Su lado más familiar

Las bonitas palabras de Karlos Arguiñano sobre su mujer y el ejemplo que le dio su madre

El cocinero ha detallado el éxito de su matrimonio de 52 años con Luisi, que pasó mala época en la pandemia. También de su madre, que inválida sacó a la familia adelante

Karlos Arguiñano
Karlos ArguiñanoY ahora Sonsoles

Karlos Arguiñano no solo es uno de los cocineros más televisivos, sino que también triunfa en las librerías con sus numerosos ejemplares sobre recetas. Con este último propósito, se ha sentado en el plató de ‘Y ahora Sonsoles’ para presentar su último libro. Pero no solo ha hablado con pasión sobre su recorrido en los fogones, sino que también ha aprovechado su paso por el programa de antena 3 para dedicarle unas preciosas palabras al amor de su vida, su mujer Luisi, además de hablar con naturalidad de sus hijos y sus nietos.

Presumiendo de su faceta más familiar, bromea con el hecho de que “llevo 52 años casado, yo inventé el matrimonio”. Pero dejando a un lado sus habituales bromas, confiesa que tras largas horas de rodaje “hay días que la llamo por teléfono y le digo ‘¿qué tal estás?’ y me dice ‘estoy jugando a las cartas’. Y yo ‘vale, hasta mañana’. Le llamo al día siguiente y me dice ‘si me llamaste ayer’ y encima no cuelga el teléfono y le oigo decir ‘mi marido qué pesado’”. Y es que tras más de medio siglo juntos, saben a la perfección cómo medirse. Sonsoles Ónega se ha interesado por si su esposa se siente afortunada por tener un gran cocinero en casa, a lo que él no está tan convencido: “Sé las cosas que le gustan y, sobre todo, las que no le gustan”.

Y es que ahí radica parte del éxito de su duradero matrimonio, pues no puede “por cualquier tontería mandar al carajo todo”. Saber estar en los malos momentos es tan importante como saber disfrutar de los buenos instantes. Con la pandemia del coronavirus les tocó experimentar la cara negativa de la moneda, pues Luisi tenía tal miedo a la pandemia que se encerró en casa y no quería ver ni tan siquiera a sus nietos. Algo que ha ido solucionando, gracias al apoyo de su familia, que temía que esto derivase en problemas de salud mental.

Un esfuerzo que Karlos Arguiñano aprendió del ejemplo que le ofreció su propia madre: “Mi madre era inválida, pero nos sacó a toda la familia adelante”. También con su propia colaboración desde bien pequeño: “Desde los 7 u 8 años ya ayudaba a la mama a hacer las salsas y a hacer las albóndigas”, reconoce orgulloso de haber estado ahí para su progenitora, al igual que lo está ahora para su mujer, de la que se declara enamorado a pesar de llevar toda una vida a su lado y de ser considerado “un pesado”.