Atlético de Madrid

Fuenlabrada

A contracorriente por María José NAVARRO

La Razón
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El 29 de Junio de 2008 no quedé con nadie. Me encerré en mi casa, encendí­ la tele y sufrí­ durante bastante rato hasta que un muchacho de Fuenlabrada con pinta de arcángel interceptó un pase en profundidad y se fue de Lahm por potencia. Fernando Torres marcaba el gol del triunfo de España y la calle estallaba en júbilo y los amigos se abrazaban y se brindaba en los bares, pero yo me pegué una llorera de las gordas con la cara tapada de tanta felicidad, tanta, que no encontraba consuelo. No soy objetiva con Torres y, además, hace mucho que no disimulo ni me enredo en discusiones. Soy de Torres como lo es una de los hijos que crecen y no te dan más que motivos de satisfacción. Lo soy como se es de las personas a las que admiras por haber elegido siempre el camino más largo y más difícil, por huir de los atajos y de las recompensas rápidas, a las que veneras por apreciar el esfuerzo sin trampas.Leo estos dí­as, también en alguna columna de este periódico, que sin Torres puede ser más fácil ganar a los alemanes. Oigo fallo cuando no marca, y cuando no marcan otros oigo ocasión de gol. A mí­ la tripa me pide darle la razón a esos que claman por la titularidad de Llorente (esos que han descubierto hace diez minutos a un jugadorazo que lleva muchas botas gastadas mostrando su clase) y dejar de sufrir, aunque creo, sinceramente, que Llorente no habrí­a mejorado lo que Torres ha hecho hasta ahora. Al rato, sin embargo, la cabeza me aconseja entender que le exijan más que al resto, incluso injustamente, como le pasa a los mejores. Ante todo responderá Torres, estoy convencida, como sabe, con la seguridad del que cree en lo que hace sin flaquear. Estamos esperándote, Fernando.