Cartagena

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La Razón
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Cartagena vivió ayer un capítulo de cine negro con el tiroteo entre traficantes de poca monta. Pero Cartagena no es la España profunda que destacaron algunos medios de comunicación. Bien al contrario, Cartagena es un «puerto de culturas», una «mar de músicas», sede del principal Teatro Romano de la antigüa Hispania. Un episodio que acabó en una terrible balacera por la disputa de una papelina y que no define, ni identifica a la ciudad a la que nos referimos. Cartagena es mucho más. Es el plató más anhelado por los mejores directores del arte del celuloide. Que se lo pregunten a Salma Hayek o Álex de la Iglesia. Con Murcia ocurre tres cuartos de lo mismo que con Cartagena en estos momentos. Sesenta de los 91 entes públicos de la Administración regional van a ser suprimidos, asimilados o fusionados por el organigrama del Gobierno regional. El objetivo no es otro que subir un agujero más en la apretura del cinturón del ahorro público. La situación lo exige. España lo demanda y los socialistas nacionales, los primeros, excepto que en Murcia usan todo ello para laminar y desgastar al Gobierno Valcárcel. Hacer los deberes es sentarse a trabajar y preparar el trabajo. Lo contrario son milongas que acaban en suspenso. Para evitarlo, el Ejecutivo regional intenta aplicar medidas, dolorosas muchas de ellas, pero que no nos pueden hacer perder el norte de cuáles son los deberes en tiempos de crisis. Es lo mismo que sucede en Cartagena. No es una ciudad en guerra por narcotraficantes de alto riesgo, sino el lugar donde cuatro chavales la lían parda por un puto porro.