Elecciones generales

Sobró la campaña por José Antonio Vera

La Razón
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La campaña electoral que anoche concluyó ha pasado con más pena que gloria. En realidad ha sido una especie de trámite latoso que los candidatos tenían que superar para llegar a una fecha marcada en el horizonte con demasiada lejanía. Una campaña de quince días que en verdad ha durado cuatro meses, pues en campaña hemos estado desde que en julio se le ocurriera a Zapatero convocar los comicios nada menos que para el 20 de noviembre. El país ha estado parado en ese tiempo, hemos dado ocasión a los mercados para que se nos vuelvan a poner en contra y lo que ha sucedido en mítines y espacios electorales ha sido algo perfectamente previsible: nada. Lo que ha beneficiado a Rajoy y perjudicado a Rubalcaba. El candidato socialista se estrelló en la única oportunidad que tuvo de cambiar su pobre imagen de maquiavelo trapacero. El debate televisivo del día 7 liquidó uno de los mitos mejor alimentados estos meses por Alfredo y su tropa. Rajoy era el favorito para ganar las elecciones. Rubalcaba lo era para proclamarse vencedor en el cara a cara televisivo. Desaprovechó la ocasión y se difuminó desde entonces su aureola de hombre listo imbatible con la palabra. Rajoy lo desarboló con cuatro golpes sencillos, fundamentales para decirle: «Es que yo no soy como usted». O sea, «no miento, no enredo, no hago demagogia, no conspiro». No lo dijo así pero se le entendió a perfección. El peligroso Pepunto pasó desde entonces a mejor vida. Se quedó atenazado por el discurso del miedo y el miedo a estrellarse en las urnas, como un hombrecillo al que han descubierto con todas sus artimañas.

Rubalcaba se desdibujó y Rajoy apenas tuvo que hacer esfuerzo para ir siempre por delante, en las encuestas y en la realidad, sin hacer apenas ruido, sin comprometerse con nada, con apelaciones genéricas a la confianza, el sentido común, la seriedad, la fiabilidad y la verdad. O sea, que sobró la campaña entera y también esos vídeos tenebrosos de la factoría socialista en los que sólo faltaba que saliera el gallego comiéndose a los niños, matando a los enfermos, robando a los jubilados y apaleando a las mujeres.

Todo tan burdo e increíble que se cayó por su peso.