Artistas

Fiebre inaugural

La Razón
La RazónLa Razón

Antes de que finalice el mes finaliza el plazo legal para poder proceder a las inauguraciones, lo que ha provocado, y provocará en los dos últimos días, un aluvión de actos que ponen a reventar la agenda de los políticos y la capacidad de llegar a todo de los medios de comunicación. Estamos sometidos a unas pruebas de estrés que no aguantarían ni las centrales nucleares. Todo por el ansia de inaugurar y hacer la foto, cortar la cinta y sonreír. Uno, ingenuamente, se pregunta si merece la pena tanto desasosiego, tantas prisas, el querer y no poder llegar a todo, el convertirse en un «manostijeras» que corta todo lo que esté por estrenar. No sé a quien se le ocurrió poner fecha tope para conjugar el verbo inaugurar y que esa fecha establezca un periodo de reflexión excesivo, casi dos meses, hasta el día de las elecciones; casi dos meses en los que no se puede poner ni una cinta, y mucho menos, cortarla.

Me parece una solemne tontería provocar la acumulación de actos para que éstos no interfieran en la campaña, qué digo, en la precampaña electoral. Por sus obras les conoceréis, y para conocerles por sus obras no es menester que se inauguren necesariamente a bombo y platillo, basta con que entren en funcionamiento y el elector valorará en las urnas si han merecido la pena, si han sido un canto de sirena o un derroche de dinero público. En estos días, los políticos viven sin vivir en ellos y los medios de comunicación les seguimos los pasos, incluso a veces hacemos de liebres en ese maratón de obra en obra, de parque en parque, de centro en centro, de carretera en carretera, aunque lo que se inaugure sea diez metros cuadrados de jardín, un tramo de carretera de cincuenta metros o un polideportivo que se reduce a una pista de baloncesto perdida en un parque. ¡Qué cansino es todo esto! Y así cada cuatro años.