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Y la ciencia se queda sin mujeres

María Martinón-Torres trabaja con huesos del yacimiento de Atapuerca
María Martinón-Torres trabaja con huesos del yacimiento de Atapuercalarazon

MADRID- La ciencia española tiene una ecuación sin resolver. Por un lado, el 60 por ciento de las mujeres tituladas son mujeres. Por otro, el número de catedráticas apenas ha aumentado un 6 por ciento en 20 años hasta constituir un 15 por ciento; los hombres cuentan con 2,5 veces más posibilidades de ser catedráticos; el profesorado femenino de investigación del CSIC ronda el 22 por ciento, la asignación de becas posdoctorales se inclina hacia los hombres... Así lo constata el «Libro Blanco sobre la situación de las mujeres en la ciencia española», realizado por la Unidad de Mujeres y Ciencia del Ministerio de Ciencia e Innovación y la Fundación de Estudios de Economía Aplicada. ¿Dónde está el «error»? Como ocurre en casi todas las esferas de la sociedad, son ellas, y no los varones, las que han de elegir: o su carrera o su familia. Pero con una peculiaridad: nuestros científicos no logran estabilizarse hasta los 40 años y su futuro suele estar más fuera que dentro de nuestras fronteras, lo que provoca que la elección cobre una mayor relevancia.

«No me puedo quejar», repite María Martinón-Torres, investigadora del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (Cenieh). Y es cierto. Uno de sus últimos logros ha sido el hallazgo, en el yacimiento de Atapuerca, de una mandíbula que podría indicar la existencia de un nuevo homínido procedente de Asia Menor. Pero eso no quita que sea crítica con la situación. «Tengo muchas compañeras que eran las mejores estudiantes y con las mejores marcas. Pero han sacrificado el trabajo por la conciliación. Tenían capacidad para ser el número uno», asegura. No en vano, el informe deja en evidencia que la maternidad «perjudica» a las mujeres, pero no a los hombres. Un ejemplo: un 38% de las catedráticas tiene hijos frente a un 63% de los varones Y es que «si alguien tiene que sacrificar su carrera por esa flexibilidad, van a ser las mujeres». Un aspecto que se ve también en el «libro blanco»: la tasa de abandono del doctorado es menor en los varones. María Ángeles Abengózar, bioquímica de 31 años, cursa el posdoctorado. Cree que es a los 34 años cuando se produce un «corte»: haces la tesis, empiezas a buscarte una plaza... u optas por ser madre. «En mi caso ha sido decisiva la ayuda de mi marido», dice Aixa Morales. Gracias a eso, «he podido asumir responsabilidades, dirigir tesis, etc.». Muy a su pesar, cree que no les queda otro recurso que «echarle» más horas de las habituales. «Al final, compites con todo el mundo. Y la única forma de destacar es con un sobreesfuerzo. No es algo específico de este trabajo», asegura.