Festival de Málaga

Qué es el cine español

La Razón
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El estreno de «Intruders», de Juan Carlos Fresnadillo, y la proyección en el Festival de Sitges de «Mientras duermes», del genial Jaume Balagueró, constituyen elementos de suficiente novedad dentro del panorama cinematográfico español como para romper ese clima de atonía exasperante que preside la cartelera de los últimos años. Probablemente sean cintas que alcancen un éxito superior al de la media. Pero la pregunta es: ¿por qué? ¿Existe algún elemento común a todas aquellas realizaciones españolas que triunfan fuera y dentro de nuestras fronteras o, por el contrario, se debe al talento excepcional de algunos contados nombres que, desde sus rasgos autorales más privativos, mantienen la cuenta de resultados anual de nuestro cine a flote?
La interrogante no es baladí, en la medida en que supone atacar directamente un asunto crucial para identificarnos como «marca cultural», a saber: ¿hay algún elemento diferenciador que singularice al cine español frente al de otras nacionalidades? Antes de aventurar alguna respuesta, recopilemos ejemplos capaces de servir de fondo de contraste: el cine italiano ha sabido depurar un tipo de comedia mediterránea inconfundible en todo el panorama internacional; el francés, por su parte, analiza como nadie las relaciones interpersonales surgidas en el marco de la estricta cotidianeidad; el inglés expresa con toda diversidad de detalles el drama social; e incluso el portugués ha sabido definir un registro de intimidad y profunda reflexión que, ya sea más o menos digestivo, resulta perfectamente identificable. Si, desde este punto de vista, le exigimos una misma claridad identitaria al cine español, la realidad con la que nos vamos a encontrar es que no hay tal elemento singular, o que, en caso de existir, no ha sabido precisarse con la suficiente agudeza como para servir de marco de referencia desde el que salir al competitivo mercado internacional. Difícilmente se podrá encontrar, en la actualidad, autores que trabajen mejor el thriller y el terror que Fresnadillo y Balagueró. Pero, a la hora de salir al exterior, se encontrarán con que, a diferencia de cualquier director tailandés o coreano –que trabaja desde una marca de terror muy definida y consolidada–, el cine español carece de valores reconocibles que faciliten su aceptación.