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La Razón
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Según mi marido, el zurupeto Catulino Jabalón Cenizo sostuvo siempre que la envidia es mala, muy mala. El otro día el PSOE nos sorprendía a todos con cambio de colorido, pero… ¿a qué color se ha cambiado el partido del Gobierno? Al azul, nada más ni nada menos que al azul, el color del Partido Popular. ¡Pero hombre, por el amor de Dios, que elijan otro, pero no el azul que es el color de la competencia! ¿O es que, acaso, quieren dejar que la gente los confunda por si de esta forma arañan algún voto despistado? ¡Ah, la envidia! ¡Ah, la jeta de algunos! ¡Si el padrecito Pablo Iglesias levantara la cabeza…! Ya ni rosa, ni puño, y creo que ni Internacional… Ya nada es lo que era… Sospecho que se pretende que esto sea un remedio que sirva para sacar votos, los que sean, porque la debacle se respira, se masca en el ambiente. Hace un par de semanas decía que el PSOE tiene un candidato a las elecciones del 20N que está bajo sospecha, una sospecha grave, la de colaboración con banda armada por el caso Faisán, algo que un juez misericorde y afín al partido no ha querido sacar a juicio por si las pruebas son más que evidentes y hay que condenar a quien era ministro del Interior cuando lo del chivatazo a ETA, y ha mandado seguir investigando. Ahora sale a la luz pública otra «merde» que implica al lucense Blanco en un chanchullo con pasta por el medio, citas a la luz de una gasolinera y por ahí. Pero se niega a dimitir sin tomar ejemplo de los dos coleguillas que también estaban metidos en el ajo, que entregaron la cuchara inmediatamente, hasta que la justicia actúe. Mientras, los de Rubalcaba se visten de azul. Algo así como el lobo que se viste con piel de cordero.