
Junta de Andalucía
Nino Rota para Griñán

Desde el palco de una ópera, Griñán asiste con prismáticos a la zozobra del PSOE andaluz. Ausente como cuando alumbró aquel endecasílabo que tanto le enorgullece: «Duerme tranquila en tu desierta lluvia». Es dicho entre poetas que el primer verso lo pone Dios, pero el resto tiene que completarlo, por inspiración o por transpiración, uno. No son días de poemas sino de capitulaciones. ZP se ha jactado de la entrega de la llave de un millón de clientes andaluces de Cajasur a la BBK. Cegado por el poder, el presidente del Gobierno, sería capaz de alquilar la Mezquita para banquetes de bodas. Andalucía, sí, duerme desierta y el PSOE ha olvidado la siembra del fruto primordial: el votante agradecido. El primer mandamiento electoral ignorado es esta paradoja: «un país» (España) dentro de «una región» (Andalucía) y la región, usufructo sin vencimiento del partido. Nueve millones de ciudadanos, que cecean o sesean y según se les ponga en la faltriquera deciden quién va a Moncloa. Bajo este sol, la militancia le ensaya motines y el PSOE se raja. Griñán, que cuando cesó de ministro volvió sin traumas al abono-transporte, tiene ordenados los sonidos de su agenda de móvil: llamaba su mujer y sonaba «El Padrino» de Nino Rota. ¿Qué suena, entonces, cuando le telefonea el «querido liquidador» de la vieja guardia?
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