
Dos años de la victoria del PP
El pugilato verbal por Manuel Coma

Si Romney gana será gracias a la economía y a pesar de su campaña. Si lo hace Obama, será por su campaña, a pesar de la economía. Aunque no es todavía imposible una victoria de Romney, es el presidente actual quien va ganando y finalmente la economía no es un gran obstáculo porque se ha estabilizado en un nivel bajo y muchos americanos lo aceptan como la nueva realidad. Suponen que la mejora apreciable de un año a otro es cosa del pasado y que durante mucho tiempo coexistirán con un crecimiento anual de entre el 1% y el 2% y un paro en torno al 8%, con millones que no figuran como desempleados porque han renunciado al trabajo. En cuanto a la campaña, la de Obama ha sido de un total negativismo, tratando de crucificar a Romney por ser rico –que no lo es por herencia, sino por su esfuerzo– y de azuzar el resentimiento contra su posición. Nada de esperanza y cambio, nada de transformar Washington, es decir, la manera de hacer la política en el país. Casi cuatro años después, Bush sigue siendo el culpable de la situación económica y es toda una hazaña lo que él ha conseguido hacer. En cuanto a Romney, nadie entiende su estrategia, cada vez más incomprensible a medida que se acaba el tiempo. Ni ha dado la réplica adecuada a su opositor ni se ha definido a sí mismo ni su programa. El debate de esta noche es por tanto su última oportunidad.
¿Son importantes los debates? Poco y pocas veces. Empezaron a celebrarse hace 52 años y sólo un par de ocasiones han podido cambiar la intención de voto. Otra cosa es su valor inherente. Se puede ser muy hábil en el pugilato verbal y un mediocre estadista. Pero lo mismo puede decirse de las campañas. Políticos de primerísima renuncian a presentarse por no pasar por la ordalía de año y medio o más. Obama ha sido bueno en las dos cosas y malo como presidente. Quien lo niegue probablemente lo afirmará de Reagan.
Lo que cabe esperar esta noche es que Obama, como presunto ganador, practique una cierta táctica de cerrojo. Mantenerse a la defensiva, no arriesgar. El candidato republicano no tiene nada que hacer si no ataca, pero con el hándicap de que tiene que mostrarse respetuoso con su rival porque es el presidente y eso forma parte de la ética política americana, pero no puede ignorar que salvo algún imprevisto de categoría, es su última oportunidad. Necesita desesperadamente que ganar claramente la partida sea su gran imprevisto.
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