Jubilación

Evangelio de la estadística

La Razón
La RazónLa Razón

A finales del XIX, en la estadística que nos iguala a todos como granos de arena de un desierto, un alemán moría antes de los 40 años. A Von Bismarck la turba, obrerista, pobre y moral, le exigía una pensión antes de llegar a la tumba. Magnánimo, Bismarck legaliza la pensión a partir de los 70 y la turba calla. El obrero muere respetuoso con las leyes de la estadística y con el ataúd encalado en las cuentas del Estado. Queremos decir , perfectamente difunto, pero ufano con el reconocimiento de un derecho. El derecho de jubilado era una lotería, a no ser que ya cotizaran los trabajos en el purgatorio. Como en España sólo se habla en «tontos por ciento», se ha impuesto la definición de la vida como un bien de consumo duradero. Se pelean los céntimos de la barra de pan, pero al comprar una vivienda, la escala pasa a millones de euros y elevamos la puja de cincuenta a sesenta como contando con el fondo oculto del casino. La vida es un bien de consumo duradero y presuntamente garantizado: el ciudadano se enfada y trona por los cinco minutos de retraso de un autobús de línea y firmaría la sentencia de muerte del camarero si se dilata con el café de la mañana. Sin embargo, relegando la jubilación dos años más,existe una conformidad general, dispuestos a entregarnos a lo que dicte la estadística y el futuro condicional. De los 65 a los 67 se puede esperar que los camareros tarden lo que quieran en traer el café. La estadística no fallará, pero ignora que las palabras más hermosas no son «te quiero» sino «es benigno». (W. Allen)