Estilo
Pasarela política: Isabel Pardo de Vera, el gusto de la izquierda caviar
Ella es la encargada de ponerle estilo al caso Koldo, que peca demasiado de moverse en los bajos fondos
A Isabel Pardo de Vera le salva una cosa en el caso Koldo: frente a lo zafio de todo lo que nos vamos encontrando, con un José Luis Ábalos que no tiene problemas en salir a recibir a los medios en camiseta, al más puro estilo Chenoa desenamorada, la gallega siempre lucha por dar una lección de estilo en cada una de sus apariciones.
Si no se hubiera visto salpicada por la trama que tiene a Santos Cerdán como cabeza más visible, ella podría haber sido la mejor arma de Pedro Sánchez para luchar contra Yolanda Díaz cuando se habla de izquierda caviar.
Preocupada por su imagen
La política, expresidenta de Adif y exsecretaria de Estado de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana (cargo del que tuvo que dimitir en 2023 después de la polémica por los trenes que pretendían conectar Asturias y Cantabria, pero que no cabían por los túneles) lucha para que al menos su imagen no se vea perjudicada en la televisión. Siempre que sabe que va a ser enfocada por una cámara trata de dar su mejor versión y, en muchas ocasiones, el resultado no le acompaña como ella esperaba. ¿Acaso a alguien no le sorprendió su look cuando se presentó a declarar en la comisión del Senado que investiga el caso Koldo con un traje blanco de escote asimétrico?
Está bien que te guste la moda, pero hay que saber adecuarse a cada momento y situación. Ella, en cambio, parece querer lanzar un mensaje de poder, con cierta altanería: intentarán derribarla, pero por Chanel que ella conseguirá salir a flote. Su paleta favorita de colores parece reducirse al negro, blanco, gris y azul, y las joyas no son su fuerte. Prefiere concentrar la atención en sus chaquetas, drapeadas, ceñidas o con costuras marcadas que ocultan conjuntos de dos piezas con un punto sexy que demuestran que Pardo de Vera se interesa por la moda.
Quizás podría usar esto como argumento en busca de su absolución por la contratación de Jessica Rodríguez: ¿quién puede creer que ella consintiera que alguien vestida así podía entrar en su oficina? Seguro que le costó más de un disgusto.