fruto de su unión con Rocío Caruncho, de quien estaba separado. En cuanto a Myriam, en el momento en el que sus padres fueron asesinados vivía ya con Richard Dennis Rew, más conocido como Dick el Americano, y ambos eran propietarios de una empresa de bisutería, Shock. Su matrimonio se acabó rompiendo, pero de aquella relación nacieron dos hijos, y hoy día Myriam es abuela.

En su foto de perfil de una red social –es una usuaria activa en redes–, en la que muestra una sonrisa de anuncio, ha puesto a modo de encabezado el logo de la fundación para la que trabaja, Amigos de Vipeika, y debajo de su nombre se lee: «Empieza a vivir la vida que deseas». Amigos de Vipeika promueve acciones en materia de educación, alimentación y salud en países en desarrollo, y allí parece haber encontrado Myriam la estabilidad laboral tras unos años en los que atravesó una situación financiera difícil. La penúltima foto que tiene publicada en esa red social es del pasado 30 de mayo, y fue tomada durante una comida familiar en la que puede verse a su marido y a su hermano. No podían imaginar que le quedaba poco más de un mes de vida. Tras su muerte, Myriam publicó una foto de Juan de la Sierra con el símbolo de I Love You.

Myriam está casada con el pakistaní Bash Bokhari, con el que vive en Madrid, quien tiene el cargo de vicepresidente sénior de ACN Europa, que según indican en su web «es la mayor empresa del mundo de venta directa en el sector de las telecomunicaciones, energía y otros servicios básicos para particulares y pequeñas empresas». Bokhari también tiene perfiles en redes, y en fotos recientes puede vérsele junto a Myriam en actitud cómplice. En noviembre del año pasado publicaron una fotografía en la que posaban sonrientes, acompañada del siguiente texto: «¿Qué mejor que formar un gran equipo? Soñar juntos, tener una misión y disfrutar de momentos inolvidables».

Myriam de la Sierra y su marido
Myriam de la Sierra y su maridoFacebook

Junto a su marido

Ese mismo mes anunciaron una clase magistral conjunta sobre marketing social en Barcelona. Una imagen, en fin, de éxito y felicidad que nada tiene que ver con la de los años que sucedieron al asesinato de los padres de Myriam, y en los que distintas informaciones apuntaban a la posible participación de ella y de su hermano.

Entre julio de 1983 y mayo de 1985, hubo tres bombas mediáticas sobre el origen de aquellos asesinatos, y en ellas aparecían los nombres de los hijos de los marqueses. La primera la publicó la desaparecida revista «Interviú», donde el mayordomo de la familia, Vicente Díaz Romero, acusó a Juan de la Sierra de ser el cerebro del crimen. La segunda bomba fueron las declaraciones que Rafael Escobedo hizo para ese mismo semanario, en las que incriminó a Juan y a Myriam de la Sierra, así como al administrador y secretario del marqués, Diego Martínez Herrera, con lo que formó una escandalera mediática. La última de las tres bombas, aunque en este caso primero fue policial y judicial y luego saltó a los medios, surgió a raíz de unas declaraciones de tres periodistas de sucesos en las que aseguraban que Mauricio López-Roberts, quien sería condenado a diez años de reclusión como encubridor, les confesó que la noche del crimen fueron al chalé, en dos coches, seis personas, entre las que se encontraban el padre de Escobedo y Myriam de la Sierra.

Pero lo que resultó más sorprendente fueron los dos informes que redactó Romero Tamaral, el inspector de policía que más investigó el caso, y el que detuvo a Escobedo. En el primero de ellos sugería una posible implicación de Juan de la Sierra en el asesinato, mientras que en el segundo incluía al administrador y, en menor medida, a Myriam.

El punto más interesante del primer informe era el del móvil. Tamaral señaló que el odio no justificaba «la meticulosa preparación y ejecución de los crímenes» y añadía: «De existir un móvil económico, que sí explicaría más razonablemente los crímenes, está claro que Rafael, en su matrimonio, aceptó la separación absoluta de bienes. No podía resultarle beneficio económico por razón de su matrimonio». Y remataba ese punto aseverando: «La mayor trascendencia de las muertes ha sido una fuerte transmisión patrimonial a los hijos de las víctimas, con los que el finado señor marqués usaba de una dureza inusitada en lo económico».

Rafael Escobedo que cumple condena de cincuenta y tres años, por el asesinato de sus suegros los Marqueses de Urquijo
Rafael Escobedo que cumple condena de cincuenta y tres años, por el asesinato de sus suegros los Marqueses de UrquijoEFEAgencia EFE

Implicaciones

El segundo informe surgió a raíz de las ya citadas manifestaciones de Escobedo para el semanario «Interviú». Tamaral se limitó a efectuar un «examen retrospectivo» de las declaraciones que los hijos y el administrador realizaron en el juzgado de Navalcarnero diez días después de cometidos los crímenes, del cual se extraían datos inquietantes.

Lo primero que señaló fue que las declaraciones, salvo matices, eran idénticas en su contenido esencial. Otra aseveración que realizó era de una rotundidad que helaba la sangre: «En la medida que no es razonable que herederos y administrador ocultasen lo grave e importante y dijeran lo vano, lo fútil y lo falso, siendo ajenos a los crímenes, cabe afirmar como conclusión que no lo son y que su propósito era desorientar la investigación, lo que, al parecer, consiguieron a lo largo de ocho meses». «Y evidenciar», añadía, «que las recientes declaraciones de Escobedo bien pudieran ser mezcla de verdad y falsedad, que las personas a las que inculpa ahora, y antes protegía, ya fueron objeto de atención en la investigación, sin que hayan dejado de serlo, y que la misma ha sido unidireccional en sus resultados pese a las ingentes y diversas averiguaciones practicadas que siempre conducen a las mismas personas».

Esos informes fueron entregados al juez instructor y al ministerio fiscal, si bien estos no los tuvieron en cuenta. Pero no cayeron en saco roto, ya que ayudaron a que el caso cobrara una dimensión distinta a ojos de los periodistas y, a través de ellos, ante la opinión pública.

No se pudo probar la participación de ninguno de los dos hijos en el crimen. Aun así, son muchos los que sostienen que aquel caso sigue abierto. El periodista Melchor Miralles, coautor, junto al arriba firmante, del libro sobre el caso Urquijo «El hombre que no fui» se muestra categórico: «Cualquiera que conozca el caso sabe que Myriam, Juan y el repulsivo administrador, ya fallecido, estaban evidentemente implicados. Nadie se dedica a quemar documentos con sus padres sin enterrar aún si no tiene algo que ocultar, y nadie ordena lavar los cadáveres antes de que se haga la autopsia. Nunca han sido condenados, pero cualquiera que haya investigado el caso intuye que tuvieron mucho que ver. Myriam está aún a tiempo de contar la verdad. La historia y tantas víctimas, empezando por su exmarido, lo agradecerían».

Qué lejos está Myriam de todo aquello. No hay más que ver su expresión de júbilo.