Japón

Los amargos brotes de la deuda

La Razón
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¿Se acuerdan Vds. de cuando ya hace muchos meses la ministra de Economía y Hacienda nos dijo que ya veía los brotes verdes? ¿Habrá contado alguien el número de veces que ZP anunció el final de la recesión, informando de que España ya estaba creciendo? ¿Recuerdan los tiempos en que Corbacho decía que nunca llegaríamos a tres millones de parados? Como en las célebres coplas de Jorge Manrique, las posibles contestaciones a tanta predicción, llaman a nuevos cuestionamientos: «¿Qué no fueron sino devaneos? ¿Qué no fueron sino verduras de las heras?».
Las dificultades que atravesamos desde 2007, me permitieron prever en mi libro «Para salir de la crisis: análisis y soluciones» (Edaf, 2009) la evolución de las tres grandes áreas económicas, con otras tantas letras mayúsculas, que se han configurado en la realidad: la V, de fuerte caída inicial y recuperación muy rápida de China; en tanto que la W representa la evolución de EE UU. Correspondiendo a la Eurozona y particularmente a España, una L con fuerte pendiente inicial hacia abajo, y un lúgubre y alargado estancamiento en su rama inferior.
Eso mismo es lo que ha planteado ahora el semanario económico inglés «The Economist», cuando en su portada de esta semana presenta una hermosa manzana golden, en cuya esfericidad figuran tres áreas económicas de recuperación muy diferentes: países emergentes saliendo con viveza de su muy pasajera postración, EE UU en la incertidumbre, y la Eurozona recomiéndose en sus propios problemas.
Se dice que nadie previó esta crisis, y cuando se ofrece un nombre de gran calibre predictor, siempre aparece el del Prof. Nouriel Roubini. De quien sus detractores dicen: «Sí, sí que acertó con lo de la crisis, pero ¿cómo no iba a hacerlo si estuvo anunciándola más de diez años?». Pero tales disquisiciones, incluyendo las suscitadas por la Reina Isabel II de Inglaterra (cuando en el otoño de 2008 visitó la London School of Economics, y en la misma puerta le preguntó a su director: «¿Pero es que nadie supo prever lo que está pasando ahora?»), ya no sirven más que de trasfondo histórico. De modo que las cuestiones principales en este momento, son muy otras: ¿cuánto va a durar esto y cómo va a resolverse el problema de la deuda y sus secuelas en una unión monetaria como la del euro?
Esos planteamientos son de lo más pertinente. Porque si al principio de la crisis decíamos que era global y sistémica, ahora concretándonos a la parte Eurozona de la citada manzana, lo más importante a saber es si con el sistema euromonetario de que nos hemos dotado dieciséis países europeos, vamos a resistir los embates especuladores de los mercados de capitales.
A ese respecto, el irrepetible presidente de la Comisión Europea que fue Jacques Delors, ha planteado una proposición que muestra lo antitética que resulta la actual política: el BCE y los mercados de capitales fuerzan la reducción del déficit, a base de menor gasto público e impuestos más elevados; para acto seguido recomendar una rápida expansión con la cual pagar el inacabable endeudamiento. Pero ¿cómo va a hacerse lo segundo, si se ha tenido que aceptar forzadamente lo primero? «That is the question», en palabras de Hamlet.
Efectivamente, esa cuestión es más que ardua, y no la podemos resolver con las conjeturas del día a día, impregnadas de un morbo que favorece a los especuladores. Sobre si este o aquel país, tendrán que recurrir al Fondo de Rescate europeo; tras haberlo hecho Grecia e Irlanda, con sus reiteradas negaciones previas de que no lo harían. Así que en vez de tan morbosas expectativas, tendríamos que estar buscando soluciones originales para un problema verdaderamente nuevo.
En esa dirección, está claro que la deuda es una pesada carga no sólo en nuestra parte de la aludida manzana, sino también en la de EEUU: ¿no tiene anunciado algún conocido economista hispano-norteamericano que el año 2013 Washington DC se declarará en moratoria? A lo cual, adicionalmente, hemos de anotar lo que está sucediendo en Japón, donde sólo la deuda pública va camino de triplicar el PIB.
En el actual y problemático escenario, la Eurozona, con su Fondo de Rescate, podrá resistir, pero también realimentar los zarpazos de las especulaciones. Sin embargo, los problemas se alargarán, porque el crecimiento económico «no ha llegado, ni se le espera».
Y de todo lo anterior, viene la idea que hoy sólo voy a plantear, sin buscar su instrumentación: a escala de toda la Eurozona, EE UU y Japón, hay que encontrar un método para evitar que la deuda y sus derivaciones nos lleven a circunstancias definitivamente insostenibles. Y en ese sentido el G-20, el FMI, la Reserva Federal, el BCE, el BoJ, etc., tienen que plantearse ya desde ahora cómo superar las calamidades económicas que tenemos encima. ¿Se acuerdan del Plan Baker y del Plan Brady para la deuda externa de los países emergentes en la década de 1980? Lo que ahora tenemos a la vista es de mucha mayor amplitud y gravedad. Por ello mismo, merece una atención preferente para encontrar la necesaria solución macroeconómica global.