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Cultura y Demagogia

La Razón
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Lo peor de la crisis es que cualquier discurso cabe en la arena pública, sea de la naturaleza que fuere y responda a posicionamientos insensatos de todo tipo y pelambre. Paradójicamente, en un contexto como el actual, en el que la extrema dificultad por la que atraviesa el vigente sistema de convivencia debería llevarnos a una depuración extrema de todos nuestros juicios, a fin de limpiarlos de aquello que no fuera responsabilidad y sentido común, la deriva, sin embargo, que ha tomado el ejercicio de la opinión es la de la frivolidad más absoluta. Todavía no se ha logrado comprender que cada palabra importa y que cualquier argumento viciado que introduzcamos en las venas de la sociedad únicamente puede llevar al incremento del colapso en el que ésta se encuentra. Desde este punto de vista, y habida cuenta de las barbaridades que diariamente se contabilizan, todo va a peor. ¿Y hasta cuando?
A riesgo de pecar de inconcreción, fijemos durante un instante nuestra mirada en un ámbito especialmente sensible a la demagogia: la cultura. Ahora que se diseñan y discuten presupuestos en el conjunto de las administraciones públicas, existe una tendencia especialmente llamativa a denunciar con vehemencia los recortes realizados en materia cultural. Y resalto lo de «especialmente llamativa», en la medida en que aquellos que suelen efectuar este tipo de andanadas son los que, a lo largo de los últimos tiempos, no han mostrado reparo alguno en criminalizar cualquier acción cultural acometida desde las instituciones. Hubo un tiempo –no muy lejano, casi a la vuelta de la esquina- en que todo lo referente a cultura merecía cuanto menos el adjetivo «benévolo» de despilfarro. Del mismo modo, en ese tiempo ahora olvidado por un golpe de «amnesia política» de primer grado, la cultura era considerada como un gasto en lugar de como una inversión, con las consiguientes consecuencias nefastas para la economía mundial e interplanetaria. En cambio, en este momento, en que lo fácil es señalar como niños acusicas cualquier recorte, la cultura se ha convertido súbitamente en un elemento imprescindible para la ciudadanía, capaz de actuar como revulsivo económico de nuestras sociedades. A buenas horas… De repente, la cultura ha ganado como adeptos a los que, sin misericordia ni ética algunas, se empecinaron en destrozarla hasta su práctica aniquilación. Así es la crisis: que hasta la indecencia tiene su lugar de protagonismo.


Pedro Alberto Cruz Sánchez
Consejero de Cultura y Turismo