Conciertos
El fluir de la naturaleza por Arturo REVERTER
Temporada de la Fundación BBVAArriaga, García Abril, Berlioz y Chaikovski. Viola: Nils Mönkemeyer. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Director: José Ramón Encinar. 4-X-2012. Auditorio Nacional, Madrid.
El concierto, de configuración algo extraña, giraba, y tenía ahí su mayor interés, en el estreno absoluto de «Cantos de Ordesa» de García Abril, un concierto para viola y orquesta que recoge emocionadamente las impresiones del compositor ante la contemplación de ese valle oscense. Una frase anchurosa, ondulante, misteriosa de la orquesta, retomada enseguida por la viola solista, inicia el curso, que seguirá sereno, proporcionado, envuelto en sugerentes armonías, en una sucesión de Andante, Poco più mosso, Allegro, Andante sosegado y Allegro.
Los dulces acentos de las maderas, las dobles cuerdas del solista, el desarrollo de la idea motívica inaugural, en medio de bien dibujados contrastes expresivos y de frases que se nos antojan de un refrescante neorromanticismo, van marcando el discurrir de una música paisajística, reflexiva, de «vuelo cantable», en expresión de García del Busto. «Una música de la naturaleza», que dice el propio autor, que nos envuelve en su fluencia y nos deja ver, en sus tramos finales, una luz gozosa, sobre ritmos que nos traen el recuerdo del Prokofiev más optimista.
La interpretación nos pareció que hacía justicia a la partitura, tanto en lo orquestal y directorial como en lo referente al solista, el alemán Mönkemeyer, profesor en la Escuela Reina Sofía y dotado de un sonido homogéneo y redondo. Toca con naturalidad, sin aspavientos, y domina el instrumento. Brindó, sin venir a cuento, como regalo, luna transcripción de la «Asturiana» de Falla, en una improvisada versión con José Segovia al piano. Por lo que se refiere al resto de la sesión podemos hablar de una alígera pero algo borrosa traducción de la obertura de «Los esclavos felices» de Arriaga, de una bien intencionada y adecuadamente fraseada, puede que de planos algo confusos en ocasiones, de los fragmentos sinfónicos más conocidos de la sinfonía dramática «Roméo et Juliette» de Berlioz y de una muy bien construida y expuesta «Obertura 1812» de Chaikovski.
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