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Lo tuyo no tiene perdón, Fernando

Joder, Fernando, esto no se le hace a un amigo que anda delicado de casi todo y al que casi le da un infarto cuando se enteró del tuyo.

Fernando Sánchez Dragó falleció ayer de un paro cardiaco
FERNANDO SANCHEZ DRAGOAlberto R RoldánLa razón

Joder, Fernando, esto no se le hace a un amigo que anda delicado de casi todo y al que casi le da un infarto cuando se enteró del tuyo y de tu partida al lugar del que dicen que nunca se vuelve, aunque tratándose de ti nunca se sabe. No es propio de caballero tan puntual morirse cuando habíamos quedado a comer y cuando me habías prometido firmemente que no tenías proyectado palmar hasta los cien o los ciento y pico años. No me perdonarías nunca que te dedicara un panegírico, así que no lo haré. No diré que eras tan irrefrenablemente culto, sabías tanto de casi todo, que convertías cualquier encuentro con una botella de vino de por medio en un festín que uno deseaba siempre interminable.

No diré que practicabas la más difícil generosidad entre colegas: la admiración por el otro. Y que del mismo modo que criticabas a los estúpidos y a los mediocres, jamás olvidaste en el cajón un elogio al que lo mereciera. Tampoco contaré algo que considerarás imperdonable y que nunca te dije a la cara: me costaba mucho creer tus alardes erótico-festivos, tus récords de orgasmos en una sola noche (más de veinte, me dijiste la última vez) aunque contaras con la complicidad de tu pareja, Emma Nogueiro, periodista y editora, mujer de entusiasmos desbordantes y audacias sin fin, para contrastar la ensoñación o la fantasía orgiástica. Pero cómo nos reíamos, Fernando.

Muerto también mi amigo Chumy Chúmez, el genial hipocondríaco, ¿a quién le voy a contar ahora mis achaques? Estabas empeñado en que tomara todo lo que tú tomabas, y lo último que me recomendaste fue la testosterona, como si yo fuera España. Adiós, amigo: que la tierra sea para ti una amante generosa.